La psicoterapia psicoanalítica focalizada de niños sin cuidados parentales. Estudio de caso

Ana Maria Luzzi, Laura Ramos, Vanina Aguiriano, Virginia Sacco, María Padawer, Daniela Bardi y Sara Slapak

RESUMEN  

El artículo tiene como objetivo describir las características de la psicoterapia psicoanalítica focalizada aplicada a niños sin cuidados parentales, atendidos en un Servicio de Psicología Clínica de Niños dependiente de la Univer­sidad de Buenos Aires. Se presentan viñetas de un estudio de caso y se formulan observaciones sobre cuestiones teóricas y técnicas referidas a la determinación del foco terapéutico y los nudos conflictivos del paciente, al valor del encuadre del proceso psicoterapéutico y a la consideración de los vínculos transferenciales y contratransfe­renciales en el contenido de las intervenciones del psicoterapeuta. Palabras clave: psicoterapia focalizada, niños sin cuidados parentales, intervenciones, encuadre, transferencia, contratransferencia.

ABSTRACT  

Focused psychoanalytic psychotherapy of children lacking parental care. Case study. The objective of this article is to describe the characteristics of focused psychoanalytic psychotherapy applied to children who lack parental care, assisted in a Children Clinical Psychology Service of the University of Buenos Aires. Case study vig­nettes are presented and observations are made on theoretical and technical questions related to the determi­nation of the therapeutic focus and the patient´s conflicts, to the value of the framing of the psychotherapeutic process and the consideration of the transferential and countertransferential links in the content of the interven­tions of the psychotherapist. Keywords: focused psychotherapy, children lacking parental care, interventions, framing, transference, countertransference.  

RESUM  

La psicoteràpia psicoanalítica focalitzada de nens sense cures parentals. Estudi de cas. L’objectiu de l’article és descriure les característiques de la psicoteràpia psicoanalítica focalitzada aplicada a nens sense cures parentals, atesos en un Servei de Psicologia Clínica de Nens dependent de la Universitat de Buenos Aires. Es presenten vinyetes d’un estudi de cas i es formulen observacions sobre qüestions teòriques i tècniques referides a la deter­minació del focus terapèutic i a la consideració dels vincles transferencials i contratransferencials en el contingut de les intervencions del psicoterapeuta. Paraules clau: psicoteràpia focalitzada, nens sense cures parentals, in­tervencions, enquadrament, transferència, contratransferència.

Introducción

En este trabajo nos proponemos describir ca­racterísticas de la psicoterapia psicoanalítica focalizada y su aplicación a “niños sin cuida­dos parentales” (UNICEF, 2012), asistidos en un Servicio de Psicología Clínica de Niños, servi­cio asistencial comunitario dependiente de una universidad de gestión pública de Argentina. En particular nos interesa presentar viñetas de un estudio de caso y formular algunas observa­ciones sobre cuestiones técnicas relativas a las intervenciones del psicoterapeuta.  La denominación de “niños sin cuidados pa­rentales” (UNICEF, 2012) refiere a aquellos que fueron separados de su grupo familiar por una medida judicial excepcional de protección de derechos (1) debido a causas diversas: violen­cia familiar, maltrato, abuso sexual y negligen­cia. Suelen estar alojados en hogares conviven­ciales de manera transitoria, a la espera de que se resuelvan las circunstancias que impiden la convivencia familiar. Esta medida debería abar­car el menor lapso posible, hasta que se repa­ren las causas que la ocasionaron (UNICEF, 2012). No obstante, la posibilidad de reinser­tarse en la familia de origen es poco frecuente y los niños suelen permanecer en los hogares convivenciales durante un período mucho más extenso que el deseable. Frecuentemente, esa permanencia se prolonga hasta que las auto­ridades judiciales decretan la “condición de adoptabilidad” de estos niños. La necesidad de incrementar la eficacia y de abreviar el tratamiento psicoterapéutico cuan­do se presentan dificultades para el curso de un proceso psicoanalítico clásico, o ante situa­ciones de impasse, fueron motivo de indaga­ción desde los orígenes del psicoanálisis. Cabe señalar la introducción de la “técnica activa” planteada por S. Ferenczi (1921) para afrontar las dificultades de un proceso “detenido”: el psicoanalista, mediante prescripciones o inter­dicciones, induce al paciente a encarar aque­llos conflictos que no puede afrontar. También deben recordarse las inquietudes y objeciones planteadas por el propio S. Freud en Análisis terminable e interminable (1937). Más tarde, M. Balint, P. H. Orstein y E. Balint (1972) plantea­ron un psicoanálisis focalizado sin renunciar a los principios fundamentales, pero con una mayor flexibilidad en la técnica, acorde con las necesidades del paciente. En una psicoterapia psicoanalítica focalizada, el psicoterapeuta guía las intervenciones de acuerdo con el foco que se prioriza, seleccio­nando un aspecto particular y postergando mo­mentáneamente otros temas o puntos de inte­rés (Fiorini, 2002). Este tipo de psicoterapia es particularmente apropiado cuando la situación vital del paciente no admite la utilización del encuadre clásico del psicoanálisis o de la psico­terapia psicoanalítica. Entre los objetivos princi­pales, destacan la disminución del sufrimiento, el fortalecimiento y activación de las funciones yoicas y el logro de un adecuado insight de la situación real actual (García Arzeno, 1997). El foco terapéutico es el estado mental actual del paciente y las intervenciones apuntan a expli­citar los contenidos y relaciones preconscien­tes, intentando integrar las representaciones escindidas del self y del objeto y favorecer áreas transicionales (Winnicott, 1972). El psi­coterapeuta selecciona el material con mayor carga afectiva que le permite inferir la relación de objeto y las defensas predominantes, iden­tifica “los diferentes canales de comunicación” y jerarquiza los temas, interpretando la trans­ferencia positiva y negativa (Pérez, 2011, p. 23).  En la psicoterapia focalizada con adultos, el foco y los objetivos son, en principio, aquellos temas que psicoterapeuta y paciente hayan acordado trabajar, y los objetivos que inten­ten alcanzar (Defey, Montado, Navarro y Ru­bin, 2004), relativizando otras variables tales como la duración del tratamiento. Defey et al. distinguen entre focalización espontánea (el paciente tiene una idea clara del conflicto que se propone resolver), focalización selectiva (cuando es necesario trabajar sobre diferentes focos al mismo tiempo), y focalización inducida (cuando es el psicoterapeuta quien plantea y aborda un foco sin ser el objetivo principal del paciente). Los objetivos propuestos deben ser posibles de ser alcanzados y evaluados hacia el final del tratamiento, tanto por el psicotera­peuta como por el paciente. Respecto de las psicoterapias psicoanalíticas focales con niños, cabe mencionar el método de la Psicoterapia Psicoanalítica en la Institu­ción pública (PPIP) de Chancho et. al (2013). Los autores plantean un foco general centra­do en la etapa evolutiva propia de cada niño, y una focalización orientativa más específica: una construcción individual para cada paciente que puede modificarse parcial o totalmente a lo largo del tratamiento. La focalización permi­te al psicoterapeuta orientar sus intervenciones hacia el “nudo conflictivo” actual más urgente: la tramitación de un duelo, la separación de sus padres, un proceso migratorio, una inter­vención quirúrgica o las dificultades que tiene el niño para encontrar su lugar en la triangula­ción, entre otros temas o situaciones. El PPIP, método utilizado en la Unidad de Psicoterapia Psicoanalítica para Niños y Jóvenes del Depar­tamento de Salud Mental del Patronato de Sant Pere Claver, Fundaciò Sanitària en Barcelona, tiene predeterminado un tiempo limitado de doce meses, con una frecuencia semanal de sesiones. En el Servicio de Psicología Clínica de Ni­ños –una de cuyas modalidades de trabajo presentamos en este artículo- se realizan psi­coterapias psicoanalíticas focalizadas con una frecuencia semanal, sin un tiempo predetermi­nado de duración, ya que ésta se define cuan­do se han alcanzado los objetivos terapéuticos. En el encuadre de trabajo para los niños que se encuentran sin cuidados parentales, el tiempo del tratamiento está determinado por las deci­siones judiciales.  

La indicación de psicoterapia psicoanalítica focalizada en niños sin cuidados parentales

El trabajo psicoterapéutico con niños sin cui­dados parentales en un servicio público de sa­lud mental infantil implica que tanto el paciente como su terapeuta compartan la incertidumbre respecto del tiempo disponible para el trabajo terapéutico. Aun cuando se establezcan articu­laciones y relaciones de cooperación multidis­ciplinaria con el ámbito judicial, las decisiones judiciales suelen “llegar” intempestivamente, sin aviso previo, y con pocas posibilidades para el niño – y para su psicoterapeuta -de dar un cierre adecuado al proceso psicoanalítico. Por lo tanto, trabajar con la transitoriedad de la medida de abrigo institucional implica asimis­mo el trabajo con la transitoriedad del vínculo transferencial, potenciando la eficacia de cada encuentro y del encuadre establecido para el proceso psicoterapéutico, del cual sólo puede fijarse, en nuestro caso, la frecuencia –sema­nal– y la modalidad de trabajo.  La base conceptual del trabajo psicotera­péutico es la Teoría de las Relaciones Objetales formulada por Melanie Klein, que comporta la utilización de la técnica del juego mediante la incorporación de una caja con materiales lúdi­cos y de expresión. Los fundamentos de esta teoría -y de la teoría de la técnica correspon­diente- es, como en toda psicoterapia psicoa­nalítica, el análisis de las fantasías inconscien­tes en el marco de la situación transferencial. El juego de los niños es considerado el equivalen­te de la “asociación libre” verbal del adulto. Por ende, no se establece una planificación previa al decurso de la psicoterapia pero el contenido de las intervenciones del psicoterapeuta está principalmente acotado al foco y a los objeti­vos acordados, esto es, referido a las fantasías, emociones y defensas respecto de las situacio­nes que los niños han vivido y las que actual­mente les suceden. Se trata de que los niños puedan “historizar” su vida y tramitar situacio­nes de pérdida.  Se realiza un seguimiento de las psicoterapias mediante supervisiones semanales a cargo de los responsables del Servicio, lo que permite evaluar la conveniencia o pertinencia eventual de incorporar algún nudo conflictivo inicialmen­te no previsto en los objetivos predeterminados. Material Se presentan algunas viñetas de material clí­nico correspondiente al primer año de la psi­coterapia psicoanalítica focalizada de una niña de seis años de edad, quien a los fines de la confidencialidad llamaremos Marcela. La inter­vención en el Servicio de Psicología Clínica de Niños se inicia cuando el poder judicial decreta la condición de adoptabilidad de la niña, alo­jada al momento en un hogar convivencial. A los dos años de edad, el Poder Judicial decretó una “medida de abrigo”, luego de constatar la vulneración de los derechos de la niña y de sus hermanos, y las severas fallas en los cuidados parentales. La niña vivió desde entonces en di­ferentes hogares convivenciales, separada de sus hermanos. Se indicó psicoterapia psicoanalítica indi­vidual focalizada y se estableció el encuadre considerando dos ejes de trabajo: la transito­riedad que implica la medida de abrigo institu­cional (2) en curso, y el decreto de adoptabili­dad establecido. Las sesiones, como ya fuera mencionado, tuvieron una frecuencia semanal. Con el acuerdo de las autoridades judiciales in­tervinientes, se decidió focalizar la psicoterapia en los siguientes puntos que se consideraron prioritarios: 1) la separación con su familia de origen, 2) la transitoriedad de su alojamiento en el hogar convivencial actual y, eventualmen­te, algunas referencias a los anteriores y 3) la condición de adoptabilidad. La incertidumbre respecto de la duración del tratamiento -debido a la dependencia de las decisiones judiciales-, es asimismo la oportuni­dad de trabajar en la situación transferencial la transitoriedad de todos los vínculos vividos por la niña a lo largo de su breve existencia. Cabe aclarar que si bien es el psicoterapeuta quien orienta el trabajo sobre el foco de la psicote­rapia mediante el contenido de sus interven­ciones, éste puede ampliarse o variar cuando el niño o niña expresan a través de sus produc­ciones sus propios puntos de urgencia o nudos conflictivos. Esto quiere decir que si el niño o niña presen­ta en sesión un material que expresa conflictos no contemplados en los objetivos inicialmente acordados, se lo incluye y trabaja en el marco de su situación actual. Como es de práctica, se obtuvo el consen­timiento informado para la psicoterapia y la investigación por parte de las autoridades ju­diciales, y el asentimiento de la niña, que inclu­yó los alcances del trabajo psicoterapéutico e investigativo, con los recaudos necesarios para corroborar la comprensión y aceptación de las tareas por su parte, acorde con su etapa evolu­tiva y su desarrollo emocional.  Marcela logra concitar la atención de todos –otros pacientes, sus acompañantes y equipo psicoterapéutico- desde el momento en que ingresa al Servicio. Reclama atención perso­nalizada; realiza demandas continuas con un tono imperativo tanto si se trata de un igual, de un adulto de la sala de espera o de algún psicoterapeuta que se encuentre en esa sala acompañando a los niños. Con frecuencia in­tenta transgredir los límites que le marcan los adultos. Siempre parece necesitar más de lo que se le ofrece: materiales de juego o de ex­presión gráfica, tiempo, atención. Con un tono de voz fuerte e imperativa concentra todas las miradas. Algunos niños en la sala de espera se animan a enfrentarla, mientras que la mayoría acata sus órdenes a rajatabla porque temen sus represalias.

Resultados

Primeras sesiones, comienzo de la construc­ción del espacio psicoterapéutico El equipo psicoterapéutico estuvo conforma­do por una psicoterapeuta, acompañada por un observador no participante, cuya función es registrar en forma escrita todo lo que sucede durante las sesiones. El registro textual favore­ce la reflexión a posteriori acerca del material y de las estrategias pertinentes para la pacien­te, y mejora la atención flotante del psicote­rapeuta, optimizando su análisis acerca de la dinámica de la sesión y del proceso psicotera­péutico. Facilita un análisis más exhaustivo de la dinámica de la transferencia y de la contra­transferencia, indispensable para la compren­sión del material, aun cuando esos vínculos no sean explicitados mediante interpretaciones o señalamientos en este tipo de psicoterapia. Es también la base empírica para las actividades investigativas del Servicio. En la primera sesión, la psicoterapeuta de­marca el foco de la psicoterapia y establece el encuadre. Dentro del encuadre se presenta a la niña el observador y se le explican sus funcio­nes (3). La psicoterapeuta le cuenta a Marcela que conoce su historia de sucesivas separacio­nes, de convivencia en diferentes hogares y la situación de estar a la espera de encontrar una familia o, más precisamente, de que una familia la encuentre a ella.  Como es de esperar, la información dada a la niña deberá ser procesada en el transcurso del tratamiento. Marcela pondrá a prueba el encua­dre una y otra vez. Sólo la comprobación de su estabilidad –dada por la presencia constante a lo largo del tiempo del equipo psicoterapéutico y la índole de las intervenciones de la psicote­rapeuta- le permitirá a Marcela darse cuenta de su necesidad de contar con un adulto seguro y confiable, y la posibilidad –confianza, esperan­za- de encontrarlo también en el futuro.  En esa primera sesión, Marcela explora los materiales de su caja, entre ellos un sobre con papeles de colores. Ante la primera dificultad para abrirlo, la niña ordena imperativamente a su psicoterapeuta que lo haga. Las acciones iniciales de exploración devienen en un juego dramático: Marcela toma un hilo y la plastilina de la caja de materiales e intenta atar un trozo de aquél a un arco que moldea con la plastili­na; le pide ayuda a la psicoterapeuta, y además refuerza esa unión con cinta adhesiva. Marcela nos presenta así aspectos de su propio foco o nudo conflictivo: las uniones no resultan por­que aquello que se pretende unir no es apto para esa unión, y por eso es necesario reforzar­lo como se pueda. Este primer juego dramático cuya temática trata sobre uniones, desuniones y uniones fallidas, se repetirá en las siguientes sesiones con sus variantes; en algunas se trata­rá de encuentros y desencuentros y, en otras, de apariciones y desapariciones. El contenido de las intervenciones del psicoterapeuta apunta a la ansiedad específica de la niña y sus defensas correspondientes. Marcela escenifica mediante el juego un aspecto de sus vínculos primitivos y de su mundo interno: el intento de unir materia­les que no son solidarios entre sí expresa la fan­tasía inconsciente de un objeto interno “fallado” (Klein, 1940), lo que no le permite vincularse sa­tisfactoriamente con los adultos. En los primeros tres meses de psicoterapia, la psicoterapeuta interviene con señalamientos e interpretaciones extra-transferenciales dirigi­das a explicitar el empleo de mecanismos ma­níacos para evitar el dolor psíquico ocasionado por las pérdidas. Poco a poco, Marcela puede lograr uniones pertinentes entre los materiales de la caja, pero el mayor contacto con su mun­do interno le genera fantasías claustrofóbicas e intenta huidas del consultorio, poniendo a prueba la tolerancia e interés de la psicotera­peuta y la estabilidad del encuadre. En las sesiones del primer trimestre, la niña comienza a preguntarse por sus hermanos y re­lata lo ocurrido con cada uno de ellos; emergen fantasías de exclusión y separación. Realiza un juego con un muñeco al que viste con ropa que ella misma construye con los materiales de la caja; pega una y otra vez las vestimentas con cinta adhesiva al cuerpo del muñeco-bebé, for­zando evitar el desprendimiento. El contenido de las intervenciones de la psicoterapeuta hace referencia mayoritariamente a la separación de sus hermanos y al temor de perder todo con­tacto con ellos. A los seis meses de tratamiento Luego del receso de las vacaciones estivales, Marcela revisa los materiales constatando que no falte nada y da órdenes a la psicoterapeuta, controlando que las cumpla. Luego comienza a construir un collage junto con su psicotera­peuta, mientras comienza a armar su propia historia, su recorrido por los distintos hogares convivenciales. Menciona a varios referentes del hogar y a profesionales a cargo de sucesi­vos tratamientos (4). Se incrementa el uso de mecanismos de defensa maníacos, de omnipo­tencia y negación de la dependencia afectiva con los objetos (Klein, 1940). La relación con la psicoterapeuta se torna tiránica, exacer­bando los mecanismos defensivos de control y dominio sobre el objeto. Marcela ordena im­perativamente las acciones a realizar: cortar y pegar los distintos papeles que conforman el collage; luego, unir con cinta adhesiva el tra­bajo de la última sesión – antes de las vacacio­nes- con el collage recientemente realizado. La psicoterapeuta interviene interpretando que Marcela intenta así negar el tiempo transcurri­do durante las vacaciones. Cuando la psicote­rapeuta señala el fin de la sesión, Marcela pide llevarse el muñeco de la caja de materiales a sabiendas que el encuadre establecido lo impi­de, e insiste empecinadamente en ello. En esa circunstancia, las intervenciones apuntan a re­tomar aspectos del foco acordado y del nudo conflictivo expresado por la paciente, esto es, relacionar este pedido de Marcela con su situa­ción de desamparo y el temor a sufrir nuevas pérdidas. Marcela continúa pidiendo llevarse el muñeco hasta el último momento de la sesión, cada vez con más insistencia y ahínco; reclama por aquello que otros tienen y ella no.  Marcela comienza a manifestar la depriva­ción (Winnicott, 1954, 1956) sufrida tiempo atrás, que es reactualizada en la sesión. Inten­ta convencer a su psicoterapeuta y le explica con muchos detalles cómo cuidará al bebé en el hogar, que el bebé necesita cuidados y que ella podrá dárselos. Es Marcela quien necesita esos cuidados y es la psicoterapeuta quien, a  través de sus interpretaciones en el aquí-ahora-conmigo, va generando la posibilidad de expre­sar aquello que necesita: un lugar estable de cuidados y contención.  En sus relatos y verbalizaciones se observa la manifestación de carencias respecto de cuida­dos primordiales: bañará, alimentará, coserá, ju­gará y llevará al psicólogo al bebé. Marcela dice que hará con su muñeco-bebé lo que desea que hubieran hecho con ella: sostenerla y no dejar­la caer (Winnicott, 1955). No busca llevarse al muñeco-bebé como “objeto lúdico”; en esta demanda insistente busca los cuidados que ne­cesitó tiempo atrás y que no pudo satisfacer. A un año del inicio de la psicoterapia Luego de que la psicoterapeuta anunciara la proximidad de un breve receso por vacaciones de invierno, Marcela toma distintos materiales de la caja y los une con cinta adhesiva. Los une y separa con insistencia, hasta llegar a encintar sus propios dedos con los de su psicoterapeu­ta. La sensación de desamparo se reactualiza ante la inminente separación por el receso. La psicoterapeuta interpreta que ahora es con ella con quien necesita estar “pegada”. Marcela la mira, se saca la cinta de los dedos y exclama “¡me duele!”, poniendo de manifiesto emocio­nes relativas a desencuentros y separaciones.  Unas sesiones luego del receso, Marcela re­fiere no querer tener su sesión y entra con des­gana al consultorio. Solicita imperativamente materiales a la psicoterapeuta y le ordena que realice ciertas acciones. La voracidad y la ne­cesidad de acopio es la respuesta de la niña ante la angustia frente a la ausencia del objeto. La psicoterapeuta explicita estos contenidos mediante una interpretación; como respues­ta, Marcela dice querer poner su nombre a los distintos materiales de la caja, quiere “unir” su nombre a ellos para que no se lo roben, como sucede con sus pertenencias en el hogar de tránsito donde vive.  Las interpretaciones de la psicoterapeuta po­sibilitan que los pedidos continuos y los actings devengan en juego reglado. Con los lápices de la caja organiza el juego de Mikado: hay que sa­car un palillo sin tocar los otros. De este modo, el control hacia la psicoterapeuta se desplaza al control sobre los palillos; asimismo, expresa mediante ese juego el intento de control sobre sus impulsos. Luego ese juego se transforma en un juego de “escondidas”: Marcela le pide a su psicoterapeuta que cierre los ojos y encuentre los palillos que ella esconde. La psicoterapeuta interpreta la necesidad de la niña de encontrar una familia; como respuesta, Marcela pide que la psicoterapeuta esconda los palillos y es ella quien los debe encontrar. La reiteración de este juego es la escenificación de la conflictiva so­bre la aparición y desaparición del objeto y de la necesidad de control sobre él (hacer activo lo sufrido pasivamente). Frente al anuncio de la finalización de la sesión, que implica la separa­ción con la psicoterapeuta, Marcela guarda los materiales en la caja y se despide dando mues­tras de afecto, a diferencia de cómo había trans­currido el ingreso y el comienzo de la sesión.

Discusión

Focalización inducida y nudos conflictivos del paciente La evaluación psicológica que se realiza pre­vio al inicio de la psicoterapia tiene como obje­tivo central la determinación del foco, mientras que el psicodiagnóstico se va construyendo a lo largo del proceso. Cuando se trata de niños, el foco de la psicoterapia suele ser inducido, acordado entre el psicoterapeuta y los adultos responsables, si bien es de rigor estar atentos a la formulación por parte del niño de sus pro­pios puntos de urgencia. En el caso de los ni­ños sin cuidados parentales, este acuerdo suele formularse entre el equipo psicoterapéutico, el responsable del hogar convivencial de turno y el juez, ninguno de ellos con vínculos perma­nentes con los niños ni tampoco responsables de la crianza de manera continua (5). En el material clínico presentado, se destaca que, si bien los tres aspectos del foco acorda­dos y mencionados anteriormente fueron in­cluidos y trabajados durante la psicoterapia, el nudo conflictivo o punto de urgencia de Mar­cela fue la separación, en especial respecto de los hermanos. Los primeros juegos, intento fallido de unir materiales no solidarios, nos remite al miedo a la separación, a perder el contacto, a la ne­cesidad de mantener unido o junto lo que se puede dispersar. Y también se ponen de ma­nifiesto los mecanismos defensivos frente a esas emociones, en especial aquellos dirigidos a evitar el dolor psíquico. A lo largo de las se­siones, emergen en Marcela fantasías respecto de lo sucedido con sus hermanos, fantasías de exclusión y separación. Intenta mediante acti­vidades lúdicas revertir los daños reales y fan­taseados, pegando una y otra vez con cinta ad­hesiva el cuerpo del muñeco-bebé, como si al hacerlo imaginariamente quedara pegada a sus hermanos y evitara el dolor de la separación y la angustia de no saber qué pasó con ellos, ni qué pasará en el futuro. La preocupación respecto de los hermanos recorre el material de las sesiones. Podemos formular la hipótesis de que esa preocupa­ción condensa temores vinculados a situacio­nes reales, pero también referiría a vivencias y ansiedades tempranas de fragmentación, o al menos de labilidad en los procesos de in­tegración psíquica. Sin embargo, y a pesar de las reiteradas fallas ambientales, Marcela ha lo­grado cierta integración en su self, integración lograda a costa del factor personal, y con una expectativa permanente de persecución (Win­nicott, 1988). El valor del encuadre El encuadre de trabajo, que incluye la presen­tación del equipo terapéutico (psicoterapeuta y observador no participante), la fijación de lugar de trabajo, tiempo de duración de la sesión, fre­cuencia de encuentros, recesos, formulación del foco o tema y los objetivos a lograr y modalidad de trabajo, es en nuestra experiencia la inter­vención central que efectúa el psicoterapeuta. Su previsibilidad y estabilidad permiten que las diversas expresiones del paciente cobren sig­nificación, que el psicoterapeuta explicita me­diante sus otros instrumentos de intervención (señalamientos e interpretaciones) a la luz de su marco teórico y en función del foco acordado.  El psicoterapeuta que se pone de su lado en búsqueda de la verdad, define un espacio de trabajo seguro y estable a lo largo del tiempo (Winnicott, 1955). El encuadre es la interven­ción por excelencia, que permite al psicotera­peuta otorgar estas significaciones mediante interpretaciones y señalamientos a las variadas expresiones lúdicas y no lúdicas de Marcela, quien a su vez las ratifica o rectifica mediante nuevas y sucesivas respuestas. Evaluamos que el sostenimiento firme del encuadre constituyó también un abordaje ade­cuado para lo que consideramos la estructura­ción incipiente de una “tendencia antisocial” en el caso particular de esta paciente (Winnicott, 1967). Es posible que la estabilidad constatada en cada reencuentro le haya permitido recla­mar por aquello de lo que fue privada y que era su derecho poseer. La tendencia antisocial está intrínsecamente vinculada a la depriva­ción: Marcela ha pasado por diferentes hoga­res, diferentes personas dejaron en ella marcas indelebles en los primeros años de su vida. Se subraya el tono imperativo de las verbalizacio­nes de Marcela; nunca satisfecha, siempre exi­giendo más del adulto; aun si éste accede a sus exigencias, nunca llegará a cumplir sus expec­tativas (Winnicott, 1940). Transferencia y contratransferencia. Contenido de las intervenciones El trabajo psicoterapéutico con niños sin cuidados parentales obliga al equipo a traba­jar muchas veces casi a ciegas, sin contar con informes ni referencia alguna acerca de la his­toria del paciente. Ello refuerza una de las ca­racterísticas fundamentales del psicoanálisis, y también de la psicoterapia de base psicoana­lítica, que supone trabajar con la realidad psí­quica, con el mundo interno de los pacientes. En el caso de la psicoterapia psicoanalítica fo­calizada de niños sin cuidados parentales, esta característica debe combinarse con lo que se acuerde como foco y objetivos; esto es, con componentes de la realidad externa particula­res y específicos tales como la judicialización de la situación familiar, la transitoriedad de alo­jamiento en diversos ámbitos institucionales y la condición de adoptabilidad. El diálogo peculiar del psicoanálisis y de las psicoterapias de base psicoanalítica en cual­quiera de sus variantes, incluida la focalizada, ha sido definido tradicionalmente en términos de transferencia-contratransferencia, defini­ción que conserva su validez teórica, aunque en términos estrictamente técnicos hubiera va­riaciones según los dispositivos, estrategias y encuadres que se establecieran. Trabajar con niños en situaciones de abandono y desampa­ro, tanto actual como pretérito, implica repen­sar estas cuestiones metodológicas. En parti­cular, resulta de interés la atención sobre las vivencias y reacciones contratransferenciales, ya que en muchas ocasiones orientan las inter­venciones del psicoterapeuta: enojo, impoten­cia, desesperación, entre otras emociones que se corresponden con las que el niño ha transi­tado efectivamente en su vida, vive o revive en el marco de la psicoterapia y que con mayor urgencia que en otros encuadres psicoanalí­ticos, permiten acceder al mundo interno del paciente, aún sin contar con información his­tórica y contextual. Los psicoterapeutas que asisten a niños sin cuidados parentales nece­sitan contar con un espacio confiable de su­pervisión en equipo para “volver a pensar” sus intervenciones, a modo de un espacio “conti­nente” que les permita liberar identificaciones proyectivas masivas (Bion, 1967). Para ello es necesario crear condiciones de seguridad que transformen la contratransferencia en instru­mento para la comprensión, sin abandonar los principios fundamentales de una psicoterapia psicoanalítica.

Notas

Leyes marco en la Provincia de Buenos Ai­res, sede del Servicio de Psicología Clínica de Niños: ley 13298 (Promoción y protección in­tegral de los derechos de los niños); Ley 14528 (Adopción), Ley 14537 (modifica el artículo 19 de la ley 13298). (2) Ley Provincia de Buenos Aires 13.298 de Promoción y Protección Integral de los dere­chos de los Niños y decretos reglamentarios. (3) El Servicio de Psicología Clínica de Niños se desarrolla en el marco de una cátedra uni­versitaria en la cual graduados recientes y es­tudiantes avanzados se entrenan en una prác­tica psicoanalítica con base comunitaria. El rol del observador no participante es fundamental para su formación profesional, para el entrena­miento en la práctica de la abstinencia y para aguzar la capacidad de observación y auto-observación en la situación psicoanalítica. Por ello, aunque no se cuenta con Cámara Gessell por razones presupuestarias, tampoco se la considera imprescindible. (4) En la mayoría de los casos, los niños sin cuidados parentales son derivados para su asistencia psicológica por las autoridades ju­diciales sin proporcionar datos precisos de su historia; es un arduo trabajo de los psicotera­peutas en su función de handling acudir a los juzgados tratando de recopilar los datos de la historia de los niños, de la familia de origen, de las instituciones por las que han transitado en su breve vida. Cuando hubo otros profesiona­les que intervinieron anteriormente, se desco­nocen sus datos y procedimientos, y las causas que motivaron su intervención. (5) En Argentina, los responsables de los ho­gares convivenciales suelen cambiar y no se cuenta con un cuidador fijo a cargo de cada niño. De todos modos, es una práctica de rigor mantener una comunicación fluida con ellos cuando traen al niño a su psicoterapia o ante situaciones de urgencia.

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