Embarazo, aborto y adolescencia. Una perspectiva psicoanalítica

José Luis Lillo Espinosa

 

RESUMEN

El objetivo de este trabajo es reflexionar psicoanalíticamente sobre el significado psicológico del embarazo y, en particular, del embarazo adolescente, haciendo hincapié en los usos de la sexualidad y la relevancia que adquiere el aborto. Se concluye que el embarazo adolescente es una actuación con la finalidad de restaurar la unión con la madre, con graves consecuencias en la realidad personal de la adolescente y de su familia, que hipotecará de una manera u otra su futuro. De ahí la importancia del desarrollo de programas específicos de atención a la sexualidad de las adolescentes. PALABRAS CLAVE: adolescencia, embarazo, sexualidad, aborto.

ABSTRACT

Pregnancy, abortion and adolescence. Apsychoanalytical perspective. The aim of this paper is to reflect psychoanalytically on the psychological meaning of pregnancy and, most particularly, of teenage pregnancy, focusing on the uses of sexuality and the relevance of abortion. It is concluded that teenage pregnancy is an acting out with the aim of restoring unity with the mother. This event will have serious consequences in the personal reality of the teenager and her family, and will jeopardize in one way or another her future. Hence, the importance of developing specific healthcare programs that focus on adolescent sexuality. KEY WORDS: adolescence, teenager, pregnancy, sexuality, abortion.

RESUM

Embaràs, avortament i adolescència. Una perspectiva psicoanalítica. L’objectiu d’aquest treball és reflexionar psicoanalíticament sobre el significat psicològic de l’embaràs i, particularment, de l’embaràs adolescent, fent èmfasi en els usos de la sexualitat i el relleu que adquireix l’avortament. Es conclou que l’embaràs adolescent és una actuació amb la finalitat de restaurar la unió amb la mare, amb greus conseqüències en la realitat personal de l’adolescent i de la seva família, que hipotecarà d’una manera o altre el seu futur. D’aquí la importància del desenvolupament de programes específics d’atenció a la sexualitat de les adolescents. PARAULES CLAU: adolescència, embaràs, sexualitat, avortament.

Este artículo pretende reflexionar psicoanalíticamente sobre la sexualidad femenina, el deseo de tener hijos, el significado psicológico del embarazo y, en particular, del embarazo adolescente. El embarazo adolescente condiciona su vida de tal modo que puede suponer un grave quebranto tanto para su situación física como emocional, social y económica, que afecte a su futuro de forma definitiva. La mayoría de los embarazos adolescentes son no deseados, y optan por la interrupción voluntaria del mismo. Estos hechos deberían estimular la preocupación de la sociedad en general y de los profesionales en salud mental en particular. Es este grupo de adolescentes embarazadas el que ha suscitado mi interés en la medida en que supone un grupo de riesgo psicológico y biológico. Hay que considerar la importancia que para el proceso de maduración y de salud mental de la adolescente supone la decisión y el hecho de abortar. Tener que recurrir a esta medida para solventar su embarazo puede dar lugar a serias consecuencias para su desarrollo que repercutirá, quizás, en toda su vida futura. La parquedad de estudios sobre el tema ha motivado mi atención sobre estas particulares vicisitudes del devenir de la sexualidad en la adolescencia. Comenzaré haciendo un repaso de aquellas aportaciones que nos pueden ayudar a comprender el tema que nos ocupa.

  1. Klein, en Los efectos de las situaciones tempranas de ansiedad sobre el desarrollo sexual de la niña (1932), enfatiza que el miedo más profundo de la niña es que el interior de su cuerpo esté destruido. Su temor a ser incapaz de obtener gratificación sexual aumenta la sospecha de que sus genitales estén dañados. Ve la compulsión a las relaciones sexuales como un medio para disminuir la ansiedad derivada de estos temores. La gratificación libidinal le ayuda a dominar la ansiedad, disminuyendo sus tendencias agresivas y constatando que el interior de su cuerpo no está destruido. El acto sexual le ayuda a dominar esa ansiedad, lo que le lleva a ponerse a prueba en sus relaciones con su pareja. Igualmente el acto sexual satisface el deseo de reparar el daño infligido por sus fantasías sádicas.

El deseo de tener hijos responde a la necesidad de comprobar que su interior no esté dañado. Es un medio de restaurar su propio cuerpo y representa inconscientemente los contenidos buenos de su cuerpo. Klein contempla el hecho de tener hijos como un medio de vencer la ansiedad y aliviar su sentimiento de culpa. El nacimiento de un hijo no solo significa que el interior del cuerpo y, también, los niños están ilesos o han sido bien hechos. Tener un bebé representa la restauración de sus objetos y, aún en algunos casos, la recreación de todo un mundo interno, experimentando en la relación con el hijo una renovación de las primeras vinculaciones con la madre.

  1. Brunswick, observa en su trabajo de 1940 sobre La fase preedípica del desarrollo libidinal la intensa unión de la niña con la madre. Halberstadt-Freud (1998) la califica como una relación ilusoriamente simbiótica. Creo que este concepto de “ilusión simbiótica” es de gran ayuda para comprender a estas adolescentes que, en muchas ocasiones, el embarazo permite asegurar esa simbiosis y continuidad en la relación con la madre.

Usos del cuerpo y la sexualidad

Los y las adolescentes pueden encontrarse con enormes dificultades en la elaboración de sus pulsiones, en el establecimiento de relaciones con los demás, así como en la consecución de una identidad sexual. En esas circunstancias pueden recurrir a la utilización de su propio cuerpo y de su sexo para actuar esos conflictos infantiles y duelos cuando no los pueden contener mentalmente (Cid, 2001). En otras ocasiones el uso del cuerpo y de la sexualidad será para evitar el conflicto y el dolor psíquico que supone la crisis adolescente (Pines, 1982, 1990 y 1993). Los estudios de Eglé Laufer (1982) nos pueden ayudar a entender los usos de la sexualidad en la adolescencia ya que esta autora considera que las actividades sexuales y masturbatorias de la adolescente tienen por finalidad identificarse con la madre, a la vez que expresarían sus deseos de separarse de ella, en una ambivalencia que domina el panorama y funcionamiento psíquico de las adolescentes. El propio embarazo adolescente representaría un paso más en esa necesidad de identificarse con la madre, a la vez que le sirve para expresar que también ella es adulta y no una niña, que tiene un cuerpo de mujer capaz de dar a luz. La sexualidad sirve, pues, para enfrentar diversas situaciones que generan ansiedad en la adolescente. Mantener relaciones sexuales facilita la impresión y da la imagen de que también es adulta, porque ser adulto significa, tener relaciones, y aquellas que no las tienen son vistas como inmaduras o infantiles para el resto del grupo de pares. La sexualidad actuada de este modo es un intento de manifestar su autonomía en relación a los padres, a la vez que sirve como provocación a los mismos.

Otras veces es una defensa contra la soledad que se hace acuciante en esta etapa de la vida. La presencia del grupo con las normas que le son propias constituye una presión sobre la adolescente para vivir según su dictado. Hay que vivir conforme a esas normas para ser considerados como normales. Muchas experiencias sexuales se deben a esas presiones grupales, a la vez que también sirven para atenuar los miedos propios de la adolescente en cuanto a si será frígida, o que pueda tener tendencias anormales, o si simplemente se manifestará como inadecuada y poco idónea para una relación como la que mantienen sus amigas del grupo.

Las adolescentes se lanzan a las relaciones sexuales porque en el fondo les tienen miedo, miedo porque es algo desconocido y misterioso, y no sabe si se desempeñarán adecuadamente. Miedo a que en la sexualidad pueda perder su identidad, miedo a perderse, a ser dominada por el otro o a perder algo de sí misma. Esta conducta comporta riesgos importantes. Pines (1988) sugiere que la adolescente puede usar su cuerpo para revivir el más primitivo contacto entre madre e hija a pesar de que manifiestamente se embarcan en relaciones sexuales. La sexualidad, dentro de la ambivalencia adolescente, puede ser usada como medio de desafío a los padres y a la sociedad a la que pertenecen, como un medio de demostrar su superioridad sobre el mundo de los padres que aparece a sus ojos degradado. Las relaciones sexuales en el caso de las adolescentes no suponen necesariamente un progreso en su feminidad, ya que muchas de esas relaciones muestran la ausencia de las verdaderas relaciones emocionales con el otro, con la pareja. Lo que sí predomina en muchos casos es la impaciencia constante por alcanzar el placer. La búsqueda de relaciones sexuales adquiere así ese carácter compulsivo. La satisfacción sexual tendría ese efecto ansiolítico sobre las ansiedades que abruman a la adolescente en ese período de su vida.  E. Wechsler (2003) subraya como la pasión amorosa de la adolescencia, la pasión por un compañero, puede ser una actuación defensiva encaminada a negar sus dudas e interrogantes sobre su identidad y su feminidad. Esa pasión es una forma de obtener una compensación defensiva ante la ausencia de una identidad con un proyecto de futuro, a la vez que colma la carencia afectiva de unos padres de los que no se siente querida. En este sentido, el deseo de tener un bebé es para asegurarse que como mínimo el hijo las querrá incondicionalmente y compensar así esas carencias afectivas. Se busca ansiosamente la unión para, paradójicamente, continuar y permanecer siempre solas. Detrás de esas relaciones sexuales hay la búsqueda de restablecer una unión que se siente perdida: la unión con la madre, a la que siente emocionalmente distante y alejada, como alguien que no la estima. No obstante una de las consecuencias de este comportamiento sexual es el embarazo, por eso y por la importancia que adquiere dicha actuación conviene que nos detengamos en intentar comprender cuál puede ser su significado psíquico.

Significado del embarazo adolescente

Me gustaría recoger los estudios de Notman y Lester (1988a, 1988b) que puntualizan algunas consideraciones sobre el significado del embarazo, del deseo de tener hijos y de su importancia en la adolescencia. Consideran que la maternidad es una etapa del proceso de desarrollo que capacita a la mujer para asumir su rol de adulta. El deseo procreativo correspondería al deseo de ser adulta igual que los padres. La maternidad no es ni secundaria ni sustituye a nada (un pene como opinaba Freud), sino que es una manifestación de un organizador primario de la mujer y, por tanto, de su personalidad. La maternidad no tendría ese carácter de suplencia, sino que es una parte primaria de la orientación femenina hacia su identidad definitiva. Surge de modo positivo de la identidad femenina y de la identificación con la función reproductiva de la madre. El deseo de tener un hijo formaría parte de su desarrollo y lo podemos valorar como una manifestación de la identidad de género, de la feminidad y del yo-ideal materno.

El embarazo exige una capacidad para adaptarse a la invasión que sufre el cuerpo, a la tolerancia de este intruso benigno, según muchas de las vivencias de las adolescentes, que crece en el interior del cuerpo materno, a la capacidad de alimentar a ese parásito que forma parte del cuerpo adolescente y, a la vez, considerarlo como un ser independiente, y prepararse para la separación en el momento del parto. El embarazo supone también la nostalgia de la propia infancia y de la propia madre. El esperar un bebé conlleva y moviliza los deseos de estar estrechamente unida a la madre e incluso de estar en su interior. El embarazo remueve y proporciona la posibilidad de reelaborar la relación con la propia madre. El embarazo en cualquier mujer, pero mucho más en la adolescente, supone la confirmación tranquilizadora de que el cuerpo está funcionando correctamente. El embarazo lo podemos considerar como una crisis de maduración similar a la que supondría la adolescencia o la menopausia, con sus expresiones regresivas, remodelación defensiva, cambios en la organización de la identidad, nuevas identificaciones, etc. Reactiva los deseos de dependencia y de fusión con la madre como objeto primario así como se reactivan los conflictos con ella y los deseos de separación. El deseo de tener un hijo es de forma innata un deseo de renacer, reparar y restaurar la unión con la madre. Pero a la vez el embarazo puede suponer un medio para lograr la separación e individuación de la madre, siendo la demostración y actuación del derecho a su sexualidad y a un cuerpo independiente de ella (Pines, 1990).

El embarazo adolescente se produce en una etapa en la que precisamente las jóvenes se encuentran en una momento vital de su desarrollo en el que necesitan separarse de sus madres para lograr una identidad y autonomía propia, tanto física como psíquica. En el embarazo adolescente entran en conflicto las tendencias hacia esa individuación y separación propias del desarrollo adolescente con aquellas que se caracterizan por su dependencia y necesidad de apoyo y cercanía de la madre. En estas circunstancias se hace muy difícil el logro tanto de su autonomía como persona, como la posibilidad de identificación e incorporación de la madre y de sus funciones maternas. Por eso podemos encontrar con mucha frecuencia que la adolescente se identifique más fácilmente con el feto que con la madre y sus funciones.

Cabe considerar que en algunas adolescentes podemos encontrar que su embarazo adquiere el significado de un intento genuino de reparación, de crecimiento y de despliegue de sus capacidades adultas, pero en general podríamos definir el embarazo de las adolescentes como una verdadera actuación reactivada por los procesos regresivos de la adolescencia y encaminada a no romper el vínculo primitivo con la madre. La experiencia de embarazo facilita que se vuelva a percibir corporalmente la unidad primaria con su madre a la par que proporciona un intento de diferenciación del cuerpo de ella. El feto dentro de su cuerpo le permite volver a vivir los sentimientos de unidad primaria con la madre, a la vez que una identificación narcisista con el mismo feto como si fuera ella misma la que se encuentra en el interior del cuerpo de la madre a la búsqueda de volver a sentir los cuidados maternales de la infancia. Esta necesidad es tan apremiante para la adolescente que ha experimentado la carencia de una madre suficientemente buena que puede usar su cuer­po con la esperanza de recuperar el estadio infantil, una búsqueda ilusoria del estadio narcisístico perdido. De ahí los intensos sentimientos tanto hacia el feto como hacia su propia madre.

El embarazo de la adolescente tendría el significado de una nueva unión con la figura materna. La espera de un bebé, doble de ella misma conlleva, entre otras cosas, la recuperación de su identidad infantil ahorrándose defensivamente el duelo de la infancia perdida. Se recupera la infancia mediante la identificación narcisista con el bebé como doble. El bebé representa algo que les pertenece y por tanto la recuperación de su identidad perdida. Esta nueva identificación con el bebé es un intento de recuperar el narcisismo de la infancia, negando el dolor depresivo de su pérdida. El embarazo actuaría como un elemento antidepresivo ante el sufrimiento de sus duelos (Igert, 1987; Bermejo, 1987). Se trataría, pues, de una actuación con este doble significado: reconstruir la unión con la madre, a la vez que su expresividad adultomórfica le da también el carácter de una defensa contra la tendencia regresiva de unión con la madre.

En mi opinión el embarazo representa el deseo íntimo de la niña de permanecer unida a la madre. La separación adolescente genera la necesidad de recuperar esos vínculos, y uno de los medios utilizado puede ser el embarazo, donde reemplazan a la madre y ofrecen al hijo las atenciones que desearía haber recibido en el transcurso de sus primeros años de vida y que desea recibir aún, manteniendo la unión con la madre. Esta actuación sirve también para evitar y negar el duelo por el mundo de la infancia perdido y soslayar el dolor de esta nueva separación e individuación de la madre. En otras ocasiones esperan del futuro bebé la seguridad de encontrar en él alguien que les cerciore que serán queridas, alguien de quien desean recibir todo el cariño que les ha faltado en su infancia.

Vemos en las historias de muchas de estas adolescentes familias desorganizadas, con papeles poco definidos de cada uno de sus miembros, rupturas dolorosas, sentimientos de abandonos, descubrimientos como que sus propias madres fueron también madres adolescentes; en definitiva situaciones de duelo, separaciones y abandonos no elaborados, en ocasiones de características traumáticas por el dolor psíquico que han causado. Es en estas adolescentes donde encontramos la necesidad urgente de recrear una familia, como modo de respuesta al duelo no elaborado de la separación, anomia o disgregación familiar, donde subyace en definitiva el duelo no elaborado de la pérdida de la relación primaria con la madre. Creo que estos duelos se elaboran mediante el embarazo. A la vez supone, también, un reproche a la madre por el abandono físico y emocional que han sufrido durante su infancia, como un medio de impactar en la madre con su sufrimiento y de acusarla de no haberla tenido disponible para ella. Todos estos duelos no elaborados incrementan las dificultades de aceptación de la separación de los padres, del distanciamiento emocional de ellos, en el proceso de adquisición de su propia identidad. El embarazo, a veces buscado compulsiva y persistentemente, constituye la última frontera antes del adiós definitivo a la infancia, como un mimetismo con una madre, embarazándose prematuramente para evitar el dolor depresivo y los duelos (Igert, 1987).

Por todo ello creo que el concepto de relación ilusoriamente simbiótica de Halberstadt-Freud (1998) nos puede ayudar a describir y comprender las circunstancias emocionales del embarazo adolescente y su finalidad de recrear esa unidad con la madre que anule los dolores y duelos del crecimiento. Podríamos considerar que el embarazo adolescente sería un intento de obtener una nueva vinculación con la figura materna, una recreación de esa relación perdida, ausente o deteriorada por los avatares tanto de la vida de la propia adolescente como de la propia estructura familiar y, en muchas ocasiones, de ambas simultáneamente, lo que multiplica su efecto perjudicial para el desarrollo y equilibrio de la personalidad de la adolescente.

Aunque el embarazo supone la presencia de una actividad sexual, podríamos apuntar que el mismo embarazo permite soslayar la sexualidad propia en provecho del papel procreador. Creo que se identifican más con la figura y función de la madre que con la de la mujer adulta capaz de una vida sexual. Se niega la figura de la madre con una sexualidad propia para destacarse únicamente la figura de la madre procreadora. El embarazo les pone a cubierto de la sexualidad, de cualquier acercamiento sexual y de la aceptación de la sexualidad materna. Para algunas adolescentes el embarazo les pone a resguardo de la relación sexual específica, ya que la sexualidad solo representa un medio para acceder a la maternidad. El embarazo sería la expresión de ese rechazo y negación de la sexualidad de la madre, reivindicando solo su rol materno. La identificación se establece en el ámbito de hacerse madre y no mujer. Ambivalentemente también expresan su rabia y crítica hacia esas figuras maternas que no se han ocupado de sus hijos, y en particular de ellas, sintiéndose abandonadas. El embarazo expresa así la crítica a esa madre que no supo hacer de madre, como un desafío por los abandonos y penalidades sufridas y causados por madres que no supieron ocuparse de su prole.

El embarazo puede responder también a la necesidad de contener las ansiedades derivadas de sus ataques a la figura y el cuerpo materno. Las ansiedades del cuerpo de la madre dañado por sus ataques sádicos y, como consecuencia, el temor de que su propio interior estuviera dañado suscitan intensos temores de ser estériles o que han destruido su interior. Estos temores se ven incrementados por el uso y prácticas anticonceptivas, fundamentalmente de tipo oral, ya que consideran que pudieran haber contribuido y ser responsables de la esterilidad y el deterioro interno. Viven esas medidas como potencialmente agresivas en la medida en que podrían destruir su interior. Esta sería una explicación para comprender las dificultades de las adolescentes para seguir una actitud de protección en sus relaciones sexuales. Disponen de la información suficiente pero actúan estas fantasías impidiendo un buen uso de la misma y, una consecuencia, a parte de las enfermedades de transmisión sexual sería el embarazo. El embarazo sería así un medio de poder calmar esos miedos. Es en estas circunstancias donde podemos observar con más frecuencia adolescentes con embarazos repetidos que intentan contrarrestar los intensos sentimientos de culpa derivados, también, de la interrupción voluntaria de su embarazo, expresión a su vez de su destructividad interna. Cada aborto despierta sentimientos de que el interior de su cuerpo ha sido dañado lo que alimenta el deseo de un nuevo embarazo que tranquilice sobre las capacidades de su cuerpo para la maternidad, entrando así en un círculo vicioso, en un bucle peligroso.

Dependiendo de su situación psíquico-física el feto puede ser vivido como un parásito hostil del que se tiene que desembarazar lo más rápido posible mediante su interrupción, generándose así un nudo de sentimientos de culpa que conducen a nuevos embarazos para demostrarse una vez más la idoneidad de su cuerpo y de su interior para hacer nuevos hijos. Como dice Deutsch (1945) son en estos casos en los que predominan los sentimientos de culpabilidad donde podemos encontrar que el embarazo sirve a otras finalidades que las de la propia maternidad. Cuando en la adolescente predominan estos sentimientos de inadecuación o de insuficiencia en lograr su identidad adulta, cuando se siente descalificada por su ideal del yo ante el que se ve incapaz, cuando sufren por encontrarse ante un yo débil y frágil para hacer frente a las ansiedades de la crisis de la adolescencia, cuando se ve abrumada ante las consecuencias de su propia destructividad y el daño que pudiera haber causado, es fácil encontrar que el embarazo proporciona ese sentimiento de importancia, de logro adulto, de tranquilizar las consecuencias de su rabia, de acceso en cortocircuito, como un atajo a lo que consideran la adultez. En las adolescentes el embarazo puede ser un medio inconsciente de calmar su ansiedad sobre la idoneidad de su identidad sexual, la adecuación y el estado de sus órganos internos o su madurez física adulta.

Conviene destacar también que los cambios puberales característicos de la adolescencia son disociados en el embarazo. La adolescente embarazada reniega de su cuerpo adolescente, buscando un cuerpo que no haya cambiado, que no haya evolucionado, que pase de la infancia a la maternidad sin detenerse en la evolución y cambios sexuales. Un cuerpo que cambia puede desvelar todos esos temores de inadecuación, de esterilidad y de destrucción interior. El embarazo serviría para negar como anestésico el dolor y miedo por los cambios y transformaciones corporales adolescentes. El embarazo permitiría un reaseguramiento y tranquilidad en cuanto a la integridad corporal y el propio bebé dará y proporcionará un significado de existencia de un espacio, de un mundo interno en el cuerpo de la adolescente. El embarazo mostraría la pretensión por parte de la adolescente de guardar, retener y no perder tanto a los padres de la infancia como su cuerpo de niña, objetando así la evolución y desarrollo sexual de la pubertad. A la vez el hecho de esperar un bebé confiere un status de adulto mágicamente en la medida en que se ha pasado de la infancia a la etapa adulta sin transición, sin duelo y sin reconstrucción del pasado, lo que tendría como una consecuencia importante es que permite retener la bisexualidad en ese cuerpo detenido, sin hacer su duelo ni elaboración. El embarazo poco ayuda en la maduración de la adolescente. Más bien al contrario, impidiendo, por todo lo que venimos diciendo, un verdadero proceso de maduración y elaboración de los duelos de la adolescencia. Frecuentemente nos encontramos con reiteraciones compulsivas de esas conductas que les llevan una y otra vez a la búsqueda del embarazo, lo que impedirá el desarrollo de una verdadera vivencia de la maternidad.

Embarazo y aborto

El embarazo se puede ver afectado por el estado emocional de la joven madre. Si la adolescente se encuentra inmersa en estos conflictos que venimos comentando, fácilmente se puede desentender del feto y de su futuro (Silver y Campbell, 1988). Las dificultades que abruman a la adolescente embarazada pueden ser variadas y creo que el significado y función de su embarazo lo hemos podido desgranar en las líneas anteriores.

En este contexto emocional podemos pensar que la experiencia de embarazo permite retener y guardar en su interior un bebé a pesar de las fantasías inconscientes de expulsión y de interrupción, determinadas por sus impulsos destructivos. En muchas ocasiones estos se materializan y encuentran su lugar en el aborto. En esas circunstancias el aborto y la pérdida del feto puede ser vivido con alivio al expulsar algo que se ha convertido en peligroso al haberse transformado en un mal-objeto (parásito hostil). Esta relación entre embarazo y aborto muestra como se relacionan y se juntan en su psiquismo su creatividad y su destructividad. De aquí la perentoria necesidad de ayudar a las adolescentes que optan por la interrupción voluntaria del embarazo, para elaborar tanto la pérdida del bebé como la elaboración de las ansiedades que este hecho suscita, aumentando el riesgo de un nuevo embarazo como intento de restitución, ya que no podríamos hablar de verdadera reparación. Creo que merece la pena destacar la actividad mental abortiva que por sus ataques y rivalidad envidiosa con la madre, atenta contra todo aquello que signifique vida, integración, fertilidad y cambio (Cid 2001). Esta actividad mental abortiva supondrá una dificultad para que la adolescente pueda cuidar de sí misma, de su cuerpo, de su sexualidad. Al igual que ella se ha sentido abortada por la madre, también ella abortará y destruirá su capacidad de cuidarse y de establecer una relación fértil consigo misma. El embarazo reiterado sería un intento de aplacar esa persecución interior por su destructividad.

Tipos de adolescentes embarazadas

  1. Vives y T. Lartigue de Vives (1991) encuentran que las adolescentes que se embarazan se podrían clasificar en cuatro tipos diferentes ateniéndose a las vicisitudes de la coincidencia de la crisis de la adolescencia y de la crisis de la maternidad: 1. Las jóvenes que acuden al aborto con la finalidad de proteger su proceso adolescente y seguir el desarrollo de su crisis para obtener su diferenciación y lograr su identidad adulta. Pero también en este apartado podremos encontrar jóvenes que acuden al aborto no con esta finalidad sino como expresión y exteriorización de sus conflictos con la figura materna, que no se resuelve así, dando lugar a la compulsión a la repetición de embarazos sucesivos.
  2. Las jóvenes que no pueden superar ambas crisis, la adolescente y la maternal, y que sufren una regresión grave y se instalan en los puntos de fijación de su infancia, no pudiendo cumplir con las funciones maternas, requiriendo de la ayuda y presencia constante de una madre que se haga cargo de ellas y de sus criaturas, no obteniendo así la tan necesaria individuación. Esta regresión tan severa puede comprometer el desarrollo y el desempeño sexual de la joven.
  3. Las jóvenes embarazadas que hacen unas tentativas defensivas caracterizadas por una regresión por la cual quedan fijadas a la adolescencia, como eternas adolescentes que no logran separarse nunca de sus familias de origen y que aunque posteriormente contraigan matrimonio siguen estando más ligadas emocionalmente a sus familias originarias y a sus madres en concreto que a sus cónyuges. En estos casos logran una identificación sexual femenina de tipo heterosexual pero no consiguen integrar las funciones maternas, delegándolas en sus propias madres que se tienen que hacer cargo de su descendencia, mientras ellas se comportan y viven como eternas adolescentes.
  4. Las jóvenes embarazadas que logran hacer frente a las demandas de individuación y a las demandas de la maternidad, logrando un nuevo nivel madurativo de su personalidad, consolidando su identidad e incorporando en ella la maternidad.

Conclusión

En la vida adolescente se requiere un período de latencia para convertirse en mujer y otro período para convertirse en madre; en definitiva, se necesita tiempo para ambas metas. El embarazo adolescente es una actuación con la finalidad, en síntesis, de perseverar en su unión con la madre, con graves consecuencias para ella y su familia, que hipotecará de una manera u otra su futuro. Igualmente el hecho de que sean no deseados puede culminar con un aborto, con una interrupción voluntaria del embarazo, con las complicaciones añadidas que supone. De ahí la importancia del desarrollo de programas específicos de atención a la sexualidad de las adolescentes.

Agradecimientos

Quisiera manifestar mi más profundo agradecimiento a las compañeras del Centre Jove d’Anticoncepció i Sexualitat por su inestimable ayuda y colaboración por darme a conocer la problemática del embarazo adolescente y su interrupción voluntaria, así como resaltar la importante labor que realizan atendiendo a las adolescentes en estas difíciles y complicadas circunstancias, que tanto riesgo suponen para su devenir vital.

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