Mesa 3 Transiciones
Presentación
Asistimos en la actualidad a las transformaciones sociales y a los logros conseguidos por el movimiento ciudadano que reivindican la legitimación de lo que llamamos la posición trans. La distinción entre sexo anatómico y el psíquico determina grandes consecuencias para la vida de las personas trans. El DSM modifica sus definiciones y las manifestaciones de la sexualidad ocupan un lugar distinto fruto de las presiones políticas que se ejercen por dichos movimientos ciudadanos que reivindican el pleno acceso a derechos sin requisitos diagnósticos de los sujetos que asumen su identidad sexual fuera de lo que era considerado norma hasta ese momento. La anatomía no es el destino. Tampoco la determinación social. La infancia es un momento crucial donde se producen las elecciones. Y esto nunca se asume sin dificultad. Y es en la sexualidad donde se juegan las primeras identificaciones que determinan la identidad de los sujetos. ¿Qué implica para la infancia trans? Cómo pensarla, abordarla y escucharla. Invitamos a pensar juntos en un debate abierto sobre estas cuestiones. Albert Montaner (moderador), psicólogo clínico y psicoterapeuta. Coordinador del CSMIJ de Montcada de la FETB.
Ponencias
Patologización y medicalización en la infancia y adolescencia trans
Sabel Gabaldón
Identidad, incertidumbre y otros retos en el acompañamiento de las expresiones de género diversas en la infancia
Miquel Missé
Discusión,
a cargo de Rut Sonnabend
Comité organizador de la Mesa 3
Albert Montaner, Rut Sonnabend, Maisa Campos, Anna de Jesús y Sunsi Segú
Patologización y medicalización en la infancia y adolescencia trans
Sabel Gabaldón
En la cultura occidental, las categorías sexo y género parten de una selección dicotómica. Es diferente el termino sexo y género. Al concepto de género le ha dado fuerza el movimiento feminista, rompiendo el binarismo y abriendo un abanico de posibilidades. El sexo no es un producto de la naturaleza rígido y el género un constructo social flexible, sino algo que se construye. Es importante la interseccionalidad de factores en las situaciones. Hace falta imponer más capacidad crítica y reflexiva. Las identidades de género no son rígidas, se hacen estables. Lo que las ha hecho rígidas ha sido el trato social. Estamos en un momento de mayor sensibilidad social y en los equipos de salud en general. Despatologizar no quiere decir excluir de los servicios de salud, sino que esta atención, cuando se requiera, sea adecuada y dignificada. Patologización y medicalización en la infancia y adolescencia trans
Los niños y adolescentes que experimentan sus características sexuales primarias y/o secundarias y el sexo asignado al nacer como incompatibles con su identidad de género pueden sentir una intensa angustia. Existe una gran relación entre el sistema coercitivo (social y cultural) de género y los malestares sentidos por aquellas personas que no se pliegan al género binario esperado en nuestro contexto social. Según la encuesta realizada por el National Transgender Discrimination Survey, en el año 2011 en los EE.UU., el 78 % de las personas “no convencionales” en cuanto a su género sufre acoso escolar; de ellos, un 35 % sufrió agresiones físicas y un 12 %, violencia sexual. El proceso de aceptación de la identidad sexual de las personas trans es un camino personal conflictivo al que se le suma una importante presión social, estigmatización, discriminación y, en muchas ocasiones, una clara violencia que puede dar lugar a conflictos y síntomas que hay que contener y tratar. La ansiedad, el estrés, las depresiones y el suicidio son más frecuentes en el colectivo trans en el que actúan, además, diferentes interseccionalidades (etnia, religión, cultura, pobreza, infancia…), que pueden llegar a complejizar y agravar la situación, porque operan como sistemas de opresión y discriminación de estos colectivos, aumentando su vulnerabilidad. La transexualidad, hoy en día, sigue formando parte de las categorías médicas patologizantes que han operado y operan como reguladoras de lo que podemos denominar la verdad del género, entendida como un parámetro de normatividad y normalización social que, a través de la exigencia de concordancia sexo-género y el establecimiento de la heterosexualidad obligatoria, nos da una visión específica del mundo. Estos sistemas normativos siguen siendo perfectamente aplicables, hoy en día, a la transexualidad, y nos sirven para enmarcar la consideración de las personas trans en la historia reciente. Han pasado de calificarse como seres monstruosos, abyectos, aberrantes o perversos, a integrarse en las categorías médicas patologizantes que han operado y operan como reguladoras de la verdad del género, entendida como el parámetro de normatividad y normalización social a través de la exigencia de la concordancia sexo-género y de la heterosexualidad. La idea de control social, heredera de la ilustración y la revolución industrial, parte de la instrumentalización de la ciencia, concibiendo el saber científico como un producto social que, en muchos casos, muestra los presupuestos políticos y sociales bajo los cuales se produce. Dentro de los saberes científicos, no han escapado a este hecho la medicina y, particularmente, la psiquiatría. Estos presupuestos políticos, vigentes durante casi trescientos años en la cultura hegemónica occidental, se han basado en una concepción del género (y en una concepción social en general) rigurosamente binarista y, en consecuencia, transhomófoba. La ciencia y la técnica han considerado todo lo no binarista como enfermedad. El término transexual lo utiliza por primera vez el endocrinólogo Harry Benjamin en 1953 para distinguir a los individuos que desean vivir de forma permanente como miembros del sexo opuesto, al existir una incongruencia entre el sexo con el que nacieron y el sexo al que sienten pertenecer. Este es el punto de partida de la categoría transexual, una definición normativa marcada por su origen médico que describía a personas que estaban en un momento de transición y por los agentes sociales que controlan su uso (médicos, legisladores, las propias personas trans). La transexualidad, en su origen, fue un concepto pensado y utilizado para adultos, pero desde que se incluyó en las clasificaciones médicas, tanto de la OMS (CIE) como de la American Psychiatric Association (DSM), apareció una sección donde se incluían estos “trastornos” en la infancia. La adolescencia se incluía en el mismo capítulo que la transexualidad en la edad adulta. Los niños con expresiones de género cruzado han existido siempre, pero, lamentablemente, los “menores transexuales” existen porque existe esta categoría. Hasta hace bien poco se pensaba que la infancia era una etapa de desarrollo y evolución donde no se le atribuía la categoría transexual a nadie hasta que, con el tiempo, podía definirse, llegada la adultez o en las últimas etapas de la adolescencia. En lugar de hablar de infancia transexual o adolescentes transexuales debemos referirnos a estas situaciones mediante una perspectiva crítica con las normas de género y pensar las experiencias en relación al género de las personas menores como posiciones en constante evolución. Esta perspectiva está más en coherencia con una de las características que definen a la infancia y a la adolescencia: personas en constante desarrollo y con una marcada plasticidad psicológica. En la infancia y la adolescencia, periodo en el cual la autonomía de la persona se está forjando, se requiere de un acompañamiento no invasor ni precipitado. Debemos contribuir a la despatologización y desmedicalización del colectivo trans y entenderlo como una expresión de género que difiere de las normas culturales prescritas para personas de un sexo en particular. Ni las identidades trans, ni las diversas expresiones de género no normativas, constituyen por sí solas un trastorno mental: forman parte de la diversidad humana. Desde esta perspectiva, la experiencia trans forma parte de un conjunto de construcciones y elecciones de carácter personalísimo, de trayectorias heterogéneas, fluidas y cambiantes, que deberían ser aceptadas socialmente y legitimadas por la ley. Si existe un problema de salud mental, con frecuencia proviene del estigma, del rechazo y de experiencias negativas, o es fruto también de las diferentes categorizaciones médicas sobre la transexualidad. Las clasificaciones psiquiátricas han variado en las últimas décadas: transexualidad, trastorno de identidad de género, disforia de género e incongruencia de género. Estas variaciones en las últimas clasificaciones médicas, influidas por las presiones de colectivos y asociaciones LGTBI, como ya ocurriera hace décadas con la homosexualidad, han tenido como objetivo intentar evitar el estigma y la psiquiatrización sin lograrlo. En la comprensión de la infancia y adolescencia trans, es ineludible hallar un compromiso entre el imperativo terapéutico y la obligación ética de contribuir a la aceptación social de la diversidad de género. Debemos criticar tanto los intervencionismos exagerados como las exclusiones fruto de rigideces o intolerancias ideológicas y culturales. Considerar socialmente la infancia y adolescencia trans como expresión de una situación peor y no deseada es la principal causa de discriminación y vulneración de los derechos fundamentales de la persona. El reto es verla simplemente como una diversidad; una diversidad donde la diferencia no debe ser tamizada por tratamientos y actitudes patologizantes; una diversidad donde nos cuestionemos constantemente la epistemología normativa de la cultura y la sociedad en la que vivimos. Desde esta perspectiva, es necesario entender la experiencia trans no como una patología, un desorden de identidad o un problema, sino como un conjunto de construcciones y elecciones de carácter personalísimo, de trayectorias heterogéneas, fluidas y cambiantes que deberían ser aceptadas socialmente y legitimadas por la ley. Las respuestas no estarían únicamente en la comprensión bio-psico-social sino en un cambio en la mirada social, que ha pasado a entender a los niños como sujetos de derecho y con un libre desarrollo de su personalidad. Es importante no frenar, pero tampoco empujar; mantener una actitud prudencial. La prudencia es una virtud que media entre un exceso y un defecto. Ser prudente no es algo inactivo sino tener la capacidad de espera y valorar el tiempo. Debemos impulsar la transición desde un modelo médico a otro fundamentado en los derechos del niño, en el que los profesionales de la salud asumimos un rol de acompañamiento, pero dejamos de tener la facultad de determinar las formas de entender y vivir las identidades y expresiones de género, las orientaciones y prácticas sexuales y las transformaciones corporales que, en su caso, se puedan llevar a cabo.
Identidad, incertidumbre y otros retos en el acompañamiento de las expresiones de género diversas en la infancia
Miquel Missé
Miquel Missé agradece el acierto del Congreso facilitando proseguir el debate sobre la transexualidad desde diferentes miradas, incluida la psiquiatría. Para los movimientos trans, estos espacios de reflexión son un reto, impensable en tiempos pasados en que la transexualidad como concepto problemático y frágil era considerada como un trastorno mental que tenía como tratamiento único la transformación del cuerpo. En los últimos años, los distintos actores se han movido, profesionales, activistas trans… Trans es una definición socio-médica. Otras culturas lo han gestionado de maneras distintas ¿Cómo gestionar este malestar? El relato de la transexualidad está muy extendido; hay gente que le va bien como un modo de supervivencia adaptándose al modelo biomédico. Insiste en que el concepto transexualidad está en construcción, haciendo un símil con la arquitectura urbana. Nos describe un edificio, donde los cimientos descansan sobre dos creencias o ideas muy asentadas: una es que tiene que haber concordancia entre el cuerpo, el sexo biológico y la manera como nos comportamos, es decir, el género en el que vivimos; la segunda es que el mejor tratamiento, si no se da la concordancia, es la modificación corporal. Ve que se ha desplazado la idea de patología pero que las creencias de fondo quizás no tanto. Lo trans es una reacción, no es un fenómeno biológico; no es innato y la cultura debería permitir que las personas sean como quieran, no lo que se espera de ellas. El foco es el malestar con la sociedad. Deberíamos ser prudentes para acompañar en la tolerancia a la incertidumbre, favoreciendo nuevos relatos, trayectorias de vida mediatizadas por la cultura. Se plantea una hipótesis: en una sociedad con normas diferentes, tal vez no hiciera falta hablar de transexualidad. Apuesta por romper el esencialismo de género, no siendo fijos ni estables, a pesar de que entiende que no sean fáciles, ya que generan inseguridad; entendiendo el género como un código que aprendemos a representar. La experiencia trans debería de ser un lugar para pensar y reflexionar que genera una oportunidad. Comenta que el concepto transexualidad emerge para dar respuesta a los malestares de los adultos. Pone en duda, o en todo caso, pregunta si este marco interpretativo sirve para hablar de los malestares de género en la infancia y adolescencia. Algunos de estos malestares son muy profundos y no se deberían explicar únicamente desde el cuerpo, pero inciden en él. Afirma que se necesita una reflexión más profunda de los estados vitales y evolutivos y propone continuar reflexionando en esta cuestión. Se debe diferenciar el acompañamiento de la identidad de género en la infancia y la adolescencia. En la infancia, no hay primera persona; tiene mucha fuerza el relato de las familias y se debe calmar esta ansiedad. En cambio, en la adolescencia se debe ayudar a elaborar el relato de la transexualidad ¿Quieren ser mirados, escuchados o cambiar de género? Es necesario un acompañamiento sin esperar nada, sin expectativas, sin querer dar en el clavo. Un elemento importante es poder acompañar a niños, adolescentes y a sus familias y que puedan sentir que podemos sostener la incertidumbre del no saber. A la vez, lanza la reflexión alrededor de cómo nos podremos hacer cargo de la incertidumbre del otro si no nos podemos hacer cargo de la nuestra. Los discursos de los movimientos trans son plurales y diversos, aunque los medios de comunicación los presenten como si fueran únicos; actualmente, hay una discusión interna, una necesidad de rebelión con nuevas ideas. Vuelve a hacer referencia al ejemplo del edificio: cómo la fachada del edificio urbano va cambiando y es necesario su cambio y su renovación con el paso del tiempo. Esto implica rehuir de la visión médica inicial centrada en que alguna cosa no va bien en el individuo sin tener en cuenta todo el contexto que le rodea; implica aceptar la crítica y aportar nuevas ideas. Miquel hace referencia ya a conceptos como el de transición y también las transiciones evanescentes de un referente trans mejicano. Las personas trans no se pueden quedar con el concepto original que emergió a mediados del s. XX, han de superarlo, ser críticos y debatir para construir nuevos relatos.
Debate
A raíz del coloquio mantenido con los ponentes y el público, querríamos puntualizar algunas ideas sobre el fenómeno trans. Se está observando un aumento de casos de adolescentes trans con diagnóstico TEA. Se plantea la hipótesis que sea una posición de carácter más defensivo, pero sobre todo debe abordarse desde el significado que ser hombre y ser mujer representa para cada uno de ellos/as. A la pregunta de cuándo empezar a hormonarse, se deja claro que nunca debe ser el único paso y siempre debe ser una petición que venga del adolescente. Si existe la necesidad, se atiende. Definición de libre elección de género: tener la capacidad de poder decidir sin coacciones internas y externas y con un grado de competencia adecuado. A las personas trans se las debe integrar en la toma de decisiones: informarlas y escucharlas en la medida que tengan la capacidad para decidir. Concepto de menor maduro (41/2002 Ley de la Autonomía del Paciente): capacidad que tiene alguien en salud para decidir sobre un hecho concreto y un momento determinado. Concepto de despatologización del fenómeno trans: no aceptar que haya certificados médicos que puedan avalar quién es cada persona. Concepto de autodeterminación del fenómeno trans. Nunca debe ser entendido fuera de la realidad en que el género viene de un significado cultural compartido: no podemos ser mujer o hombre sin la mirada del otro. En la complejidad del tránsito, prudencia: no frenar ni tampoco empujar. Identidad, incertidumbre y otros retos en el acompañamiento de las expresiones de género diversas …
Discusión
Rut Sonnabend
Notas introductorias Luego de la webinar del mes de octubre, tenemos un nuevo encuentro junto a Sabel Gabaldon y a Miquel Missé, que han estado en la mesa del citado mes. Ojalá tengamos más encuentros para conversar, debatir y dialogar sobre este tema que nos importa, nos concierne y nos interpela. Es una buena manera de avanzar. Han cambiado algunas cuestiones desde nuestro anterior encuentro. Seguimos inmersos en esta provisionalidad permanente, con incertezas, pero algo se ha movido, no sin dificultades. El borrador de la ley de igualdad que tanta polémica ha generado en el colectivo feminista y en el seno del mismo movimiento trans nos da una idea de la dimensión que genera este tema. Estamos atentos al devenir de los efectos de la propuesta de ley. El tema que nos ocupa también está sujeto a cambios: se caracteriza por la variabilidad identitaria, las identidades no son fijas, no hay nada determinado, y es en la infancia que se verifica justamente como una época de cambios y evoluciones. Esta es una de las temáticas de la Tesis de Sabel Gabaldón, Infancia y adolescencia trans. Reflexiones éticas sobre su abordaje, de la que recomiendo su lectura. En el recorrido exhaustivo que realiza Sabel Gabaldón a partir de su experiencia clínica, recorremos la manera particular y cuidadosa que ha realizado con los niños y adolescentes. Lo que me ha interesado en sus reflexiones, entre muchas otras interesantes también, es que si cada vez más recibimos niños y adolescentes que se plantean, no sin sufrimiento, sus dudas y malestares en una relación mortificante con su cuerpo sobre su identidad, Sabel nos lleva a entender que no hay una única salida para esta situación: hay varias maneras de afrontar el fenómeno trans. No hay una salida única. Y se trata de acompañar a los niños para que cada uno o una encuentren la propia. La identidad es algo a construir y en la infancia la experiencia en relación con la identidad debemos pensarla en constante evolución; no hay una evolución lineal, ni se adquiere una conciencia trans en la misma edad, ni las rupturas de las normas de género implican una vida adulta trans. Y esto es importante tenerlo en cuenta para saber que, en la infancia, no necesariamente las manifestaciones de los sujetos determinan una elección en relación con su identidad. Hay que poder diferenciar aquellos sujetos que decidirán en su devenir futuro una identidad trans de aquellos sujetos que en la infancia plantean en sus conductas, actitudes y comportamientos unas formas de ser que no responden necesariamente a una identidad de género trans. Nuestro devenir no viene determinado genéticamente, tampoco a nivel de lo social; se trata de elecciones en las que inciden muchos factores y condicionantes, como lo familiar, lo social, lo biológico y lo propio de cada sujeto en su historia particular y única. La infancia está marcada por la variabilidad en relación con las elecciones fundamentales del sujeto y los adultos que, desde distintos ámbitos, tenemos la responsabilidad de acompañarlos. Debemos ser cuidadosos y prudentes. Querer no es desear y lo comprobamos constantemente en nuestra clínica. Los niños piden y dicen querer muchas cosas.
Los niños de nuestra sociedad actual quieren ser respondidos y que se los satisfaga inmediatamente. Estamos en la sociedad de la inmediatez; eso no significa que lo que expresan sea lo que desean. La infancia y la adolescencia es un tiempo de espera; no podemos empujarlos a decisiones precipitadas, ya que las consecuencias pueden comportar riesgos futuros. Pensar la experiencia de género en los niños o adolescentes no significa orientar un diagnóstico ni una política intervencionista a nivel terapéutico que luego no se corresponda con la verdadera elección del sujeto por las consecuencias que comportaría asumir de dicha elección. Miquel Missé, a quien también escuchamos en la webinar de octubre y que recibimos hoy, y a quién hemos seguido en sus publicaciones e intervenciones en los medios de comunicación y también en su libro A la conquista del cuerpo equivocado, nos invita a recorrer su historia y su pensamiento, como persona y como activista trans. Su testimonio nos permite comprender la experiencia de un sujeto y las vicisitudes en su tránsito, pero con un matiz muy interesante: Miquel Missé nos transmite sus dudas, angustias y logros y su visión particular que nos ayuda a reflexionar sobre un tema tan candente como es el que nos reúne en este debate. Desde la asignación de nuestro sexo hasta la identificación con lo asignado algo falla si no nos sentimos representados, y se inicia para los sujetos un recorrido de malestar y sufrimiento. Miquel Missé nos pone en situación de alerta sobre el riesgo que puede conllevar la presión que desde el otro empuja a niños y adolescentes a ciertas decisiones para deshacerse del cuerpo equivocado, situando el relato en que ese cuerpo se toma como defectuoso. Pero nos aclara que no se trata de una crítica a los sujetos que deciden la reasignación de sexo como solución encontrada por ellos. La cuestión pasa por que esa no sea la única alternativa, que no sea la única respuesta. En los trans no se trata de un rechazo al sexo: se trata de deshacer una asignación, no de deshacerse de su cuerpo. Se trata justamente de una inadecuación pero no de un rechazo. El sufrimiento es no lograr incluir su cuerpo en una sociedad transfóbica. La infancia comporta un tiempo de espera para poder elaborar la historia particular de cada sujeto, un tiempo necesario para las decisiones vitales. Si se lleva a cabo de manera precipitada, puede producirse un no querer saber nada del malestar, eliminando todo resquicio de aquello que produce el síntoma en los sujetos y sus dudas, tal como nos lo transmite Miquel Missé cuando nos dice que “el cuerpo es el lugar en el que se expresa el malestar, pero no su causa”. Creo que hay un diálogo que podemos imaginar entre nuestros dos invitados, que parte del interés que ambos expresan -y así lo testimonian- por el devenir en la infancia. No existe un determinante único ni un comportamiento objetivable en la elección sobre la sexualidad. Ambos abogan por dejar que los niños hagan tranquilamente su recorrido, sin empujar a ninguno al entusiasmo por las decisiones en una época temprana, decisiones que pueden abocarlos a lo peor en el sentido de elecciones.