Adopción y parentalidad: aportacions de la investigación

José A. Castillo Garayo, Carles Pérez i Testor, Montserrat Davins i Pujol y Vinyet Mirabent i Junyent

RESUM

En comparación con los relativamente numerosos estudios sobre los menores adoptados, son mucho menos los trabajos empíricos centrados en los padres y madres adoptivos, y casi inexistentes los que se han interesado por los padres biológicos de menores cedidos en adopción. En este trabajo se revisan diferentes aportaciones teóricas y empíricas relacionadas con la preparación para la adopción y los procesos de idoneidad, así como algunos trabajos sobre homoparentalidad. Finalmente, se apuntan diferentes ámbitos en los que puede ser conveniente y necesaria la intervención profesional. PALABRAS CLAVE: adopción, parentalidad, investigación.                

ABSTRACT

ADOPTION AND PARENTHOOD: CONTRIBUTIONS FROM RESEARCH. Compared with the relatively many existing studies on adopted children, far less empirical research exists centred on adoptive parents, whilst studies involving the biological parents of adopted children are practically nonexistent. This paper reviews a range of theoretical and empirical research related to preparation for adoptions and suitability processes, as well as several articles involving same-sex adopters. Various case situations where professional intervention may be advisable and necessary are examined. KEY WORDS: adoption, parenthood, research.

RESUM

ADOPCIÓ I PARENTIU: APORTACIONS DE LA INVESTIGACIÓ. En comparació amb els relativament nombrosos estudis sobre els menors adoptats, són molts menys els treballs empírics centrats en els pares i mares adoptius, i gaire bé no existeixen els que s’han interessat pels pares biològics de menors cedits en adopció. En aquest treball es revisen diferents aportacions teòriques i empíriques relacionades amb la preparació per a l’adopció i els processos d’idoneïtat, així com alguns treballs sobre homoparentalitat. Per últim, s’apunten diferents àmbits en els quals pot ser convenient i necessària la intervenció professional. PARAULES CLAU: adopció, parentalitat, investigació.

Preparación e idoneidad de los padres y madres adoptives

La motivación para ser padre-madre puede provenir de múltiples fuentes y responder a diferentes objetivos: un posible impulso biológico hacia la continuidad genética, la conformidad con las reglas sociales, la necesidad de preservar y expandir la experiencia de un self maduro e integrado, acceder a un sentido de continuidad y seguridad para el futuro y otras posibles razones (Noy-Sharav, 2002). Para las parejas con problemas de fertilidad, adoptar puede tener la función de reparar la herida sufrida. La esterilidad, por cierto, es uno de los problemas que despierta emociones más intensas: ansiedad, tensión, culpa, ira, depresión, afectación de la propia identidad como hombre o mujer (Baumann, 1999; Noy-Sharav, 2002). Por tanto, un primer aspecto que afecta a la preparación de los padres que quieren adoptar es –en aquellos casos de esterilidad– la elaboración gradual de la pérdida que ello supone, de manera que el hijo o hija adoptivo no se convierta en una alternativa “de segunda” (la primera eran los hijos biológicos) o en una solución temporal. Hay que trabajar también para que el menor adoptado no se convierta en un recuerdo constante del “defecto” de la infertilidad. Ser un “padre –madre– suficientemente bueno”, siguiendo la terminología de Winnicott, implica poder ir más allà de las propias necesidades y poder percibir y responder a las del niño o niña. Cuanto mejor organizada esté la personalidad de los padres adoptivos, cuantos menos problemas presente la relación de pareja, más capaces serán de diferenciar

entre sus necesidades y las de sus hijos. Los padres y madres adoptivos deberán, además, afrontar otras circunstancias y avanzar en el logro de la parentalidad social, que tendría las siguientes características (Farber, Timberlake, Mudd y Cullen, 2003; Freundlich, 2002; Grau, 2002; Noy-Sharav, 2002):

  • El proceso preparatorio de embarazo y parto, con sus componentes fisiológicos, emocionales y sociales, se ve sustituido por un periodo de espera incierta, de duración inconcreta, que puede hacer que la vida de la pareja –o de la persona– que adopta quede sometida a sufrir dicha espera.
  • No se produce el vínculo primario con el bebé, acrecentándose la incertidumbre sobre cómo se establecerá la relación posteriormente.
  • Experiencia prolongada de pruebas médicas, tratamientos y, en ocasiones, procedimientos quirúrgicos para tratar la infertilidad. La intimidad puede verse de alguna manera violentada, resintiéndose la propia imagen y la relación de pareja.
  • Tener que realizar (en muchos casos) un procedimiento de evaluación médica y psicológica para obtener la idoneidad, lo cual puede ser vivido como una intrusión. Las expectativas de quienes quieren adoptar deben confluir con las de las instituciones que velan por el bienestar de los menores.
  • La responsabilidad de explicarle al menor que es adoptado, sus reacciones ante ese hecho, la aceptación de su historia personal y familiar y el encaje con la biografía de

los padres.

  • Afrontar las posibles consecuencias de las experiències previas vividas por el menor: institucionalización, ausencia de experiencia de vínculos exclusivos, pérdidas y rupturas, falta de estimulación, maltrato.
  • Sentir que el menor es un “hijo o hija auténtico” y elaborar las ansiedades de ser aceptados como “padres auténticos”, aunque no haya consanguinidad. ¿Es necesario “prepararse para la adopción”? Creemos que la respuesta es afirmativa, si atendemos al hecho de que quienes adoptan han de afrontar experiencias compleixes como las que acabamos de mencionar. Y no olvidemos que a todo ello se añaden las experiencias que también viven los padres y madres biológicos. Considerar, por ejemplo, el significado personal que tiene la adopción, sería asimismo aplicable a la parentalidad biológica, el significado de la cual también es susceptible de ser analizado. O cuando menos pensado. ¡Y todos conocemos casos en que una reflexión previa sobre el significado de tener hijos hubiera sido tan necesaria…! Es, igualmente, una necesidad compartida por cualquier parentalidad (biológica o adoptiva), clarificar cuál será el rol de cada miembro de la pareja y cómo afectará a ésta y a cada uno la llegada del hijo, tener conocimientos sobre desarrollo infantil, sobre pautas educativas o sobre la conveniencia de tomar en consideración el coste económico, el impacto sobre el trabajo, la necesidad de generar espacio en la vivienda, etc. Todos estos “desafíos” para los padres adoptivos (Farber, Timberlake, Mudd y Cullen, 2003) lo son también para los

biológicos. Pero quizás la mayor diferencia es que el menor adoptado ha vivido experiencias que no ha vivido el biológico; por ello, hay que preparar a los padres adoptivos para evitar que las possibles consecuencias de las carencias que haya sufrido el menor interfieran gravemente en el proceso adoptivo, así como para favorecer que el núcleo familiar incorpore la identidad adoptiva del menor y el ejercicio de la parentalidad (Cánovas, 2004; Grau, 2002). Este trabajo preventivo resulta especialmente importante

en el caso que se observen factores de riesgo –en los menores y/o en los padres adoptivos– que dificultarían el proceso adoptivo (Fuentes y Fernández, 2001):

  • En los niños o niñas:

– Haber sufrido maltrato o presentar problemas evolutivos o de conducta.

– Sentimiento de rechazo hacia la adopción, percepción de que no se puede participar en la decisión, peculiaridades de la relación con la familia biológica.

  • En las familias adoptivas:

– Motivaciones para adoptar inadecuadas.

– “Baja calidad” de la relación de pareja.

– Dificultades socioeconómicas.

– Opciones religiosas, estilo educativo o de vida inadecuados.

– Temores irracionales a que el menor no se vincule, a que no pueda modificar conductas inadecuadas, a la

influencia de la herencia, a que los padres biológicos reclamen al menor.

– Ideas y expectativas poco realistas sobre el menor y sobre sí mismos como padres adoptivos, tendencia a realizar atribuciones negativas sobre la intencionalidad de menor, ausencia de cariño, falta de una red de apoyo, etc. Parece claro que en esta lista, aparentemente interminable, podemos encontrar aspectos quizás crónicos, de gran rigidez, inmodificables con un programa breve de preparación, y otros (como determinadas expectativas o temores sobre el propio papel o las características del menor) que sí pueden modificarse mediante una preparación adecuada. Freixa, Guàrdia, Peró y Turbany (1996) diseñaron una entrevista semiestructurada y la aplicaron a 53 parejas que optaban a la adopción de un menor. Las respuestas de dichas parejas subrayaban que la principal motivación para adoptar era formar un núcleo familiar más sólido y que no contemplaban que tuviera que haber diferencias entre padres adoptivos y biológicos, ni entre hijos biológicos y adoptivos (querían un hijo sano, sin problemas, recién nacido). Los futuros padres adoptivos se referían también a diferentes motivos para entregar a un hijo en adopción: problemas económicos, familiares, falta de apoyo, etc. También ofrecían respuestas dispares ante la pregunta de cuándo y cómo explicar que es adoptado: “cuando el niño pueda entenderlo”, “como un cuento”, “cuanto antes mejor”, “a medida que vaya creciendo”. Lo que se percibía como más dificultoso eran las enfermedades, las drogas y, como etapa potencialmente más conflictiva, la adolescencia. Por último, la mayoría de los padres tenía la expectativa de que se producirían cambios muy importantes en su

vida y en la relación de pareja. Bonvehí, Forns y Freixa (1996) evalúan el clima familiar de parejas candidatas a la adopción, observando que –respecto a la muestra normativa– las parejas que deseaban adoptar presentaban altos niveles de cohesión y de expresión de las emociones, un buen nivel de organización familiar, un bajo nivel de control (aunque adecuado) y fuertes intereses de tipo cultural y de ocio. Las autoras se refieren a los posibles sesgos de las respuestas dadas por los padres, motivadas por la deseabilidad social. Berry (1990) centra la preparación para la adopción en la identificación de áreas problemáticas, en la información sobre inteligencia, rendimiento académico, interacciones con los miembros de la familia y capacidad del menor para el apego y las relaciones recíprocas, así como en la adquisición de habilidades para manejar posibles problemas de conducta de los menores adoptados: problemas de alimentación, tendencias suicidas, agresividad, robo y vandalismo, repercusiones de posibles abusos sexuales sufridos, etc. También se subraya la importancia de que la familia conozca los recursos comunitarios a los que puede acudir. Farber et al. (2003) –en uno de los escasos estudios empíricos en este ámbito– evalúan un programa de preparación para la adopción en el que se trataban las diferencias y similitudes entre parentalidad biológica y adoptiva, los antecedentes personales y culturales del menor adoptado y la exploración de las preocupaciones y fantasías de las parejas adoptantes. Los padres adoptivos de la muestra habían dedicado un promedio de 2,5 años a plantearse la adopción, aunque un 15% lo había pensado durante menos de un año y el 11% entre seis y quince años. Además, a pesar que la ausencia de grupo de control no permite asegurar que los efectos observados sean debidos al programa, se constataron diferentes cambios en los participantes en el programa de preparación: mayor disponibilidad emocional a adoptar y a considerar cómo afectaría la adopción a la vida personal y de pareja, el peso de las experiències que haya podido tener el menor adoptado, el papel de su familia biológica, etc. También se observó una disminución de las preocupaciones que había con anterioridad a

iniciar la preparación para la adopción, especialmente las relacionadas con el desarrollo del menor, cómo y cuándo explicarle que es adoptado y el temor a un posible encuentro futuro con los padres biológicos. Por lo que respecta a la adopción de niños o niñas con necesidades especiales por razones de edad (mayores),

etnia, historia de maltrato, padres con problemas de drogodependencia, SIDA, grupos de hermanos, etc., Egbert y LaMont (2004) señalan que fracasa uno de cada cinco processos adoptivos de dichos menores, lo que supone revivir una experiencia potencialmente traumática. Ello apunta de nuevo a la necesidad de trabajar adecuadamente el proceso de adopción y de preparar a los padres adoptivos. Las autoras realizan un estudio exploratorio en el que hallaron que los padres adoptivos se sentían menos Preparados para adoptar a menores que habían vivido en diversos emplazamientos con anterioridad, que habían sufrido maltrato o cuando aparecían dificultades para el establecimiento del vínculo: éste era el factor más relevante. Se sentían más preparados los padres y madres adoptivos de mayor edad, los que tenían experiencia previa de crianza y aquellos que referían un mejor vínculo con las instituciones y los profesionales que les acompañaban en el proceso de adoptar.

Ciclo vital de la familia adoptiva

Al igual que la parentalidad adoptiva y la biológica presentan diferencias y similitudes, también la familia con hijos adoptivos tendrá aspectos en común y características diferenciales con las familias con hijos biológicos. Entre los escasos estudios existentes sobre las relaciones que se establecen en las familias adoptivas, Palacios y Sánchez (1996) observan que dichas relaciones son fundamentalmente positivas, con altas puntuaciones en “afecto”, “comunicación” y “presencia de normas”. Estas variables se consideran adecuadas para la crianza. Brodzinsky, Smith y Brodzinsky (1998) se refieren al ciclo vital de la familia adoptiva, a los cambios evolutivos que viven a lo largo del tiempo y a los diferentes aspectos que deben afrontarse. Mirabent y Ricart (2005) han planteado también diferentes aspectos que afrontan las familias

adoptivas a lo largo de su desarrollo. En el periodo preadoptivo, las principales cuestiones a afrontar tienen que ver con la elaboración de los problemas de fertilidad y la vivencia del proceso de preparación que puede ser percibido más como un examen que como una ayuda, como una serie de pruebas en las que hay que “saberse vender”. El tiempo de espera hasta la llegada del hijo y los sentimientos de ser “padres de segunda clase” son otras experiencias emocionales significativas de este periodo. Paralelamente, el menor vive sus experiencias en la familia biológica, en orfanatos, etc. Desde el primer encuentro y la llegada a casa y, en general, durante la primera infancia del menor adoptado, los esfuerzos pasan por crear un ambiente de seguridad y confianza que permita establecer un vínculo de apego seguro, reorganizando la vida familiar, teniendo presente a la família biológica y preparándose para las preguntas que pueden

aparecer en el futuro. Hay pocos datos al respecto, pero pueden producirse situaciones de depresión postadopción entre las madres adoptivas (Núñez, 2004). En la infancia y la edad preescolar, entre los 2 y los 4 años, pueden aparecer las primeras explicaciones sobre la adopción, inevitablemente ansiógenas, en las que se plantea la peculiaridad de que el adoptado es parte de “esta familia” pero también “de otra” (la biológica). A esta edad, el niño o la niña ya tiene que ir asimilando la información recibida, aunque ello signifique comprender las palabras pero quizás no tanto sus implicaciones. Las decisions sobre la guardería, la escuela y los primeros aprendizajes académicos marcan una etapa importante, potencial Fuente de inquietud. Entre los 6 y los 12 años aumenta la curiosidad de los adoptados y su capacidad para entender qué significa serlo. Pueden plantearse la decisión tomada por la familia biológica, sentir que han sufrido abandono y preguntarse cuál es el valor de la consanguinidad como lazo familiar. Todo ello puede generar periodos de confusión en el chico o la chica y también en sus padres adoptivos, sobre todo si viven la aparición de todas estas cuestiones como un fracaso y no como un proceso evolutivo normal. La tarea de los padres en este periodo sería mantener un ambiente de criança adecuado, reforzar una visión positiva de la familia biológica, mantener la comunicación abierta sobre la adopción y apoyar el trabajo de elaboración que hace el hijo o la hija. El adolescente adoptado (como el que no lo es) tiene como tarea principal establecer un sentido estable y seguro de sí mismo, empezando por su aspecto físico (que puede ser bastante diferente al de sus padres) y continuando por la sexualidad y la maternidad o paternidad: puede haber miedo a repetir la posible historia de su familia biológica, quizás un embarazo muy precoz que condujo a la adopción, o bien (sobre todo en el caso de las chicas) querer tener un hijo para cuidarlo y “rectificar” la historia familiar. Durante la adolescencia también se tiende a buscar más información sobre el propio origen y a querer contactar con los padres biológicos, aunque sin resolver del todo la ambivalencia entre el deseo de saber y el de ignorar. La tarea de los padres adoptivos continúa siendo bàsicament la misma que antes: mantener una relación que permita que la comunicación sea lo más abierta y honesta posible sobre todo aquello que pueda inquietar, incluido, por supuesto, el tema de la adopción.

Adopción y familias homoparentales

La adopción por parte de familias homoparentales es un tema polémico, que parece remover multitud de emociones y que divide a la sociedad en “partidarios” y “detractores”. Aparte de que resulta en sí mismo interesante entender las razones de toda esa agitación, vale la pena repasar qué dice la investigación al respecto. No pretendemos revisar exhaustivamente los estudios sobre homoparentalidad, aunque creemos que hemos podido recoger una muestra representativa de ellos. González, Chacón, Gómez, Sánchez y Morcillo (2002) estudian diferentes aspectos de 28 familias, de Andalucía y Madrid, compuestas por madres lesbianas o padres gays y sus hijos, procedentes de parejas heterosexuales anteriores (18 familias) o que tuvieron a sus hijos por inseminación (5 familias) o por adopción (5 familias). Conviene señalar, pues, que las familias adoptivas son minoritarias en esta muestra, como sucede en la mayoría de estudios sobre homoparentalidad. Se comparó a los chicos y chicas que vivían en familias homoparentales con dos muestras: “muestra control de sexo”, compuesta por compañeros o compañeras de classe seleccionados al azar entre los del mismo sexo, y “muestra control de familia”, compuesta por chicos y chicas del mismo nivel educativo y que compartían la estructura familiar (monoparental, biparental, reconstituida, etc.). Los resultados indican que los padres y madres homosexuales de la muestra presentan características que facilitan un buen desempeño de sus tareas parentales: salud, adecuada autoestima, flexibilidad en sus roles de género, recursos económicos, implicación en la crianza, conocimientos suficiente sobre desarrollo infantil y preferència por un estilo educativo “democrático” (comunicación, afecto, exigencia de responsabilidad y disciplina, acompañadas de razonamiento). Las relaciones de pareja y familiares se caracterizan por el afecto, la escasa conflictividad y la comunicación, contando también con una buena red de apoyo. Los chicos y chicas de la muestra, que viven en familias homoparentales, presentan un desarrollo equiparable al de sus compañeros y compañeras de familias heteroparentales: no se observan diferencias significativas en rendimiento académico, competencia social, conocimiento de los roles de género, ajuste emocional y conductual, autoestima y aceptación social. Los chicos y chicas de familias homoparentales presentaban mayor flexibilidad en los roles de género y mayor aceptación de la homosexualidad. Chan, Raboy y Patterson (1998) hallaron resultados semejantes en su comparación del ajuste psicosocial de menores concebidos por inseminación artificial y que crecieron en familias homoparentales: no se observan diferencias en función de la orientación sexual de los progenitores ni del número de personas que componen la família (familias monoparentales o biparentales). En un estudio comparativo entre menores engendrados mediante inseminación artificial que crecían en familias con parejas lesbianas y heterosexuales, e hijos de familias heterosexuales concebidos de manera natural (Brewaeys, Ponjaert, Van Hall y Golombok, 1997), no se observaron diferencias en la calidad de la relación de pareja ni en la calidad de la relación madre-hijo o hija, si bien las parejas lesbianas mostraban mayor dedicación y mejor calidad de relación con los menores. Golombok et al. (2003) comparan la calidad de la relación parento-filial y el desarrollo socioemocional de niños de 7 años, hijos biológicos de madres lesbianas, de padres heterosexuales y de madres heterosexuales en familias monoparentales. No se observaron diferencias significatives entre las madres homo y heterosexuales, excepto en que las madres lesbianas referían menor uso del castigo físico y mayor tiempo dedicado a jugar con sus hijos. Las parejas de las madres lesbianas tendían a implicarse menos en la crianza de los menores, en comparación con los padres de las familias heterosexuales (resultado contrario al estudio de Brewaeys et al., 1997). Los menores de familias homoparentales presentaban características psicosociales equiparables a las de familias heteroparentales. Bennet (2003) investiga los vínculos establecidos por 14 niñas y 1 niño adoptados (adopción internacional) por 15 parejas de mujeres lesbianas. Doce de las quince parejas informaron de que sus hijas (sólo había un niño, como acabamos de decir) mostraban un vínculo preferente por una de las madres durante los primeros dieciocho meses posteriores a la adopción, a pesar de que las madres informasen de que compartían las tareas de cuidado y una división igualitaria del trabajo. Aunque casi la mitad de las niñas presentaban problemas médicos o retrasos evolutivos en el momento de la adopción, sólo una familia informó de dificultades en el apego o de problemas emocionales importantes en su hija. La calidad del cuidado era el factor más importante para establecer la preferencia de la niña por una u otra madre, aunque había vínculo con ambas mujeres de la pareja. A partir de estos datos, se subraya la importancia de que la legislación reconozca el derecho legal de ambas mujeres, ya que en caso de separación los menores podrían estar en riesgo de perder un vinculo importante. En un trabajo realizado a partir de narraciones de la pròpia vida realizadas por personas con padres homosexuales, Cameron y Cameron (2002) señalan que las personas que han crecido en una familia homoparental refieren “sentirse diferente”, inestabilidad emocional, consumo de drogas, violencia en la relación de pareja, necesidad de clarificar la propia sexualidad, etc. También es más frecuente encontrar mayor preferencia por la homosexualidad como orientación sexual y presiones para asumirla. En sus conclusiones, los autores señalan que, a pesar de la falta de grupo control, las historias narradas se alejan de las vidas “normales” que muestran estudios como los que hemos comentado anteriormente. La dificultad en los entornos familiares homosexuales puede deberse a que las familias heterosexuales son la norma, son aquellas a las que la sociedad está acostumbrada; sin embargo, incluso en este supuesto –señalan los autores–, no puede hablarse de “falta de dificultad” en el hecho de crecer en familias homoparentales. Stacey y Biblarz (2001) revisan 21 estudios en los que se compara el desarrollo de menores en familias homoparentales (18 de madres lesbianas y 3 de padres gay) con muestras apareadas de padres heterosexuales. Comentan que puede haber algunas ligeras diferencias entre hijos de familias homoparentales y heterosexuales, como por ejemplo que los de familias homoparentales se ajusten menos a los estereotipos de género y que presenten mayor capacidad para expresar sentimientos y mayor empatía hacia la diversidad social. Es posible que algunas de estas diferencias se deban a las condiciones sociales que afectan a los homosexuales: si se prohíbe o restringe la posibilidad de casarse y tener hijos, es más probable que gay y lesbianas sean padres y madres de más edad, de ambientes urbanos, con buenos niveles de educación, factores que protegerían posteriormente a sus hijos. Por el contrario, las dificultades para casarse también podrían favorecer tasas más altas de ruptura de las parejas, al no tener la presión institucional ni el apoyo implícito del matrimonio. La estigmatización social también potenciaria algunas diferencias entre menores que crecen en familias homoparentales u homosexuales, de manera que dichas diferencias desaparecerían al igualarse las condiciones sociales. Los estudios revisados señalan que los hijos de padres homosexuales pueden estar más predispuestos a mantenir relaciones homoeróticas. Es difícil saber si esta diferencia (por cierto de pequeña magnitud) está o no relacionada con la posición social de los homosexuales o responde a características más estables. La American Academy of Paediatrics apoyó en 2002 la posibilidad de adopción por parte del segundo progenitor (pareja lesbiana de la madre o pareja gay del padre) en el caso de menores de familias homoparentales, con el objetivo de garantizar que el menor pudiera continuar la relación con esa persona y tener su apoyo afectivo y material, en caso de fallecimiento o de separación de la pareja (American Academy of Pediatrics, 2002). Aun señalando las reservas debidas a las limitaciones metodológicas de los estudios existentes, no se encontraron evidencias de possibles perjuicios para los menores que crecen en familias homoparentales (Perrin et al, 2002). Señalan Stacey y Biblarz (2001) que las categories “madre lesbiana” y “padre gay” son históricamente transitorias y conceptualmente inconsistentes, ya que implicant (erróneamente) que la orientación sexual es la característica decisiva de la parentalidad: hasta el momento no se ha demostrado que así sea, ni en el caso de las madres lesbianes ni en el de los padres gays (Lambert, 2005; Mooney-Somers y Golombok, 2000). Ser lesbiana, gay, bisexual o heterosexual no comporta necesariamente un tipo de comportamiento,

no implica ser célibe o promiscuo, quererse casar o no. Además, la homoparentalidad es un fenómeno demasiado reciente: muchas personas homosexuales han sido padres o madres en parejas heterosexuales, antes de asumir su identidad homosexual, de manera que es imposible diferenciar el impacto de la orientación sexual de los padres de otros aspectos como el divorcio, el tener una nueva pareja, mantener en secreto o revelar la homosexualidad. Desde un punto de vista metodológico, es frecuente que los estudios se realicen con muestras de tamaño reducido, que la selección de los participantes haya sido incidental, no aleatoria, mediante procedimientos de “bola de nieve” (snowball), estando compuesta por parejas (sobre todo de lesbianas) de clase media-alta, que aceptan participar de manera voluntaria, si bien a menudo se cuenta con grupos de comparación extraídos del mismo entorno sociocultural. Otra limitación sería que no se incluyen datos observacionales, sino que los cuestionarios auto-aplicados son casi siempre la fuente exclusiva de evaluación. Pero aún considerando las limitaciones metodológicas de un ámbito de estudio que no ha hecho más que iniciarse, las investigacions realizadas hasta el momento parecen corroborar que el desarrollo de los menores no depende de la estructura familiar ni de la orientación sexual de los padres, sino de la calidad de las relaciones que se establecen.

Madres y padres biológicos

Los padres y madres biológicos son los grandes olvidados en la investigación sobre adopción: apenas sabemos nada de ellos, excepto algunos aspectos sobre las madres adolescentes que donan en adopción y el impacto que ello supone. Así (siguiendo la excelente revisión de Freundlich, 2002) parece que va disminuyendo el porcentaje de madres adolescentes sin pareja que optan por ceder en adopción

(estudios realizados sobre todo en EEUU), quizás debido a una actitud social más favorable hacia las familias monoparentales. La madre de la adolescente embarazada es la que ejercería mayor influencia sobre la decisión de donar o no en adopción. Respecto a la adopción internacional, los escasos estudios realizados destacan –en el caso de mujeres sudamericanas– la pobreza, el bajo estatus social y educativo, la juventud, el desempleo, la dedicación a actividades como la venta ambulante, la mendicidad o la prostitución y la procedencia de entornos familiares caracterizados por la negligencia o el maltrato. En los datos procedentes de China, la pobreza no parece jugar un papel tan

destacado.

No están claros los datos respecto al efecto a largo plazo de ceder en adopción (Freundlich, 2002). Mientras que algunos estudios refieren beneficios tanto para la madre biológica como para su hijo, otros señalan efectos negativos para el bienestar personal, social y de pareja de la madre. Conviene no olvidar que establecer relaciones de causalidad entre determinados hechos y determinadas consecuencias es extraordinariamente complejo: es muy complicado obtener una muestra representativa de mujeres que han donado algún hijo en adopción y todavía lo es más establecer con seguridad que las dificultades observades sean consecuencia de dicha donación. Más allá del tópico de la desimplicación y la frialdad del padre biológico ante la experiencia de un embarazo y una cesión en adopción, los escasos datos con que contamos apuntan a que también resulta una experiencia dolorosa a corto y largo plazo. Algunos de los factores que favorecerían la desimplicación de los padres biológicos serían las presiones familiares, una relación pobre con la madre biológica, los problemas económicos y las actitudes de las agencias de adopción, que pueden tender a contar poco con ellos.

Intervención psicológica en la adopción

Distinguiremos en este apartado los diferentes aspectos que se pueden tener en cuenta a la hora de planificar y llevar a cabo una intervención psicológica en el ámbito de la adopción, sea con los padres biológicos o adoptivos. Por lo que respecta a los padres biológicos que se plantean ceder en adopción, el trabajo psicológico se centraria en (Janus, 1997):

  • Ayudar a valorar las opciones existentes, transmitiendo respeto y aceptación por la decisión que tomen.
  • Una vez realizada la donación, el trabajo se centraría en la recuperación del sentimiento de autovalía (que puede haber quedado afectado) y en la elaboración del duelo, integrando la experiencia de la adopción en sus vidas.
  • En el caso de embarazos adolescentes, también puede ser necesario un trabajo que facilite el vínculo con la familia. El trabajo con padres y madres adoptivos, en las diferentes etapas del proceso, se centraría en los siguientes aspectos (Brodzinsky, Smith y Brodzinsky, 1998; Janus, 1997):
  • La infertilidad (en caso de estar presente) y la afectación de la propia imagen que puede suponer, así como en las repercusiones de los intentos fallidos de conseguir un embarazo, tanto sobre cada miembro de la pareja como sobre la relación entre ambos.
  • Acompañar en el proceso hacia la adopción o hacia la renuncia a tener hijos, explorar la motivación para adoptar.
  • Reflexionar sobre las consecuencias de la adopción y sobre las decisiones a tomar: tipo de niño o niña que se quiere adoptar, límites de edad, posibles discapacidades o dificultades del menor, diferencias raciales, grado de apoyo social con que se cuenta, etc.
  • Apoyar en el proceso (habitualmente largo) de trámites burocráticos y de espera hasta que llegue el menor. Una vez ha llegado, pueden reaparecer ansiedades relacionades con la infertilidad y reacciones similares a las que se producen en el postparto, así como otras reacciones emocionales motivadas por el contraste entre las expectativas y la realidad, y temores relacionados con el establecimiento del vínculo.
  • Revelación de la adopción, una de las tareas habitualmente percibida como más complicada y ansiógena para los padres adoptivos; actitud hacia la curiosidad del hijo o hija por sus orígenes.
  • Cuando el hijo o la hija adoptivo llega a la adolescencia, pueden aparecer temores sobre las relaciones sexuales y la posibilidad de un embarazo que repitiera, quizás, lo sucedido a sus padres biológicos.
  • Actitudes hacia el contacto con los padres biológicos: si se subestima o no la importancia de la familia biológica, la representación que se tiene de ella, la presencia de actitudes empáticas y respetuosas que faciliten que el adoptado haga preguntas. Puede ser necesario trabajar el posible temor a que el hijo o hija adoptivo sienta la necesidad de conocer a su familia biológica.

Conclusiones: aportaciones de la investigación en el ámbito de la adopción

Uno de los problemas de la investigación empírica sobre adopción es su carácter fundamentalmente ateórico, como acostumbra a suceder en todos aquellos ámbitos de estudio que se encuentran todavía en sus inicios. Quienes nos dedicamos a la práctica tenemos claro aquello de “no hay nada más práctico que una buena teoría”, ya que la precariedad de los fundamentos teóricos limita también la posibilidad de comprender lo estudiado. Sin pretender solucionar esta limitación, sí creemos interesante recoger los planteamientos teóricos que pueden utilizarse en la adopción, en aras de animar y animarnos a intentar sustentar nuestras investigaciones en teorías que puedan aportarnos visiones más amplias y profundas de la adopción y sus vicisitudes. Así, siguiendo a Brodzinsky, Smith y Brodzinsky (1998), desde una perspectiva biológica podrían atribuirse a causas genéticas algunas de las posibles dificultades de los hijos o hijas adoptado, si bien a continuación deberíamos entrar en la compleja discusión sobre el peso de lo genético y de lo ambiental, así como en su interrelación. No cabe duda de que hay circunstancias ambientales que influyen sobre el desarrollo intrauterino: estrés de la madre, déficit nutricional, cuidado médico deficiente, exposición del feto a alcohol u otras drogas, etc. La teoría psicodinámica subrayaría los posibles conflictos de los padres en relación con la infertilidad y la parentalidad, así como las dificultades de los hijos o hijas adoptives si predominan disociaciones intensas entre padres “buenos” y “malos”, las posibles dificultades para elaborar las pérdidas, los conflictos a la hora de organizar un self estable y bien integrado, etc. La teoría del apego enfatiza la importancia de establecer vínculos padres-hijos seguros, capacidad que puede verse afectada si se han producido experiencias tempranas de maltrato, carencia de cuidados adecuados o inestabilidad en la presencia de figuras de referencia, sobre todo durante el primer año de vida. La teoria del rol social o teoría del estrés y del afrontamiento, explica el ajuste de la adopción en términos de patrones de interacción familiar. Se plantea que la família adoptiva se construye a partir de experiencias de pérdida y se subraya que la adopción supone inevitablemente estrés: más trabajo en casa, presencia de nuevos desafíos y dificultades, de nuevas circunstancias a afrontar. El reconocimiento de las pérdidas y del estrés asociado, sin negaciones ni exageraciones extremas, favorecería un progreso adecuado de la adopción, sobre todo porque permitiría hablar abiertamente del tema. Por último, en este rápido y esquemático repaso sobre algunas de las teorías que tienen algo que aportar al ámbito de la adopción, señalar que desde la teoría de los sistemes familiares se asume la creación de un vínculo entre la familia biológica y la adoptiva, que permanecerán unides para siempre. La perspectiva sistémica subraya la importància de cómo se vive ese vínculo, de si se tiene presente o no, de si se habla o no sobre él, del manejo de las lealtades familiares, de los secretos y los rituales, de cómo se construyen las relaciones, del grado de diferenciación entre los miembros de la familia, etc. Para acabar este trabajo, puede ser útil recopilar de manera muy sintética algunas de las aportaciones de la investigación al conocimiento de los procesos psicológicos presentes en la adopción:

  • Respecto a las madres biológicas, se ha estudiado sobre todo el proceso de toma de decisión de donar en adopción (particularmente con adolescentes) y el impacto que ello supone, aunque diferentes trabajos obtienen resultados muy dispares. Ha sido escasa la atención prestada a las madres biológicas en la adopción internacional o a aquelles que pierden sus derechos legales. Los padres biológicos son “los grandes desconocidos”, en muchos casos porque eluden su responsabilidad y en otros porque se les considera potenciales interferencias en los proyectos de adopción y, por tanto, se les mantiene al margen.
  • Respecto de los padres adoptivos, la investigación se ha centrado en las definiciones personales y sociales del “rol parental”, prestando escasa atención a la calidad de la relación de pareja y al ciclo vital de la familia adoptiva (Pérez, Davins y Castillo, 2002). Los datos sobre el proceso de idoneidad son limitados y no acaba de haber conclusions significativas, empíricamente fundamentadas, sobre a quién debe permitírsele adoptar y a quién no. En cualquier caso, un menor adoptado ha vivido experiencias que conviene tener en cuenta y para las que hay que prepararse. Está claro que no debemos dramatizarlas ni maximizarlas, pero nos parece más arriesgado negarlas y tener unas expectativas poco realistas (Mirabent, 2005). Mantener una relación que permita una comunicación abierta y honesta, sin obviar el tema de la adopción, es la tarea principal de los padres adoptivos en las diferentes etapas evolutivas.
  • Sin profesionalizar en exceso, convendría mantenir ayuda disponible para las familias adoptivas que puedan necesitarla, especialmente en el tránsito a la adolescència (Simmel, Brooks, Barth y Hinshaw, 2001).
  • Respecto a la mayor apertura en la adopción, a los efectos del contacto entre el menor y sus padres biológicos, los datos son poco claros y faltan modelos teóricos adecuados (Javier, Baden, Cottone y Denham, 2002). Es interesante plantearse la apertura como un continuum, con la posibilidad de diferentes niveles de contacto en función de lo que resulte más beneficioso y adecuado. Es importante evitar –en este tema y en general– las posiciones “a favor” o “en contra”, las cuales permiten pocos matices.
  • Estas posturas más ideológicas que racionales afectan con especial énfasis al tema de la adopción en el caso de las familias homoparentales. Sabemos todavía muy poco, aunque la mayoría de los datos apuntan que el desarrollo de los menores depende de la calidad de las relaciones que se establecen en las familias, más que de la orientación sexual de sus padres.
  • Falta formación para los profesionales que trabajan en ámbitos relacionados con la adopción, incrementándose así el riesgo de dañar a los consultantes (Sass y Henderson, 2000). También carecemos de un modelo amplio y comprehensivo sobre la adopción a lo largo del ciclo vital (Javier, Baden, Cottone y Denham, 2002).

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