Adaptación y validación preliminar argentina del cuestionario de evaluación del apego (CaMir)

Labin, A. Taborda, G. Cryan, M. P. Moretti, A. VidelaPietrasanta, M. L. Martínez, V. Morán, M. N. Piorno y B. Pierrehumbert

RESUMEN

Adaptación y validación preliminar argentina del cuestionario de evaluación del apego (CaMir). El propósito de este estudio fue adaptar lingüísticamente y evaluar validez y fiabilidad del instrumento de evaluación de modelos individuales de relación del estilo de apego, CaMir (Cartes: Modèles Individuels de Relation), en una muestra argentina de adolescentes y adultos. Se trabajó con una muestra de 549 sujetos de ambos sexos de entre 14 y 80 años. El análisis factorial exploratorio develó una estructura de cuatro factores y el análisis fac­torial confirmatorio corroboró la misma, así como los índices de fiabilidad de los factores. Se confirma que es un instrumento válido y confiable para evaluar los modelos individuales de relación en adolescentes y adultos argentinos. Finalmente, se señalan limitaciones y contribuciones. Palabras claves: CaMir, modelos individuales de relación, estilos de apego, psicometría.

ABSTRACT

Preliminary Argentinean adaptation and validation of the bonding assessment questionnaire (CaMir). The pur­pose of this study was to linguistically adapt and evaluate the validity and reliability of the individual models of attachment style relationship assessment instrument, CaMir (Cartes: Modèles Individuels de Relation), in an Argentinean sample of adolescents and adults. A sample of 549 subjects of both sexes aged between 14 and 80 years was used. The exploratory factor analysis revealed a four-factor structure and the confirmatory factor analysis corroborated it, as well as the reliability indices of the factors. It is confirmed that it is a valid and reliable instrument to assess individual relationship patterns in Argentinean adolescents and adults. Finally, limitations and contributions are pointed out. Key words: CaMir, individual relationship models, bonding styles, psychometrics.

RESUM

Adaptació i validació preliminar argentina del qüestionari d’avaluació de l’aferrament (CaMir). El propòsit d’aquest estudi va ser adaptar lingüísticament i avaluar la validesa i la fiabilitat de l’instrument d’avaluació de models individuals de relació de l’estil d’aferrament, CaMir (Cartes: Modèles Individuels de Relation), en una mos­tra argentina d’adolescents i adults. Es va treballar amb una mostra de 549 subjectes d’ambdós sexes d’entre 14 i 80 anys. L’anàlisi factorial exploratòria va desvetllar una estructura de quatre factors i l’anàlisi factorial con­firmatori la va corroborar, així com els índexs de fiabilitat dels factors. Es confirma que és un instrument vàlid i fiable per avaluar els models individuals de relació en adolescents i adults argentins. Finalment, s’assenyalen limitacions i contribucions. Paraules clau: CaMir, models individuals de relació, estils d’aferrament, psicometria.

Introducción

Los estilos de apego se constituyen por la síntesis de repetidos recuerdos procedimen­tales de la relación interactiva del niño y los cuidadores significativos. La reiteración de las interacciones que paulatinamente se internali­zan arman el mundo interno con las respecti­vas expectativas, tanto de la disponibilidad de los otros como la percepción de uno mismo, como merecedores de los cuidados (Ainswor­th y Bell, 1970). Desde este enfoque, los modelos mentales y el mundo interno provienen primordialmente de las múltiples y complejas combinaciones de las experiencias interpersonales vividas y, una vez que han sido construidos, se anteponen, filtran, organizan y les otorgan un sentido a las nuevas experiencias. Así, las relaciones significativas que se entablan, después de la primera infan­cia, tienden a ser consistentes con las experien­cias pasadas. En otras palabras, lo interpersonal configura lo interno y, luego, en circularidad con sus operaciones de nivel inconsciente, configura lo interpersonal. El término Internal Working Models ha sido traducido al español como Modelos Represen­tativos Internos o Modelos Operativos Internos. Autores contemporáneos, tales como Bleichmar (1997) y Fonagy (1991, 1999), respectivamente nominan este concepto como Modelos Internos de Trabajo (MIT). Particularmente, Pierrehum­bert, Karmaniola, Sieye, Meisler, Miljkovitch y Halfon (1996) proponen el concepto Modelos individuales de relación (MIR). Recientemente, Salinas-Quiroz (2017) presentó la traducción Modelos Internos Dinámicos (MID), en la que el acento recae en la cualidad dinámica de las re­organizaciones e integración de experiencias a lo largo de la vida, subyacentes en las represen­taciones internas. Más allá de las diferencias en la traducción, los autores mencionados comparten que la concep­ción central refiere a un esquema o mapa que se internaliza en edades tempranas y representa internamente una realidad poblada de personas y objetos significativos. Bowlby (1995) enfatiza que el desarrollo de la conducta de apego se ve mediatizada por la existencia de una mente. Si bien en los comienzos de la vida estas conduc­tas surgen como dotación natural del bebé hu­mano cuando viene al mundo, a partir de aproxi­madamente los siete meses de edad, las figuras de apego son claramente identificadas y su re­lación con ellas son representadas mentalmente en su mundo interno. De este modo, se entiende a los modelos internos como aquellas represen­taciones mentales (pensamientos, sentimientos y significados) que el niño construye durante su primera infancia sobre la base de las experien­cias de interacción con sus cuidadores, acerca de cómo estos responden a su demanda. Estos modelos operativos internos tienen implicancia en una gran variedad de ámbitos en el transcu­rrir de la vida, tales como la competencia social, curiosidad, autonomía, exploración, autoestima, cooperación, confianza, predisposición emocio­nal y relacional. En esta línea y en concordancia con la técnica que desarrollaremos, se opta por emplear el concepto Modelos Individuales De Relación (MIR). De este modo, los modelos individuales de re­lación en su conformación conjugan la presen­cia de la figura de apego con disponibilidad o sensibilidad para responder adecuadamente a las necesidades de proximidad, el modo en que se emplazaron las ausencias-reencuentros y las respuestas emocionales que los adultos signifi­cativos proveen cuando tratan de adaptarse a la separación y/o protesta por ella. La acepción de modelo refiere a los mapas cognitivo-afectivos, representaciones, esque­mas o guiones que un individuo tiene de sí mis­mo, de sus figuras de apego y de su entorno. El modelo permite saber quiénes son los cuidado­res significativos, dónde se pueden encontrar y cómo se puede esperar que respondan; es decir, cuán disponibles se encontrarán al momento de ser necesitados (ante el dolor, temor, estrés o desamparo). La acepción individual refiere a las representaciones conscientes e inconscientes acerca del mundo y del individuo en él, cons­truidas a lo largo de la experiencia (personas, lugares, ideas, pautas culturales, estructuras sociales). Por último, la acepción relacional re­fiere al dinamismo y la posibilidad de desarro­llo mental de sus modelos relacionales, ya que en el transcurso de la vida existe la posibilidad -afortunadamente- de tener experiencias muy diferentes con los cuidadores significativos. Por ejemplo, una persona que ha vivido una relación de apego inseguro con uno o ambos padres en el curso de su vida puede desarrollar un mode­lo interno valorando las experiencias de apego saludable y proporcionar a sus propios hijos una base segura (Pierrehumbert et al., 1996). Adaptación y validación preliminar argentina del cuestionario de evaluación del apego (CaMir) Psicopatol. salud ment. 2021, 38, 103-116105 Por lo tanto, los modelos individuales de re­lación de apego son representaciones mentales cognitivo-afectivas que articulan pensamientos, sentimientos, planes y objetivos en permanente circularidad con experiencias interpersonales; construcciones de las imágenes del otro y de sí mismo. De este modo, se constituyen en filtros de experiencias interpersonales que regulan el comportamiento interpersonal, propulsores in­ternos de búsqueda de proximidad con figuras de apego y reguladores del comportamiento emocional. En el marco de su teoría sobre el apego, Bowlby (1995), puntualiza sus aportes en tres categorías centrales: a) tendencia a establecer lazos emocionales íntimos con personas signifi­cativas determinadas como un componente bá­sico de la naturaleza humana que está presente, en forma embrionaria, en el neonato y se man­tiene a lo largo de la vida; b) durante la infancia, los lazos se establecen con los padres, a los que se recurre en busca de protección, consuelo y apoyo; c) en el transcurrir de la adolescencia sana y la vida adulta, estos lazos persisten con el complemento de nuevos vínculos afectivos. La disponibilidad del otro o respuesta sensi­ble se define como la capacidad de captar las señales de búsqueda de apego, interpretarlas apropiadamente y responder tanto afectiva como conductualmente de manera adecuada y rápida. El sustancial predomino de respues­ta sensible es un predictor de la seguridad del apego y desempeña un papel importante en propiciar sentimientos de integración del self y de representaciones de una valoración personal por parte del otro. Las operacionalizaciones de la respuesta sensible sustentan complejos pro­cesos intrapsíquicos que permiten conectarse emocionalmente con el estado mental del otro, atribuirle significados, reflexionar, notar e inter­pretar las señales de búsqueda de proximidad y consuelo para adecuar su respuesta. En otras palabras, la atribución de significado implica la puesta en juego de procesos afectivo-cogniti­vos para entender los estados mentales propios y de los otros (Lanza Castelli y Bilbao, 2019; Zil­ber, 2017). Por su parte, la falta de respuesta sensible se define como fracaso de los cuidadores para leer los estados mentales, necesidades o deseos y, consecuentemente, no proveen el apoyo cuan­do las necesidades de acogida y amparo se ha­cen presentes. En las expresiones de falta de sensibilidad puede primar la indiferencia u hos­tilidad, la sobreprotección o infraprotección, la sobreestimulación o pobre estimulación o, en su defecto, la conjugación y circularidad de los mencionados pares antagónicos, con el conco­mitante sufrimiento psíquico que proporciona (Lanza Castelli y Bilbao, 2019). Actualmente, se cuentan con diversas me­todologías para la exploración del apego, divi­diéndose en dos grupos: las que parten de una aproximación comportamental (focalizadas en la observación de conductas) y las que parten de una aproximación representacional (basadas en la exploración e indagación de estos mode­los internos). En principio, ambas metodolo­gías necesitan introducir el factor estrés (des­de lo comportamental o cognitivo) para que se active el sistema de apego. Además, a nivel conceptual, el sistema de apego se encuentra compuesto tanto por conductas como por re­presentaciones mentales, por lo que ambos ele­mentos se interrelacionan íntimamente. Ahora bien, a nivel metodológico, las características y directrices de las metodologías de evaluación y exploración del apego basadas en el enfoque comportamental y representacional difieren en forma significativa (Román, 2011). Entre las metodologías que parten de una aproximación comportamental, se destacan los aportes de Mary Ainsworth y sus colaboradores, que, en 1964, diseñan el primer procedimiento estandarizado para explorar el apego en la ni­ñez tras el primer año de vida: procedimiento Situación Extraña (PSE). Consiste en la exposi­ción del niño a tres componentes estresantes: un medio ambiente extraño desconocido y aje­no para el niño (con juguetes también desco­nocidos por él), interacción con un extraño y separaciones con su figura de apego. El estu­dio de estas breves separaciones y rencuentros permitió la descripción de tres patrones de ape­go: seguro, evitativo y ambivalente (Ainsworth, Blehar, Waters y Wall, 1978), agregando, años más tarde, un cuarto patrón: desorganizado o desorientado (Main y Salomon, 1990). Años más tarde, se continuaron diseñando instrumentos de evaluación del apego en la primera infan­cia desde este enfoque comportamental tales como: The Attachment Q-sort (AQS) de Waters y Deane (1985) y Parent Attachment Diary, de Stovall y Dozier (2000). Las metodologías que parten de una aproxi­mación representacional surgen a mediados de los ochenta y permiten la evaluación en niños de edad preescolar en adelante, pasando por los adolescentes y llegando a cubrir la etapa adulta. Dicho enfoque se considera imprescindible para la evaluación de las conductas de apego una vez que el niño adquirió las habilidades verba­les y las capacidades cognoscitivas necesarias para transmitir sus emociones y reflejar su mun­do interno. Conforme avanza el desarrollo del ser humano, el enfoque comportamental deja de ser efectivo, dado que la conducta se vuelve menos explícita ante la activación del sistema de apego; de allí la importancia de recurrir a las representaciones mentales sobre uno mismo, sobre los demás y sobre los vínculos construi­dos a partir de las relaciones interpersonales. En cuanto a la evaluación del adulto desde este en­foque, el primer instrumento fue construido por Mary Main, en 1984, Adult Attachment Interview (AAI), conocida en castellano como Entrevista de Apego Adulto. Se trata de una entrevista se­miestructurada de aproximadamente una hora de duración, dirigida a evaluar los patrones de apego en adultos mediante la narrativa que rea­liza el adulto sobre sus relaciones con figuras de apego tempranas (George, Kaplan y Main, 1985). Main y Goldwyn (1982, citados en Main, 2000) describieron tres patrones de apego a partir del estado de la mente: patrón seguro-autónomo, patrón inseguro-rechazante, patrón inseguro-preocupado; a los que más tarde se agregó el patrón inseguro-desorganizado-des­orientado, para aquellos grupos de sujetos di­fíciles de clasificar en los tipos anteriores (Main y Salomon, 1990 citado en Main, 2000). Esta modalidad de evaluación del apego en el adulto que inicia Main y sus colaboradores delimita una primera línea de evaluación en el adulto basada en la psicología del desarrollo y centrada en los estados de la mente relacionados a experiencias tempranas con sus principales cuidadores (Bar­tholomew y Shaver, 1998). En contraposición a los desarrollos de Main y colaboradores, se incluye una segunda línea desde el enfoque comportamental basada en la psicología social y la psicología de la personali­dad, en la que se utilizan cuestionarios y esca­las de autorreporte. Nace de la mano de Hazan y Shaver (1987), que estudiaban la soledad y la depresión en adultos y adolescentes, desde la hipótesis de Weiss, que proponía que la soledad crónica se asociaba al apego inseguro, es decir, a la constitución de un apego romántico (apego con la pareja) de manera insegura. Es así como Hazan y Shaver (1987) construyen el instrumen­to Attachment Questionnaire (AQ). Se trata de un cuestionario de autorreporte basado en los tres tipos de apego propuestos por Ainsworth (apego seguro, evitativo y ambivalente) que el sujeto debe responder en base a su relación de pareja más importante (Bartholomew y Shaver, 1998). Desde esta línea han sido desarrollados múltiples cuestionarios y escalas de autoinfor­me que evalúan al apego. Gran parte de ellos se aplican a relaciones amorosas y relaciones in­terpersonales cercanas. Entre los más importan­tes se incluyen los siguientes: Adult Attachment Scale (AAS) de Collins y Read (1990); Relations­hip Scales Questionnaire (RSQ) de Bartholomew y Horowitz (1991); Peer Attachment Interview de Bartholomew y Horowitz (1991) y Experiences in Close Relationships (ECR) de Brennan, Clark y Shaver (1998). A pesar de ello, las diferencias entre ambos enfoques (aquel basado en psicología del desa­rrollo relacionado a experiencias tempranas y el basado en psicología social y de la personalidad relacionado al apego en relaciones amorosas) también se han destacado ciertos puntos de en­cuentro entre ambos. Ledesma (2018) sostiene que las experiencias emocionales y las conduc­tas asociadas a enamorarse, encontrarse y sepa­rarse de una pareja están impulsadas por el sis­tema de apego, el cual tiene como fin promover seguridad y supervivencia. Bowlby (1969) con­sidera que los sistemas de apego infantiles son similares a los que más tarde se ponen en juego en las relaciones amorosas y existen pocas dife­rencias entre las relaciones cercanas, sean estas entre padres e hijos o entre pares. En este senti­do se explica que patrones de conducta obser­vados durante la infancia y luego adultez en el vínculo romántico tienen la misma raíz, son acti­vados-desactivados por las mismas condiciones  y se expresan con los mismos propósitos (Fra­ley y Shaver, 2000). Asimismo, se ha planteado que el apego en las relaciones amorosas puede predecir conductas y sentimientos asociados a la parentalidad, mientras que el apego conoci­do mediante la AAI permite predecir conductas y sentimientos en relaciones de pareja (Shaver, Belsky y Brennan, 2000). En este artículo se presenta un instrumento de evaluación del apego desarrollado por Pie­rrehumbert et al., (1996) denominado CaMir (Cartes: Modeles Individueles de Relation), que considera tanto la apreciación actual del suje­to acerca de las relaciones vinculares en la in­fancia como las características del sistema de intercambio interpersonal en su medio familiar actual. Al incluir tres niveles dimensionales que consideran trece escalas y medir los modelos operativos internos a través de las estrategias relacionales de adolescentes y adultos, resulta superador a los instrumentos anteriormente ci­tados. Hasta el momento, el CaMir cuenta con algu­nas adaptaciones y versiones en distintos paí­ses de América (Perú y Chile), Europa (Espa­ña, Francia, Italia, Alemania e Inglaterra) y Asia (China y Japón). Tres de estas versiones han sido en lengua castellana (España, Chile y Perú). En España, se ha publicado una versión reducida del CaMir (Balluerka, Lacasa, Gorostiaga, Muela y Pierre­humbert, 2011; Lacasa y Muela, 2014). Trabaja­ron con 676 adolescentes con un rango de edad que oscilaba entre los 13 y 19 años. Los resul­tados arrojaron índices de consistencia inter­na que oscilaron entre 0,60 y 0,85, siendo una herramienta válida y fiable (a excepción de la dimensión permisividad parental, que no mos­tró una buena fiabilidad). A su vez, existe una adaptación chilena (Garrido, Santelices, Pierre­humbert y Armijo, 2009; Santelices, Ramirez, Armijo, Pérez y Olhaberry, 2008). Para esta, trabajaron con 578 sujetos, 204 hombres y 374 mujeres, de entre 14 y 80 años. Años más tarde, Nóblega y Traverso (2013) realizaron una adap­tación peruana trabajando con la versión redu­cida. Para ello, participaron 372 sujetos, 240 mujeres y 132 hombres, de entre 18 y 42 años. En ambos casos, los resultados confirmaron que el CaMir es un instrumento confiable y válido en la evaluación de los modelos internos de relación en adultos. El objetivo del presente estudio es adecuar lingüísticamente y adaptar el instrumento de evaluación de apego en el adulto CaMir (Cartes Modeles Individueles de Relation) elaborado por Pierrehumbert et al. (1996), en una muestra de adolescentes y adultos argentinos (n = 549). Su nivel de confiabilidad y validez permitirá contar con un instrumento en la Argentina que permita evaluar las apreciaciones actuales acerca de las relaciones de vínculo en la infancia y las carac­terísticas del sistema de intercambio interperso­nal en su medio familiar actual. Método Participantes Para la etapa de adaptación lingüística y con­ceptual, la muestra estuvo conformada por 30 varones y mujeres de entre 14 y 50 años de las provincias de San Luis y Buenos Aires, Argenti­na. Para la segunda etapa de adaptación del ins­trumento se trabajó -de manera arbitraria- con 549 sujetos de 14 a 80 años que residen en las provincias de San Luis, Mendoza y Buenos Ai­res, Argentina. En ambos casos se trabajó con una muestra de carácter no probabilística (Her­nández-Sampieri y Mendoza, 2018). Instrumento Se implementó el cuestionario de evaluación del apego de adultos CaMir (Cartes: Modèles Individuels de Relation) (Pierrehumbert et al., 1996). El cuestionario permite conocer las re­presentaciones mentales de apego tanto en adolescentes como en adultos a partir de la evaluación de las estrategias relacionales, supo­niendo la existencia de modelos individuales de relación sobre uno mismo y del otro en las rela­ciones interpersonales. De manera más específica, indaga cuatro ni­veles dimensionales: 1) las experiencias de ape­go presentes a partir de preguntas relativas a la familia actual, 2) las relaciones pasadas, con preguntas destinadas a captar los componen­tes de las experiencias pasadas con los padres de la infancia, 3) el estado de ánimo actual y nivel de elaboración sobre la apreciación de la implicación de los padres sobre las expe­riencias pasadas reales recordadas y 4) las representaciones generalizadas sobre la pa­rentalidad y las necesidades emocionales de los niños y de los adolescentes y adultos ac­tuales. De este modo, busca conocer tanto la apreciación actual del sujeto acerca de las rela­ciones vinculares en la infancia como las carac­terísticas del sistema de intercambio interper­sonal en su medio familiar actual. Los ítems exploran estrategias relacionales primarias, a partir de reconocer cómo la persona valora el apoyo social y la seguridad relacional (estilo de apego seguro) y estrategias secunda­rias donde valora la independencia con distancia emocional (estilo de apego inseguro evitativo) o, por el contrario, valora la implicación inter­personal en desmedro de la autonomía (estilo de apego inseguro preocupado). El cuestionario consta de 72 ítems reagrupados en escalas que implican 13 dimensiones de apego específicas: Interferencia parental, Preocupación familiar, Resentimiento de infantilización, Apoyo paren­tal, Apoyo familiar, Reconocimiento de apoyo parental, Baja disponibilidad parental, Distancia­miento familiar, Rencor contra los padres, Trau­matismo infantil, Bloqueo de recuerdos, Dimen­sión parental y Valoración de la jerarquía. En base a los datos obtenidos en estas esca­las, se calcula un puntaje estandarizado con el cual se puede clasificar las respuestas del adulto o adolescente dentro de un estilo de apego do­minante: seguro, inseguro evitativo o inseguro preocupado. Procedimiento En primera instancia, se conformó un equi­po de profesionales de las distintas provincias mencionadas (Mendoza, San Luis y Buenos Ai­res), que se formaron en el instrumento descrito de manera previa a su administración. En segunda instancia, se llevó a cabo la pri­mera etapa del estudio: la adaptación preliminar lingüística-cultural. En esta primera etapa, se adaptaron los ítems del CaMir a la realidad so­cial y cultural argentina desde un punto de vista lingüístico-semántico. Para ello, se contactó a 30 sujetos de ambos sexos de entre 14 y 50 años residentes en San Luis o Buenos Aires que quisieran participar en el estudio después de brindar su consentimiento informado. De estos, aleatoriamente, 15 respon­dieron a la versión española completa y los otros 15 a la versión chilena, siguiendo las recomenda­ciones del autor de la técnica. Tras dicha admi­nistración, los participantes señalaron aquellos ítems que resultaban confusos, tanto en la re­dacción como en la comprensión. A su vez, se envió la escala a tres expertos en el área de apego y construcción de instru­mentos psicológicos, que analizaron los ítems y sugirieron modificaciones. La validez de conte­nido mediante el juicio de expertos como parte del proceso permitió reconocer los ítems con mayores dificultades. Para ello, se estableció una escala numérica (1: no expresa, 2: expresa a medias, 3: mejor expresión) a fines de cono­cer si el ítem era comprensible y claro para cada una de las 72 tarjetas. Una vez que se computaron los resultados de la escala numérica, se revisaron todas las su­gerencias y se procedió a la segunda adminis­tración de la prueba para evaluar la pertinencia de la adaptación lingüística realizada. De esta prueba, participaron 15 personas de ambos se­xos, con el objeto de evaluar la validez aparen­te de la nueva versión del instrumento. Aun así, de los 72 ítems, seis continuaban sin ser com­prendidos. Por ello, se consultó a expertos en el lenguaje francés y en inglés para que tradujeran las frases al español. Los expertos nuevamente analizaron las frases y se modificaron aquellas que resultaban difíciles de comprender. Por ter­cera vez, se aplicó el cuestionario logrando una buena compresión de los 72 ítems. En tercera instancia, una vez lograda la adap­tación lingüística-cultural final, se procedió a la segunda etapa del estudio: la validación del instrumento (la determinación de la fiabilidad y validez del mismo). Para ello se contactaron a sujetos de entre 14 y 80 años, de ambos sexos, residentes en la provincia de Mendoza, San Luis o Buenos Ai­res. Después del consentimiento informado se procedió a la administración del instrumento previamente adaptado lingüísticamente. Esta muestra estuvo conformada por un total de 549 sujetos. La administración se realizó de mane­ra completa en dos oportunidades (test-retest) con aproximadamente tres meses de diferencia entre ambas (entre 90 y 110 días). Es importante señalar que, para asegurar la calidad del proceso de validación, se decidió evaluar de manera individual (en lugar de gru­pal) a cada uno de los participantes. En cada caso, la administración tuvo una duración pro­medio de 35 minutos y estuvo a cargo de un licenciado en psicología experto en la adminis­tración y evaluación del test. Tras esta segunda etapa de administración, se procedió al análisis de datos. Se dividió la mues­tra aleatoriamente en dos partes. Con la primera parte (n = 349) se realizó un análisis factorial exploratorio, teniendo en cuenta la ausencia de consenso y de consistencia en los resultados de la estructura interna de la escala en otros países. Mediante el software FACTOR 10.0, se utilizó el método de extracción de mínimos cuadrados no ponderados (ULS) con rotación Promax, dada la naturaleza ordinal de los ítems. Con la segunda parte (n = 200) se realizó una análisis factorial confirmatorio, mediante el software MPlus 7 y se utilizó el método de estimación de mínimos cuadrados ponderados diagonales (DWLS) y los índices de ajuste con­siderados fueron el estadístico chi-cuadrado, el Índice de Ajuste Comparativo (CFI), el Índice de Tucker-Lewis (TLI), considerando para ambos valores entre .90 y .95 como aceptables a ex­celentes, el Error Cuadrático Medio de Aproxi­mación (RMSEA) para el que se esperan valores entre .05 y .08, y la ponderada Media Cuadrática Residual (WRMR) esperando valores menores a 1 (Yu y Muthen, 2002). Para analizar la consis­tencia interna de las escalas se calculó el índice de fiabilidad compuesta (ρ). Por último, para evaluar la estabilidad de test-restest, se utilizó el Coeficiente de correlación de Pearson entre ambas tomas. Resultados En cuanto a la primera etapa de trabajo, la va­lidez aparente inicial analizada por el equipo de investigación permitió detectar ítems incom­prensibles y posibilitó desarrollar la administra­ción del instrumento, en todos los casos de ma­nera individual. De este modo, podían evaluarse las reacciones y acompañar al examinado en el proceso de administración. La validez de con­tenido develó un alto grado de concordancia (87-99 %) entre los expertos que analizaron los ítems (Voutilainen y Liukkonen, como se citó en Hyrkäs, Appelqvist-Schmidlechner y Oksa, 2003). En la segunda etapa se trabajó sobre las pro­piedades psicométricas de la prueba. El análi­sis factorial exploratorio presentó un índice de adecuación muestral KMO (Kaiser-Meyer-Olkin) de .87, y el test de esfericidad de Bartlett fue significativo a un nivel p < .001, lo cual indica una adecuada intercorrelación entre los datos y la factibilidad de realizar el análisis. Utilizando el método de extracción de componentes princi­pales y la regla de Kaiser-Gutman se obtuvo una solución inicial de 18 factores con autovalores superiores a 1, los cuales explicaban en conjunto un 59,22 % de la varianza total de la prueba. De modo similar al procedimiento realizado en las validaciones española, chilena y peruana del Ca­Mir, se decidió considerar sólo aquellos factores que explicaban al menos un 2 % de la varian­za y que estuvieran compuestos por, al menos, dos ítems significativos en su estructura (Ba­lluerka et al., 2011; Garrido et al., 2009; Nóblega y Traverso, 2013). Aplicando estos criterios, el número de factores en los que se agrupan las puntuaciones se redujeron a ocho, los cuales ex­plican el 42,77 % de la varianza total. A partir de la inspección de la matriz de componentes se eliminaron los ítems con pesos factoriales ba­jos (menores a .40), aquellos ítems con cargas compartidas (superiores a .30) con otro factor, y aquellos ítems que no correlacionaban con ningún factor. De esta manera, se retuvieron un total de 43 ítems distribuidos en cuatro facto­res teóricamente claros que explicaron un 43,1 % de la varianza de respuestas al test (ver Ta­bla 1 del anexo). Tal como recomiendan Coste­llo y Osbourne (2005), cada factor identificado agrupaba al menos cinco ítems con cargas fac­toriales cercanas a .50. El primer factor agrupó ítems que refieren a la historización de expe­riencias pasadas (α = .81) y explica un 25,76 % de la varianza; el segundo factor agrupa ítems que corresponden al apoyo familiar (α = .71) y explica un 8,8% de la varianza; el tercer factor corresponde a la preocupación familiar (α = .76), explicando un 4,42% de la varianza, y el cuarto factor corresponde al reconocimiento de perso­nas significativas sobre la asimetría adulto/niño (α = .69), explicando un 4,12 % de la varianza. El análisis factorial confirmatorio dio como resultado para el modelo especificado según la estructura obtenida en el AFE, un coeficiente X2 significativo (1181,86; p ≤ .001). Los resultados mostraron índices de ajuste satisfactorios que demuestran el ajuste del modelo de cuatro fac­tores a los datos (CFI = .94, TLI = .94, RMSEA = .04 [IC 90 % = 0,037 – ,049] y WRMR = 1,07). Los coeficientes de regresión fueron significati­vos de .47 a .82 (p ≤ ,01). Por último, se calculó la fiabilidad compuesta de las escalas, obteniendo ,87 para el factor 1, ,76 para el factor 2, ,82 para el factor 3, y ,77 para el factor 4. Se observa que todos los constructos latentes presentaron va­lores considerados buenos por la literatura. Finalmente, el test-retest dio como resultado una correlación de ,80 para el factor 1, de ,69 para el factor 2, de ,77 para el factor 3, y de ,75 para el factor 4. En todos los casos las correla­ciones fueron significativas, indicando la buena estabilidad de las escalas. Discusión La versión argentina del cuestionario CaMir demostró suficiente validez aparente, de con­tenido, estructural y confirmatoria, así como confiabilidad en sus escalas y buena estabilidad test-retest. La estructura interna del cuestionario deve­ló cuatro dimensiones. La primera invita a una lectura retrospectiva de la propia historia, de­nominada historización de experiencias pasa­das; la segunda, referida a las representaciones del apego seguro denominada apoyo familiar; la siguiente dimensión de apego preocupado, denominada preocupación familiar; y la cuarta, referida a las representaciones de la estructu­ra familiar titulada reconocimiento de personas significativas. La dimensión historización de experiencias pasadas invita a bucear en la memoria y en la historia de un tiempo pasado, a través de un trabajo de construcción y reconstrucción de lo vivido. Incluye ítems específicos destinados a explorar tanto experiencias pasadas y actuales como las vivencias suscitadas por el recuerdo de dichas experiencias. De este modo, permite sumergirse y reorganizar un fondo de memoria y un espacio relacional como una tarea de re-aseguramiento de la identidad. Esta dimensión resulta central, ya que posibilita poner en circu­lación la exploración de experiencias pasadas, las vivencias presentes de lo acontecido y la tendencia a reproducir similitudes en las versio­nes interrelacionales que devienen. En otras pa­labras, las apreciaciones actuales acerca de las relaciones de vínculo en la infancia -que siempre implican reorganizaciones cognitivas y afecti­vas de las experiencias vividas precedentemen­te- favorecen u obstaculizan el sistema de inter­cambio interpersonal con su medio familiar. Los recuerdos de haber experimentado falta de dis­ponibilidad, situaciones de violencia y vivencias de amenazas por parte de las figuras de apego durante la infancia y niñez son compatibles con el estilo de apego inseguro preocupado e inclu­so con la desorganización del apego (Balluerka et al., 2011). En tanto el estilo de apego inseguro evitativo se vislumbra a partir de desactivar en la mente las necesidades de apego como for­ma de resguardarse, posiblemente no recuer­de situaciones del pasado. Defensivamente, los registros de sufrimiento se disocian y con fre­cuencia se corporizan a nivel fisiológico. Este complejo factor se compone de un total de 27 ítems que explican el 25,76 % de la varian­za. En comparación a la adaptación chilena (Ga­rrido et al., 2009), algunos de estos 27 ítems se agrupan en diversos factores tales como: aban­dono infantil, desconexión emocional y trauma­tismo parental. En relación con la adaptación española (Balluerka et al., 2011), algunos de es­tos 27 ítems se encuentran distribuidos en los siguientes factores: seguridad, disponibilidad y apoyo de las figuras de apego, autosuficiencia y rencor contra los padres y traumatismo infantil. Por último, en la adaptación peruana (Nóblega y Traverso, 2013), el total de estos 27 ítems se encuentran en la dimensión denominada indis­ponibilidad parental y resentimiento de rechazo. La dimensión apoyo familiar refiere al nivel en que la persona siente a su familia como fuen­te de soporte y seguridad. Implica el grado de confianza y disponibilidad en estas figuras sig­nificativas. Estas representaciones sobre sentir­se querido y merecedor del amor familiar coin­ciden con un estilo de apego seguro. En tanto, como estrategia secundaria, el estilo de apego inseguro evitativo demuestra distancia y recha­zo familiar priorizando una autonomía extrema y distanciamiento emocional. Las estrategias propias del estilo de apego preocupado se ca­racterizan por una alternancia entre una exage­rada disponibilidad familiar y signos-reacciones extremas ante situaciones estresantes con in­tenso malestar y rumiación continua. Este factor se compone de cinco ítems, expli­cando un total del 8,80 % de la varianza. Coin­cide con la adaptación chilena (Garrido et al., 2009), siendo que, también mediante la medida de adecuación muestral de Kaiser-Meyer-Olkin (KMO) y test de esfericidad de Bartlett, se de­veló a la dimensión de apoyo familiar como parte de la estructura interna. En este caso, se compone de cinco ítems explicando un 4,14 % de la varianza. Un total de tres de dichos ítems coinciden con la presente adaptación argenti­na, específicamente con los ítems 1, 10, 15. En la versión peruana (Nóblega y Traverso, 2013), algunos ítems de esta dimensión de apoyo fa­miliar se observan dentro de la dimensión que reconstruye casi en su totalidad la de preocupa­ción familiar, específicamente los ítems 1 y 15 de esta adaptación argentina. La dimensión preocupación familiar está de­finida en términos de percepción intensa de separación y ansiedad actual por las figuras de apego significativas familiares o del entorno cercano, como así también el grado de malestar y ansiedad frente a la posibilidad de separación de ellas. Al hiperactivar su sistema de apego, la persona evita alejarse de su familia, emplean­do una estrategia ambivalente que tiene por objetivo mantener la proximidad y asegurar la disponibilidad de sus figuras de apego en todo momento (Balluerka et al., 2011). Entre tanto, la estrategia de apego inseguro evitativo presenta una tendencia evasiva respecto de las relacio­nes íntimas y bloqueo de todo tipo de pensa­mientos que reflejen experiencias negativas o ansiosas. Las personas con estilo de apego se­guro, frente a situaciones preocupantes, activan una estrategia primaria, caracterizada por la búsqueda de proximidad de la figura de apego como forma de obtener confort y protección sin desplegar ansiedad de separación de los seres queridos o excesiva preocupación actual por las figuras de apego. Este factor se compone de seis ítems, expli­cando un 4,42 % de la varianza. Coincide con la adaptación chilena (Garrido et al., 2009), espa­ñola (Balluerka et al., 2011) y peruana (Nóblega y Traverso, 2013), siendo que, mediante la medida de adecuación muestral de Kaiser-Meyer-Olkin (KMO) y test de esfericidad de Bartlett, tam­bién se develó a la dimensión de preocupación familiar como parte de la estructura interna en dichas adaptaciones. En el caso de la adapta­ción española, la dimensión explica el 9,59 % de la varianza, mientras que, en la adaptación chilena, el 6,06 % y en la peruana, el 6,17 %. En los tres casos, se compone por los mismos seis ítems que la presente adaptación argentina. En la adaptación peruana, además de estos seis ítems, se suman dos más propios de la dimen­sión de apoyo familiar en esta adaptación ar­gentina, específicamente los ítems 1 y 15. Por último, la dimensión reconocimiento de personas significativas se corresponde con la di­mensión originalmente denominada valoración de la jerarquía. Dada la amplitud de acepciones que tiene la definición valoración de la jerarquía y los ítems que la conforman se tomaron las operacionalizaciones del término para reflejar su significado y renombrar la variable. La rela­ción de apego con los cuidadores principales implica una relación asimétrica en el que el adul­to es proveedor de cuidados. De este modo, en el marco de la asimetría el adulto cuidador signi­ficativo es reconocido como una persona sabia en la que se confía y acepta su guía, sus reco­mendaciones e indicaciones. En esta dirección, cabe subrayar que la inversión de funciones es un indicador importante de la presencia de dé­ficit de cuidados (Fonagy, 1991, 1999; Fonagy, Gergely, Jurista y Target, 2002). Por lo tanto, la escala devela la valoración positiva que hace el sujeto del rol del cuidador significativo en la asimetría adulto-niño y su ca­pacidad para leer los estados mentales, nece­sidades o deseos y consecuentemente proveer el apoyo cuando las necesidades de acogida y amparo se hacen presentes. Esta dimensión de reconocimiento de personas significativas mo­dula las posibilidades del niño y permite recono­cer el estilo de representaciones de apego que prevalece en el sujeto. Reconocer y respetar la presencia de al menos una persona sabia que puede proveer protección, cuidados, libertades y respetar la alteridad del otro, develaría un esti­lo de apego seguro. En contraposición, la nega­ción de dicha autoridad y jerarquía acompañada de sentimientos de desconfianza en la disponi­bilidad parental, incomprensión y falta de ayuda por parte de la/s figura/s de apego, reflejaría un estilo de apego inseguro evitativo. En tanto que el cuestionamiento o inexistencia de la asimetría adulto cuidador significativo– niño en la cual se instala la desconfianza y el resentimiento deve­laría un estilo de apego obsesivo preocupado. Este factor se compone de cinco ítems, ex­plicando el 4,12 % de la varianza. Ello coincide con la adaptación chilena (Garrido et al., 2009), española (Balluerka et al., 2011) y peruana (Nó­blega y Traverso, 2013), siendo que, mediante la medida de adecuación muestral de Kaiser-Me­yer-Olkin (KMO) y test de esfericidad de Bart­lett, también se develó a la dimensión de valo­ración de la asimetría adulto-niño como parte de la estructura interna en dichas adaptaciones. En Chile, el factor se denomina valoración a au­toridad, compuesta por tres ítems, explicando el 2,56 % de la varianza. Dos de dichos ítems coinciden con la presente adaptación argenti­na, específicamente con los ítems 20 y 37. En España, el factor se denomina valor de la auto­ridad de los padres, compuesta por tres ítems, explicando el 5,45 % de la varianza. Un total de dos de dichos ítems coinciden con la presente adaptación argentina, específicamente con los ítems 4, 20 y 37. Por último, en Perú, el factor se denomina valoración de la jerarquía, compues­to también por tres ítems, explicando el 2,62 % de la varianza. Dichos ítems coinciden con tres ítems de la presente adaptación argentina, es­pecíficamente con los ítems 20, 26 y 37. Conclusiones Es importante destacar que, si bien los mo­delos individuales de relación (MIR) tienden a la estabilidad, también pueden modificarse según las circunstancias a las que se enfrente el suje­to (Marrone, 2001). En este sentido, conocer la historización del pasado, el apoyo y preocupa­ción familiar, así como el reconocimiento de la asimetría entre adultos significativos y niños, a partir de la capacidad de mentalización, resulta un punto de partida inigualable para develar las relaciones de apego de la infancia y su impacto en las representaciones actuales en cuanto a sus necesidades emocionales y las de los demás. El hecho de contar con cuatro escalas permite hacer un análisis minucioso de los datos, que a nivel clínico y de investigación pueden ser de mucha utilidad. El cuestionario resulta novedo­so por la integración de distintos periodos de la historia vital-emocional en el análisis, lo cual conlleva a la realización de comparaciones a ni­vel de relaciones con la familia de origen y la familia actual, además del estado emocional del sujeto. La versión argentina del cuestionario solo ad­mite ser administrado por un psicólogo exper­to en el test. A su vez, la administración debe ser individual. En consecuencia, la autoadminis­tración o aplicaciones grupales podría resultar iatrogénica y conllevar a errores diagnósticos, dada la relevancia de las proposiciones y/o la no comprensión semántica de estas. A modo de cierre, se remarcan alcances y li­mitaciones halladas. En cuanto a las desventa­jas halladas, podría mencionarse la dificultad que presentaron algunos sujetos para compren­der ciertos ítems. De este modo, se sugiere, en aquellos casos con poca alfabetización, acom­pañar al examinado en la lectura de los ítems. Asimismo, es importarte recordar que el instru­mento no evalúa el estilo de apego desorgani­zado. Por otro lado, con respecto a las ventajas, el instrumento quedó conformado por 43 ítems, una versión más acotada, que reduce el tiempo de aplicación, pudiendo así ampliar su adminis­tración a diversos contextos más allá del psico­diagnóstico como, por ejemplo, en el sistema de atención de salud primaria. Se trata de un cues­tionario de libre acceso y de fácil aplicación.

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