Construcción social de la adolescencia. Límites, formas y contenidos desde una visión prospectiva
Francesc Xavier Altarriba
Introducción
“La peor soledad es la que convive con la ausencia” “El azar es el determinismo de las circunstancias” F. X. Altarriba Esta reflexión sobre la adolescencia, desde la óptica de las transiciones, exclusiones y soledades, se basa en los dos ejes que la vertebran: el genético y el epigenético. Este último tiene dos espacios propios: la familia junto el contexto y los iguales con sus referentes. Queda entendido que de la genética a la epigenética hay relaciones cruzadas y dialécticas de reversibilidad entre causas y efectos. El adolescente transita desde la biología puberal hacia la morfofisiología adulta. En nuestra sociedad, es un proceso excesivamente largo. Del adolescente se esperan conductas adultas, pero se le trata como a un niño. Está excluido de las decisiones adultas que lo implican y que lo implicarán más aún en relación con su futuro. (Paradójicamente, cada generación determina en gran manera a la siguiente, a partir de unas priorizaciones y decisiones, que la generación dominante impone a la subordinada). La soledad que lo acompaña es como una moneda de dos caras: una suele incomodar a quienes conviven con él y de quién depende (relaciones de poder y de control decisional); las justificaciones de ambas partes son más bien proyecciones de estas. La otra cara es la esencial oportunidad para escucharse y autoconstruirse progresivamente un yo propio y personal, fruto más de la identidad que ya madura que de las expectativas con que los demás esperan reconocerlo. Nos hemos centrado en el relato extremo de la adolescencia emergente. El futuro es poco entusiasta si no se realizan las oportunas correcciones: para mejorar adecuadamente en la dirección correcta es necesario asegurar una autorrealización personal combinada con una responsabilización colectiva. La pubertad es aquella etapa biológica donde se producen importantes cambios neurológicos y endocrinos, con expresión anatómica y fisiológica, que permite al joven transitar hacia la etapa adulta. Para los niños, se sitúa de los 12 a los 14 años y, para las niñas, de los 10 a los 12 años. En la sociedad occidental, esta se ha avanzado fruto básicamente de la alimentación y el deporte. Es destacable el hecho que, en general, cuando la niña la termina, el niño la empieza… Algunos aspectos clave de la pubertad son: • Cambios corporales y necesidad de asimilarlos. • Cambios del tono de voz. • Acné y efectos en la estética y en la imagen. • Cierta descoordinación psicomotriz transitoria. Algunos aspectos clave de la adolescencia son: • Desvinculación familiar progresiva y vinculación compensatoria con los iguales • Actitud e identidad rebelde • Presentismo • Atracción por el riesgo • Búsqueda de los límites • Creencia de un autocontrol superior al real • Búsqueda de un espacio propio y restringido • Cambios de humor frecuentes, irritabilidad Es lógico, en este punto, profundizar en la relación entre pubertad y adolescencia. El concepto de adolescencia es mucho más amplio y socialmente modificable que el de la pubertad, que por ser esencialmente biológico es más acotable. Entendemos por adolescencia aquella etapa que comienza en la pubertad (origen biológico), pero que se prolonga mucho más que su final, ya que puede concluir alrededor de los 23 años (final social). La adolescencia implica fundamentalmente la incorporación de nuevos roles, además de la importancia de los iguales y del amigo o amiga íntima; también suele ser el inicio de parejas y de relaciones sexuales y afectivas. Amores, desamores, platonismo, epicureísmo, idealismo, contradicciones, ambivalencia, construcción de valores y, en ocasiones, antivalores, van componiendo una identidad de origen transgresor que puede evolucionar hacia aspectos más egocéntricos o solidarios. Básicamente, adolescencia es cambio, adaptación forzada a las normas de los adultos, intensidad hormonal y neurológica, así como condicionamientos del contexto, pasando por la familia y la sociedad en general. Se produce hoy en día una infantilización de la adolescencia, caracterizada por una sobreprotección en lo accesorio y un abandono en lo esencial. La secuencia vocación-formación-profesión- ocupación debería ser coherente con la realización personal y actuar en línea. Si analizamos cada uno de los conceptos, constatamos lo siguiente. La vocación es el deseo, con fuerte contenido emocional, que mueve a una persona a realizar un determinado trabajo, conocedor del esfuerzo y dificultad que conllevará, ya que la satisfacción de ser competente, aunque sea diferida, le gratifica y compensa. La formación es información interiorizada, de carácter amplio, tanto actitudinal como aptitudinal, que prepara al individuo culturalmente, con incorporación de valores, así como con método y disciplina, para alcanzar una preparación más especializada posterior, manteniendo un pensamiento objetivo y crítico con respeto y dignidad. La profesión es aquella actividad posterior a la finalización de una preparación específica, sobre una base cultural previa, que permite dominios y competencias para desarrollar tareas propias, derivadas de la correcta asimilación, de la información recibida. Podríamos decir que la profesión permite saber “poco de mucho” y la formación, saber “mucho de poco”. La ocupación hace referencia a aquella actividad, habitualmente laboral y mayoritariamente remunerada, que debe posibilitar independencia económica, asignación de rol, proyección personal, sentirse útil y no alienado respecto al resultado final de las acciones en las que participa. Sin duda que la comunicación con adolescentes es un tema difícil para los adultos, ya que fácilmente se pueden tratar como niños que no lo son, o como adultos que tampoco lo son. La adolescencia es una etapa clave al combinar el fin de la infancia con el inicio de la etapa adulta; es, pues, por definición, un “intervalo temporal transitorio”. Es una etapa de importantes cambios, con progresiva independencia familiar y vinculación con los iguales, curiosidad extrema, minusvaloración del peligro y del riesgo, gusto por la experimentación, dificultad para asumir límites y normas, desconcierto ante los nuevos roles y los cambios, principalmente del propio cuerpo. Es presentación de paradojas, tales como querer ser único y original y, al mismo tiempo, pertenecer a identidades y referentes compartidos. Es el conjunto de dudas de la propia identidad, pervivencia de identidades múltiples y, a menudo, contradictorias. Es fuerte dependencia tecnológica, principalmente del móvil y vocabulario transgresor, el cual refleja el pensamiento en este sentido. Es búsqueda de una estética personal entre rupturista e imitativa… y es dificultad de autocontrol emocional. En sociedades llamadas “avanzadas” se constata la infantilización y alargamiento cronológico de la adolescencia, también como mecanismo para contener y excluir a los adolescentes de las decisiones adultas. La adolescencia y su evolución depende de factores sociales, culturales, económicos, del estilo de vida y valores de los padres. La pubertad es biológica y la adolescencia, social. El tema emocional es ciertamente importante, ya que la impulsividad y la -todavía inmadura- evaluación del riesgo pueden poner en peligro su identidad e, incluso, su existencia. El conflicto entre el gregarismo con el grupo de referencia y la búsqueda de un individualismo reafirmado se traduce a menudo en ambivalencias y contradicciones. Aspectos biológicos que considerar Al inicio de la adolescencia, desaparecen, aproximadamente, un 30 % de los receptores de dopamina; el vehículo neuroquímico de la satisfacción queda afectado, y se reduce el efecto y consistencia de las pequeñas alegrías cotidianas. Como consecuencia, las actividades infantiles anteriores ya no les atraen. El interés se reorienta por vía imitativa y exploratoria hacia la música, el deporte, el sexo, la tecnología y el mundo virtual. La mencionada inhibición de receptores hace que, mientras no se activen otros nuevos por otros estímulos que actúen de manera endógena, la posibilidad de importarlos del exterior aumenta en el adolescente, por eso el interés para experimentar límites, confraternizar con los peligros. Sin embargo, esta vulnerabilidad de los receptores influye indirectamente en el consumo de sustancias psicoactivas, las cuales, por el mecanismo de inhibición competitiva, reducen la producción endógena de dopamina, lo que acelera la dependencia de suministros externos de componentes sinónimos. Una fase neurológica importante en relación con el cerebro adolescente es la modelación de las conexiones sinápticas, ya que inicialmente se generan en exceso. Se eliminan sinapsis poco eficientes y aumenta la eficiencia del resto. En la adolescencia, se va reduciendo la sustancia gris y aumenta la sustancia blanca, por debajo de la corteza cerebral, rica en fibras conectoras interneuronales. La envoltura de estas fibras es la mielina, que actúa como un potente aislante, lo que multiplica por cien la velocidad de transmisión eléctrica entre neuronas. La mielinización adolescente actúa bidireccionalmente con los procesos cognitivos y el aprendizaje, ejerciéndose una mutua interdependencia sinérgica. Finalmente, la mielina fija las conexiones neuronales, estabilizándolas y protegiéndolas. La reestructuración cerebral sigue una rigurosa secuencia cronológica: 1) Las regiones del córtex favorecen los procesamientos de estímulos sensoriales 2) Los lóbulos parietales superior e inferiores monitorizan la información sobre el propio cuerpo. 3) En los lóbulos frontales y temporales es donde se sitúan preferentemente los procesos cognitivos y los emocionales. Hay que considerar que, durante los tres años en que se desarrolla la pubertad, la talla aumenta cerca de 40 cm y el peso, unos 25 kg. Las extremidades superiores e inferiores se alargan, lo que es todo un reto para la cartografía neuronal de su control (los adolescentes son poco hábiles en su psicomotricidad y armonía proxémica y cinésica). Los lóbulos parietales son los principales agentes de este control y coordinación. El aumento de la sustancia blanca en la corteza prefrontal favorece un funcionamiento más efectivo, esencialmente de la memoria, de la toma de decisiones y del control del comportamiento, mejorando el proceso de razonamiento abstracto. En el córtex orbitofrontal, se sitúa el eje del control de los comportamientos sociales y éticos. Todos los cambios vinculados con el desarrollo corporal se coordinan desde el hipotálamo. Su acción en relación con los cambios morfológicos en la adolescencia se constata en la modificación y distribución de la grasa corporal; cuando se considera adecuada, la información llega al diencéfalo, en base a la concentración de leptina en la sangre. Seguida y secuencialmente, se estimula la hipófisis para la producción de gonadoliberina, la cual estimula los testículos o los ovarios para la segregación de hormonas sexuales. Es clara la influencia de una buena alimentación y vida sana para el óptimo desarrollo de la pubertad. La adolescencia es extremadamente plástica, lo que se puede aprovechar para favorecer la asimilación de una serie de valores básicos, entre los que destacan los siguientes. Inclinación por la competencia, más que por la competitividad, así como por la autocrítica antes que la crítica. Es importante transmitir el valor de la crítica, empezando por uno mismo. Sin embargo, será necesario disponer de un método objetivo de análisis, huyendo de fanatismos y dependencias. Hay que aprender a diferenciar lo esencial de lo accesorio en un mundo de seducción por la pérdida de tiempo y la distracción evasiva. Lamentablemente, los estudios en la adolescencia son cada vez más instrumentales y menos genéricos. La cultura general cede el paso a lo estrictamente necesario para ser social y económicamente insertado. Importancia justa del dinero. Alta para adquirir los conocimientos, seguridad e independencia; baja para aportar felicidad, amor y/o respeto. Disciplina, resistencia, perseverancia y fuerza de voluntad serán esenciales para tener éxito ante los envites y frustraciones de la vida. Es necesario que sepan que derechos y deberes se equilibran y se complementan armónicamente. La ética cívica y la moral social son básicas para estabilizar y hacer avanzar la sociedad. Es necesario saber diferenciar los valores finalistas de los instrumentales: del pacifismo a la sociedad ecológica, pasando por la justicia social. No se llega solamente con el deseo, no hay que desfallecer y saber mantenerse con fuerza. Saber diferenciar el mundo virtual del real, la utopía de la quimera. La sociedad, en general, y los padres, en particular, deben distinguir la protección del proteccionismo en relación con sus adolescentes. Consideramos, desde un punto de vista teórico, una división en tres etapas de la adolescencia: primera adolescencia, de los 12 a los 14 años (coincidiendo con el inicio de la pubertad); adolescencia intermedia, de los 15 a los 17 años; adolescencia alargada, de los 18 a los 23 años. Lógicamente, puede haber ajustes en los intervalos, principalmente por razón de sexo. Neurológicamente, un hecho principal es la eliminación de los circuitos cerebrales inútiles en esta etapa, es decir, los característicos de la infancia en el proceso de transitar hacia la etapa adulta. Sin embargo, en la adolescencia mejora el proceso de integrar la información compleja, así como la fijación de la atención. Asimismo, la capacidad de planificación se optimiza en relación con la infancia mediante un aumento de la memoria; no obstante, la capacidad de aprendizaje disminuye con relación a la infancia. El gran peligro de la mente adolescente es tomar decisiones desafortunadas, la precipitación y el control de impulsos mediante el proceso de maduración del sistema límbico, en su conexión con las regiones prefrontales, temporales y parietales. El tema capital en la adolescencia es el referido a la interiorización y gestión de los valores. Kohlberg describe tres fases: moral preconvencional (miedo al castigo); moral convencional (valores hegemónicos) y moral postconvencional (ética personal). En resumen, el cerebro adolescente busca nuevas experiencias, así como la satisfacción inmediata; no es estable en sus decisiones, es influenciable por los referentes externos y por el cambio de humor interno. El presentismo y la atracción por el riesgo, buscar límites propios e impresionar a los demás, son rasgos frecuentes en el universo adolescente. El sentimiento de marginalidad y de exclusión lo neutraliza con la aceptación por los iguales. La mayor integración de la actividad de las diferentes regiones cerebrales afecta favorablemente a la mejora de las capacidades cognitivas y psicológicas en general, estableciéndose vínculos entre la maduración cerebral y las características de la mente adolescente. El sistema límbico está bastante maduro entorno los 15 años, mientras que el córtex prefrontal lo está sobre los 30 años; esta asincronía es la responsable de numerosas conductas contradictorias en adolescentes. Recordemos que en la infancia prima la mielinización, lo que favorece al procesamiento de la información y la velocidad de transmisión interneural. En la adolescencia, la maduración de las interneuronas es acelerada, con GABA como transmisor, lo que optimiza las conexiones de diferentes grupos de neuronas. Finalmente, en la etapa adulta, prima la reducción de la densidad de las sinapsis excitatorias, lo que favorece las respuestas adaptativas. El trato social y familiar hacia los adolescentes combina un exceso de tolerancia pasiva, con sobreprotección en lo accesorio y de abandono en lo esencial (lo que requeriría tiempo, disciplina y ejemplaridad). A menudo, el formato emergente adolescente evita el conflicto para evitar la frustración. La dialéctica social entre emancipación colectiva y política para obtener emancipación individual no se ha resuelto, ni en un sentido ni en otro. Por otra parte, estamos en una cultura icónica, sin valor por el texto, lo que tiene sus efectos cerebrales, epigenéticos y, posteriormente, genéticos. Hay que destacar la importancia de la seducción, del éxito a partir de supuesta belleza y habilidades, principalmente de tipo narcisista y de asignación mediática, sustituyendo la sincera y auténtica espontaneidad, no impostada, ni importada, ni superficial. La sociedad actual es una sociedad cansada, paternalista que trabaja para en lugar de trabajar con, forzando a los jóvenes a salir de en lugar de ir a, ya que el destino es incierto, la voluntad débil y el esfuerzo inasumible. Nuestra sociedad actual ha abandonado el sentido crítico; todo es relato, se desvincula el discurso de los hechos y, al fallar el sentido crítico, la contradicción no tiene respuesta. Solo hay poder, no autoridad. El estilo de vida es lo que dicta la tecnología, principalmente frente al ocio y el entretenimiento. La miseria se blanquea de buenismo tolerante con los intolerantes; la economía, cooperativa, imaginando a menudo un futuro en que se vaya en bici o en patinete y se viva de alquiler para ser un auténtico transgresor responsable… Unos apuntes finales de tipo sociobiológico El espíritu gregario adolescente con sus iguales se retroalimenta en casos extremos de una sugestión mutua, con un exceso de mímesis (expresión violenta que busca la reafirmación) y de nicofilia (búsqueda de la propia superioridad respecto de otros siempre inferiores); el mobbing es un ejemplo… Las hipercompensaciones respecto a un complejo de tipo adleriano, así como un modelo de disociación jacksoniana, están muy presentes en este tránsito difícil y socialmente peligroso que es la adolescencia como puente entre la infancia y la etapa adulta. La mímesis se manifiesta de manera más importante cuando menos integrado está el instinto gregario con el instinto social, y menos vinculado al ideal del Yo y a la espiritualidad trascendente. Hay que estar atento a cómo influyen los estilos de vida presentados como éxito por los media o las redes sociales y la dificultad que tienen los jóvenes para alcanzarlo; consumismo, hedonismo, no esfuerzo, presentismo… Síntesis final Lo que hemos dibujado a grandes rasgos no es representativo de una única adolescencia, pero sí de un formato emergente de esta. A la adolescencia se la puede acompañar, pero no sustituir. La transición es esencial en el adolescente, ya que no se puede quedar siempre como un niño, ni pasar rápidamente a adulto. La pubertad es impuesta por la biología y, como tal, ni es democrática ni delicada. Se impone. Por otra parte, el envoltorio social de la pubertad es socioantropológico, por tanto, propio de cada contexto socioeconómico. Podríamos decir que la transición a la adolescencia es en sí un proceso iniciático, reuniendo las tres características esenciales: 1) Sale de la infancia y va a la madurez; 2) Es dolorosa, acaban certezas conocidas, comienzan incertidumbres desconocidas; 3) Es personal e intransferible. Es decir, se realiza en soledad. Es más, este proceso iniciático comporta en su centralidad dos exclusiones: ya no se reconoce como niño (ni personal ni socialmente) y aun no se reconoce como adulto (ni personal ni socialmente). La parte temporal más complicada puede estar hacia el final teórico de la adolescencia, de los 18 a los 23 años; puesto que ya se ha otorgado al joven la mayoría de edad. Puede trabajar y se podría emancipar, pero en la práctica esto es prácticamente imposible para la mayoría. Lógicamente, el riesgo de infantilización crece para evitar la confrontación con una independencia posible pero irrealizable. Exclusión, soledad y transición son conceptos polisémicos, dialécticos y ambivalentes. Es decir, se pueden dotar de diferentes contenidos, incluso contradictorios; por tanto, si no están referenciados hacia su carga de contenido, es pura maquinaria de ecforiación reactiva. Con estas palabras, el adolescente tendrá que construir diques para las exclusiones y puentes para las transiciones que, en soledad, deberá recorrer para culminar en el reconocimiento de la alteridad, con respeto y dignidad. Solo el que sabe estar solo estará distante, tanto de dependencias que diluyen como de exigencias que enferman.
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