Violencia familiar: del marco genera a un caso de abuso infantil

Rosa Agulló i Gasull

 

RESUMEN

Este trabajo intenta realizar una actualización y comprensión del concepto de violencia familiar. Analiza, brevemente, sí es cierta la predisposición genética del ser humano a ser violento. Trata de no delimitar el problema a variables culturales o psicológicas, considerando otros factores: políticos, jurídicos, sociales, religiosos y económicos. Finaliza con la ilustración de un caso clínico de abuso sexual infantil como expresión de la violencia familiar. PALABRAS CLAVE: Violencia doméstica, abuso infantil, maltrato, conflicto familiar.

ABSTRACT

This paper updates and clarifies the concept of family violence. A brief review of the potential role of genètic predisposition in humans to be violent is made. The paper tries not to delimit the problem to cultural or psychological variables and considers the relevance of political, legal, social, religious and economical factors. A clinical case of child sexual abuse is presented as an expression of family violence. KEY WORDS: family violence, child abuse, maltreatment, family conflict.

RESUM

Aquest treball intenta realitzar una actualització i comprensió del concepte de violència familiar. Analitza breument si es certa la predisposició genètica de l’ésser humà a ser violent i revisa el concepte de violència familiar des del punt de vista de gènere. Tracta de no delimitar el problema a variables culturals o psicològiques, considera altres factors: polítics, jurídics, socials, religiosos i econòmics. Finalitza amb la il·lustració d’un cas clínic d’abús sexual infantil en la mesura que és un maltractament dins de la violència domèstica. PARAULES CLAU: violència domestica, abús infantil, maltractament, conflicte familiar.

El fenómeno de la violencia y el maltrato dentro del ámbito familiar no es un problema reciente; al contrario, ha sido una característica de la vida familiar tolerada, aceptada desde tiempos remotos. Comenzó a presentarse como un problema social grave a comienzos de los años 60, siendo el maltrato a los niños la principal causa de inquietud. La incidencia de los medios de comunicación contribuyó a generar un incremento de la atención pública sobre el problema.

Al inicio de los años 70, la influencia de los diferentes movimientos feministas fue importante para atraer la atención de la sociedad hacia la violencia contra las mujeres. Sin embargo, hasta no hace mucho tiempo la violencia familiar era considerada como un fenómeno poco frecuente y se atribuïa a personas con trastornos psicopatológicos. En los últimos 20 años se han realizado estudios que demuestran que la violencia y el maltrato en la familia son fenómenos habituales.

Violencia familiar

  1. A. Ramírez (2000) define la familia como un grupo de personas que están relacionadas por un parentesco sanguíneo, legal, religioso, sexual o cultural y que tienen un lugar común donde viven e interactúan. Esta es una definición amplia a fin de incluir todo tipo de relación familiar.

A pesar de los mitos que han configurado una imagen idealizada de la familia como lugar de armonía y equilibrio, ésta, como todo grupo humano, es propicia a la emergencia de conflictes entre los miembros que la componen. Las diferentes etapas evolutivas por las que atraviesa, a menudo simbolizadas por un suceso como el matrimonio, el nacimiento, la escolaridad de un niño, la adolescencia, un entierro etc. instauran nuevos estados que se caracterizan por nuevos modos de funcionamiento. Ello puede favorecer la aparición de conflictos.

El conflicto es un factor determinante en los grupos y no debe ser visto como algo negativo, pues su resolución implica la obtención de un nuevo equilibrio más estable que el anterior. Lo importante es el método utilizado para resolverlo ya que es muy diferente un conflicto resuelto a través del diálogo y la comunicación que aquel que se resuelve mediante el ejercicio del poder y la autoridad. Sin embargo, hay que distinguir entre la noción de “conflicto intrafamiliar” y la noción de “violencia familiar”. Discusiones, disgustos o controversias no conducen necesariamente a actos violentos.

Existe una cierta polémica en torno a sí es cierto o no que los seres humanos somos genética o instintivamente agresivos. Aranguren (1958) dice, “El animal posee agresividad, pero no ejerce actos de violencia propiamente dicha. Y su agresividad está limitada a hacerse con su presa para el sustento, a la defensa de su territorio, dentro de la especie, al establecimiento de una jerarquiza u orden de prelación para el apareamiento. Violencia propiamente dicha, no hay si no es en el hombre”. La existencia de un “instinto agresivo” ha sido desmentido por autores como Ashley Montagu (1978) quien señala que la herencia sólo suministra la potencialidad.

La violencia intrafamiliar sería, pues, la agresión o daño sistemático y deliberado de tipo psicológico, sexual o físico que una persona profiere a otra en el ámbito familiar. Según esta definición, el maltrato se puede producir a niños, mujeres, ancianos u hombres. El agresor puede ser cualquier miembro de la unidad familiar y hacer extensivo su maltrato al resto: niños/as, ancianos/as, entre otros. El maltrato es el reflejo de las situaciones de poder desigual.

La violencia familiar o doméstica es un concepto que va más allá de la relación de pareja y alude a todas las formas de abuso que tienen lugar en las relaciones entre los miembros de una familia. Para que pueda ser definida como tal, la relación de abuso debe ser crónica, permanente o periódica. Por lo tanto, no están incluidas las situaciones aisladas de maltrato. Según revelan los informes de organismos internacionales como UNICEF o la ONU es el adulto masculino quien más frecuentemente ejerce la violencia.

Categorías de la violencia familiar

A pesar de que el adulto masculino es el que ejerce de forma mayoritaria la violencia en la familia, existe también la violencia de la mujer hacia el varón, aunque menos conocida. También la violència entre padres e hijos (caso del Síndrome de Müchhausen) y porque no, de hijos hacia padres, abuelos hacia nietos, etc. Se incluyen dentro de la violencia doméstica, la violencia entre ex esposos y ex novios. Así podríamos establecer las siguientes categorías de violencia familiar:

  • Maltrato infantil: Formas activas (abuso físico, emocional, sexual). Formas pasivas (abandono físico y emocional) y niños testigos de violencia.
  • Violencia conyugal: Maltrato hacia la mujer (abuso físico, emocional, sexual, económico); la violencia cruzada y el maltrato hacia el hombre.
  • Maltrato a ancianos: Formas activas (maltrato físico, emocional y financiero). Formas pasivas (abandono físico y emocional).

Estudios de Corsi. J. (1995); Ferreira, G. (1995); Ramirez, F.A (2000) sobre violencia familiar han mostrado que las víctimas siempre son quienes se encuentran en una posición de desventaja en las relaciones de poder en el interior de la familia. El abusador utiliza y manipula la dependència afectiva de sus víctimas.

En los casos de abuso infantil, los adultos hacen un uso inadecuado tanto de sus responsabilidades como de sus funciones biológicas, psicológicas y sociales respecto al cuidado, protección y educación de los menores. Los niños, debido a que dependen de sus padres, no tienen otra alternativa que aceptar la situación de abuso como legítima. Generalmente, los comportamientos abusivos son camuflados o negados por los razonamientos de quienes abusan de ellos. Por ejemplo, en el caso de los padres incestuosos, el abusador intenta, casi siempre, convencer a su víctima de que lo que hace es por su bien o por amor.

Los actos de violencia muestran una situación de abuso de poder, pero también un sufrimiento en el abusado. Cuando este sufrimiento no se exterioriza de manera adecuada, existe el riesgo de que se exprese a través de comportamientos violentos sobre otras personas, ya sea de forma física, emocional o sexual. Se pueden ocasionar, así, nuevos actos violentos y nuevas víctimas, dando paso a un ciclo de la violencia.

Según Jorge Barudy (1998), los niños maltratados o abusados sexualmente que han silenciado su sufrimiento pueden desarrollar actitudes y comportamientos no adecuados. Estos niños al llegar a adultos podrían reproducir situaciones familiares como las que vivieron, en las que sus propios hijos fueran también objeto de violencia y de abuso. Sin embargo, es posible que los comportamientos de maltrato no se transmitan de la misma manera y que se produzca una reconversión del contenido del maltrato; es decir, jóvenes que fueron objeto de golpes y humillaciones psicológicas, al ser padres utilizan su sexualidad para hacer sufrir y sentir su poder.

Como ya he señalado, el abuso sexual corresponde, dentro de la violencia domestica, al tipo de maltrato activo llamado también violencia sexual. Aquí el maltrato es ejercido, por comportamientos sexuales del adulto que constituyen un grave atentado a la integridad física o psicológica del niño. Las manifestaciones de este tipo de maltrato no siempre son visibles, con lo cual la detección y el diagnóstico puede ser dificultoso. A pesar de ello, es importante poder distinguir señales directas e indirectas del maltrato para ofrecer ayuda y protección al niño, así como a su entorno social, a fin de promover cambios que mejoren sus condiciones de vida.

Mi experiencia como psicóloga clínica –de un centro de salud mental (1) no especializado en el maltrato infantil– atendiendo niños, adolescentes y sus familias, me ha permitido vivir situacions dramáticas de abuso y maltrato infantil. Mi trabajo como terapeuta de niños maltratados, consiste en acompañarles en la búsqueda de modelos alternativos de relación que excluyan la violencia, apoyándome en la terapia, en el reconocimiento de los recursos y posibilidades que cada niño pueda tener.

También, afortunadamente, en mi práctica profesional he podido encontrar a otros profesionales de la salud, profesores, educadores y miembros del entorno familiar que, con su sensibilidad y su intervención, hacen posible la detección y el freno de las situaciones abusivas; en muchas ocasiones, ofreciendo una alternativa terapéutica para el conjunto de la familia.

A continuación presento un caso de maltrato infantil en su forma de abuso sexual que, si bien mi intervención quedó interrumpida, movilizó los recursos existentes en la red social del niño a fin de proteger y defender sus derechos.

Viñeta clínica: Javier, cinco años

Javier llega a la consulta acompañado de su madre que se expresa de forma ansiosa. Le preocupa que el niño no hable claro y que sea nervioso, sobre todo, en la escuela, donde ha mostrado conductes agresivas tanto hacia los profesores como hacia sus compañeros. También le preocupa que Javier no conozca a su padre y que nunca pregunte por él; es más, evita hablar del tema. Ella se quedó embarazada a consecuencia de una relación fortuita. En el momento de la consulta Javier vive con los abuelos maternos y un tío, hermano de la madre; ésta visita al niño a diario ya que tiene una economía justa y no puede ocuparse de él.

Durante la visita Javier está inquieto, da muestras de ansiedad, no puede parar de moverse tocando todo lo que tiene a su alcance. Está muy pendiente de su madre y de lo que relata. Le ofrezco papel y lápiz, acepta y se tranquiliza. Observo que es capaz de mantener la atención cuando se le ofrece una contención organizadora. Sin embargo se cansa, quiere salir. Cito a la madre para una nueva entrevista sin el niño.

En los antecedentes destaca un parto por cesárea con sufrimiento fetal; 21 días en incubadora. Nació con una malformación de caderas, por lo que llevó férulas durante los cuatro primeros meses de vida. La madre lo describe “patoso” y que se cae mucho. Hablar le ha costado y su dicción, todavía, no es clara. Come mucho, con avidez y presenta sobrepeso. Muy miedoso, “cobarde”, dice la madre. Se angustia en situaciones nuevas o poco conocidas; nunca quiere quedarse solo. Empezó la guardería a los seis meses y ha tenido muchos cambios, tanto de escuela como de domicilio.

La madre lo ve con poca noción de peligro; se iría con cualquiera que le dijera algo amable. Un día se perdió en el parque. No sabe jugar solo, ni entretenerse y reclama que alguien esté con él. Suele tener poca paciencia, se frustra con facilidad.

Durante la exploración psicológica Javier se muestra inquieto, invasivo y con poca espera. Entra y sale varias veces del despacho, abriendo y cerrando la luz en cada ocasión Tiende a estar insatisfecho, no le gusta lo que le presento y pide cosas que no están a mi alcance proporcionarle (abrir y mirar cajones, jugar con el ordenador que está en la mesa, etc.). Da la sensación de que ya sabe que le voy a decir que no. Busca el contacto físico abrazándome con fuerza y sin límites; siento que se adhiere físicamente, finalmente tengo que decirle que ya es suficiente, cosa que es un nuevo no.

En las pruebas intelectuales obtiene buenos resultados: coeficiente intelectual de 113, pero con una importante discrepancia entre las dos escalas del test de Wisc (escala verbal: 89; escala manipulativa: 134). En la hora de juego está muy ansioso, saca los juguetes de la caja de forma ávida, no organiza un juego simbólico, su actividad se reduce a hacer peleas entre animales que chocan, se pegan y, al final, todo se destroza. Se enfada mucho cuando algo no le sale. Si me intereso por lo que hace, me mira de manera inquieta y se calla. En momentos de más tranquilidad, en los que puede hablar, se observa un tono nasal, dislalias evolutivas y un pensamiento poco coherente.

Javier se presenta como un niño inteligente, pero con un importante desfase tanto intelectual como emocional. Muestra un fondo ansioso, elementos confusionales y adhesivos. Es importante el trasfondo depresivo que lo lleva a una gran sobre excitación; “lo veo perseguido por la depresión”. A pesar de estas dificultades puede poner en marcha recursos personales cuando se le contiene adecuadamente.

Explico a la madre todo lo que he podido entender de la exploración, haciendo énfasis en el sufrimiento y malestar de Javier. Propongo, como primer paso, entrevistas continuadas con ella y el niño; también sugiero ver a los abuelos ya que el niño vive con ellos. Mi idea es conocer mejor a la familia y comprender su dinámica. La madre está de acuerdo y programamos las visitas. En las primeras, que asiste la madre sola, manifiesta su deseo de ocuparse más del niño, ver si poco a poco puede vivir con ella, ya que le preocupa delegar la educación del niño en sus padres. Estos también vienen a consulta y se muestran, desde un inicio, muy recelosos y negadores de todo conflicto. Ven al niño listo, que está bien y que no le pasa nada. Aceptan que es movido, inquieto y algo agresivo: “como todos los niños”, dice la abuela.

Javier en sus entrevistas se manifiesta cada vez más ansioso e inquieto. Organiza unos personajes con plastilina que son simplemente unos palos (realmente tienen forma fálica pero no será hasta más adelante que lo podré relacionar con abusos sexuales). Estos personajes, que divide en buenos y malos, se pegan y discuten; hay peleas y gritos. La escuela sigue comunicando que el niño es agresivo y temen haga daño a sus compañeros. En una ocasión no le permiten asistir a una excursión por miedo a no poder contenerlo adecuadamente

En una de las entrevista la madre me comunica que no podrá asistir a la siguiente, que tiene programada, pues le coincide con la del especialista. El motivo de ésta consulta –al especialista- es que Javier sangra por el ano. Relata que tiene la piel fina y cree que el papel higiénico le produce escozor. Esta comunicación me alerta y me inquieta.

Espero a la siguiente entrevista con la madre y los abuelos y me intereso por el problema de “la piel fina”. Los abuelos responden con excessives explicaciones, todas ellas en la línea de tranquilizarme, que no pasa nada, aspecto éste que me llama la atención. Decido ponerme en contacto con la pediatra y le transmito mi preocupación por si el niño pudiera ser víctima de algún abuso sexual. Decidimos observar al niño y a la familia. La pediatra en la siguiente consulta realiza una revisión general y detecta una pequeña fisura anal.

Cito a la madre para tratar el tema. Esta se sorprende y enseguida me habla de la escuela, que algun niño mayor haya podido abusar de Javier, para nada piensa en el domicilio donde vive con sus abuelos y su tío. Paso a preguntar por la relación de la madre con su propia familia. Me describe situaciones de conflicto desde muy pequeña con sus padres, por esa razón se marchó de casa muy joven, se casó y al poco tiempo se divorció. Describe a sus padres rígidos, poco tolerantes y descalificadores si no se hace lo que ellos quieren. Da algunos detalles que hacen pensar que ella misma pudiera haber sido abusada, pero está muy lejos de tenerlo presente en la conciencia. Describe al hermano como “raro”, que no trabaja, siempre encerrado en su habitación, poco sociable y que su relación con él es casi nula. Me hago la idea de una persona con un trastorno importante de la personalidad.

Después de la exploración pediátrica sigo viendo a Javier y en una de las sesiones inicia un nuevo juego (que persistirá en el tiempo) con los personajes “de palo” en los que comenta lo siguiente: un personaje le dice al otro “gírate!, date la vuelta!, ponte de espaldas y no mires!” seguidamente este personaje de palo se abalanza sobre el otro quien chilla “no, no, por favor, no me hagas daño” Finalmente Javier dice “y ahora este se hace pipí y ya está”. Cuando le digo que me explique más sobre este juego Javier se esconde debajo de la mesa, cubre la cara con sus manos y permanece hermético.

Hay otras sesiones donde el juego de Javier evoluciona hacia besos y caricias. En estos momentos se excita mucho, salta por el despacho y en más de una ocasión muestra sus genitales riendo de manera alocada.

Estas comunicaciones a través del juego me hacen revisar todas mis anotaciones anteriores referides a las sesiones de Javier. Me doy cuenta de que me había pasado desapercibido un juego con unos animales donde Javier se dedica a forrar con plastilina la trompa de un elefante y todas las colas largas de los animales que hay en la caja de juego, al tiempo que me explica que eso son“transformaciones” de los animales y me pregunta que es el daño. Siempre que intervengo preguntando a que se refiere, que me explique más su respuesta es hermética: se coloca debajo la mesa o la silla, enrojece y queda en silencio. En este periodo empeora la situación en la escuela: se muestra incontrolable, provocador y llega a insultar a una profesora. Me llama su tutora sugiriendo la posibilidad de que se le medique.

Pocas semanas después, durante la interrupción de Semana Santa, la madre acude de urgencias al pediatra porque el niño ha sangrado de nuevo. Dado el periodo vacacional su pediatra habitual no está y la persona que lo recibe lo deriva a un centro de niños abusados. Allí se atiende a Javier, se diagnostica que es víctima abuso sexual y se cursa la correspondiente denuncia.

Puedo acompañar a Javier unos seis meses más, pero la presión de los abuelos sobre la madre hace que ésta venga a despedirse. Me agradece todo lo que he hecho por Javier pero, según ella, necesita a sus padres para que atiendan al niño y si sigue con la denuncia va a perder eso. Como ya es de suponer, inútiles son mis comentarios de que si el niño sigue en el domicilio con sus abuelos va a perder muchas más cosas. La reacción de la madre es negadora, incluso llega a cuestionar la fiabilidad del diagnóstico. Seguramente la presión ejercida por su entorno familiar es más fuerte que sus posibilidades de lucha. Nos despedimos y en la siguiente entrevista lo hago de Javier.

Se cursó todo el proceso judicial que, finalmente, quedó desestimado por falta de pruebas, ya que Javier nunca acusó a su abusador. El trabajo psicológico con Javier quedó interrumpido pero no así el trabajo asistencial con la madre, pues desde los servicios sociales realizaron un acompañamiento posterior al fallo judicial. También el seguimiento a través de la escuela ha sido importante.

Comentarios

Javier consulta por presentar agresividad y ser un chico movido. Parece que este no sería un indicador del comportamiento de un niño que está siendo abusado; más bien los niños en estas condiciones suelen mostrarse reservados y rechazantes. Sin embargo, Javier sufre un abuso sexual dentro del seno de su familia. Se sospechó siempre del tío aunque no quedó descartado el abuelo. El chico nunca delató a su abusador.

En los casos, como el de Javier, donde el abusador es un miembro de la familia éste utiliza su poder y su autoridad para agredir al niño, perturbando de esta manera las relaciones familiares. El niño es utilizado por el adulto para cubrir sus carencias o para solucionar o disminuir las consecuencias de conflictos relacionados con otros adultos de la familia nuclear (por ejemplo, con su pareja, con los padres etc.). Javier no sólo sufre una agresión sino que no se está beneficiando de todo aquello que va a permitir su desarrollo y su bienestar.

La trasgresión se produce en el seno de la familia. Es decir, agraden aquellos que deberían cuidar .Si el tío es el abusador esto quiere decir que los abuelos que no protegen suficientemente. Si el abusador es el abuelo, la abuela lo permite. Javier sufre abusos de alguien de quien depende. Esta dependencia es la que le impide denunciar o

desvelar la identidad del abusador. Javier fue preguntado en el Centro de Abusos y nunca pudo delatar a su agresor. Si comentó que alguien entraba en su habitación por la noche, a oscuras, pero él no le vio nunca la cara.

Otra causa de sufrimiento, para el niño abusado, es la reacción inadecuada de los miembros de la familia. En la de Javier, desde las primeras visitas, se creó un clima de tensión que perturbó todo el proceso. La actitud defensiva y negadora de los abuelos contribuyó al aumento de la presión sobre el niño hasta el punto de no permitir a la madre actuar adecuadamente. Pienso que este sufrimiento se expresa en las conductas agresivas de Javier, sobre todo en la escuela y en el trastorno de atención. Javier presenta reacciones ansiosas frente a cualquier situación que le evoque el contenido de lo vivido (peleas, autoridad etc.).

Conclusiones

Revisando los datos de la familia de Javier, relatados por la madre, se hace evidente un sistema familiar donde las fronteras y roles familiares están perturbados; los sentimientos, los comportamientos, son ambiguos; los estados afectivos y sentimentales mal definidos –padrem autoritario, madre que desvaloriza y es poco acogedora–.

Como dice Barudy (1998, páginas 38-39) “el carácter invisible de los abusos sexuales en niños muestra la necesidad de captar las señales directas e indirectas del maltrato para brindar ayuda y protección al niño maltratado. Este mismo carácter invisible es el que permite aceptar mejor la idea de que la lógica clínica es diferente de la lógica del sistema judicial basada en probar la existencia de los hechos porque éstos constituyen un delito. Quizás en un futuro no lejano se pueda reconocer el abuso, el maltrato, como una prueba veraz”. Así pues, me parece sumamente importante, dada la gravedad y complejidad de estos casos de abuso sexual, poder constituir un verdadero equipo de intervención con todos los recursos posibles, ya que en estas situaciones hay muchas persones implicadas: el niño, los miembros de la familia, la escuela, el pediatra y el psicólogo, Servicios judiciales, etc.

En cuanto a mi concierne, esta experiencia me ha permitido comprender que los psicólogos clínicos atendiendo a niños abusados somos parte de un proceso social en el que cada cual contribuye a la búsqueda de métodos de tratamiento y prevención para proteger los derechos del niño víctima de abuso. El bienestar infantil es un esfuerzo del conjunto de una sociedad.

Notas

  1. Fundació Eulàlia Torras de Beà. Servei de Psicologia i Psiquiatria infantil. Hospital Dos de Maig. Barcelona.

Bibliografía

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