Escrito por Andreu Donato (Psicólogo)

La autoestima es el nivel de confianza que tiene una persona en sí misma y en las capacidades para afrontar con éxito cualquier evento, tarea o situación.

Comprender qué es y cómo funciona la autoestima ayuda a entender mejor ciertas necesidades y reacciones de nuestros hijos y encontrar maneras más adecuadas de acompañarlos en su crecimiento y desarrollo.

La autoestima de niños y jóvenes

La infancia y la adolescencia son etapas de la vida llenas de retos, cambios y situaciones estresantes donde la imagen que tenemos de nosotros mismos juega un papel decisivo en el éxito adaptativo. Es decir, en el resultado positivo o negativo de los esfuerzos para madurar, aprender y convertirse en un adulto adaptado y capaz. La autoestima es el nivel de confianza que tiene una persona en sí misma respecto como de capaz se siente para afrontar con éxito cualquier evento. Ante situaciones nuevas o fuera de nuestro alcance, es habitual sentir desconfianza e inseguridad. Por tanto, no hay que confundir las reticencias ante los retos con el hecho de tener una autoestima baja.

Génesis de la autoestima

Desde que nacemos los padres ayudan a sus hijos en todo lo que hacen, hasta que llegados a cierta edad los hijos declinan la ayuda porque ya se sienten capaces de valerse por sí solos. Así pues, la autoestima es el resultado de culminar con éxito el proceso que nos lleva de depender de otro hasta tener una verdadera autonomía.

Déficit de autoestima

El déficit de autoestima se puede producir de dos maneras muy diferentes:

  • En los casos en que se retira la ayuda antes de la autonomía real que es propia de cada niño, es más fácil que un niño fracase y vea disminuida su autoestima.
  • Y en otro caso, cuando se mantiene la ayuda cuando el niño ya es autónomo y el niño siente que lo consideramos incapaz y se lo acaba creyendo.

Tengamos en cuenta que los niños necesitan que el adulto valore, ya sea positiva o negativamente, todo o casi todo lo que hace. Así es como aprende a relacionarse con su entorno. Si esta atención decrece o simplemente no se da, el niño se vuelve inseguro porque le falta el criterio del adulto para valorar sus acciones. Esto, visto desde fuera, solemos describirlo como inseguridad o baja autoestima. Esta situación de poca o nula atención del adulto hacia el niño, también puede producir una respuesta muy diferente en el niño. En estos casos vemos un aumento de la actividad pero sin sentido, sin programa ni objetivo aparentes. Porque en el fondo sí hay objetivo, pero inconsciente: llamar la atención que le falta del adulto.

Mejorar la autoestima

Una educación adecuada precisa tiempo y paciencia: Tiempo para estar con los hijos y paciencia para perdonar, comprender y corregir sus errores sin pasar al desprecio o la descalificación. En el día a día no siempre podemos ser pacientes y atentos, puede que nuestros horarios laborales no nos lo permitan, o puede que problemas de otra índole nos resten la capacidad para atender correctamente a nuestros hijos. Pero si estas limitaciones están presentes en nuestras vidas debemos ser conscientes de que se trata de una limitación del adulto, no del niño. Y que lo único que hace el niño es manifestar con los comportamientos que hemos comentado, este desajuste en la atención a sus necesidades. Esto nos debe permitir al menos, no confundir la baja autoestima con un problema de conducta que requeriría un simple correctivo.

A la práctica

  • Es mejor prevenir que curar: La autoestima se genera en el interior del individuo y su motor más potente es la calidad de la relación que se crea con sus cuidadores. Sentirse queridos, aceptados y protegidos es proporcional al nivel de autoestima y confianza en uno mismo.
  • No se puede actuar directamente sobre la autoestima, ya que es el resultado de la calidad de los diferentes acontecimientos vitales de la vida del niño.
  • Actuar sobre la autoestima no consiste en añadir eventos positivos, sino eliminando acontecimientos negativos habituales del entorno.
  • Hechos comunes que afectan la autoestima del niño pueden ser desde acoso escolar, mala relación con el tutor, maltrato, dejadez o exceso de reproches, discusiones familiares, fracaso académico prolongado, etc.
  • Los traumas propios del niño o situaciones en que se ve inmerso (una disminución, un absentismo escolar forzoso, una separación de los padres, la muerte de un ser querido, etc.) causan inseguridad pero no inevitablemente baja autoestima. En estos casos los padres pueden hacer comprensible este trauma ya sea hablando con el niño y ayudándole a elaborar el proceso.
  • La inhibición no siempre es una señal de alarma. Un niño inseguro puede intentar no pensar, y así no sufrir, o bien reclamar la atención que necesita, acelerando y multiplicando su actividad.
  • Cuando detectamos una inhibición excesiva del niño ante los retos cotidianos, debemos buscar las causas y buscar soluciones. Si no se ayuda al niño, la autoestima baja puede convertirse en depresión.
  • Inhibición, nerviosismo o agresividad, son señales de que el niño está sufriendo y que su autoestima podría verse afectada. Es aconsejable hacer una consulta al psicólogo infantil para confirmar la sospecha, detectar las causas y proponer soluciones.
  • Cuando no detectamos la causa que puede afectar la autoestima del niño, hay que consultar al psicólogo para que nos ayude. El psicólogo nos puede ayudar a identificarlos pero también a comprenderlos y abordarlos correctamente.

Preguntas con respuesta

Variables que influyen en la autoestima.

  • Los acontecimientos vitales estresantes o traumáticos afectan profunda y negativamente la predicción que hacemos de nuestro futuro. De alguna manera vienen a decirnos que las cosas nos irán mal y, por tanto, nos atacan la autoestima.
  • Aunque la autoestima depende en parte de nuestros éxitos y fracasos, esta visión es claramente subjetiva. Puede que ciertos éxitos sean vividos como fracasos, y esto ocurre cuando el nivel de autoexigencia es elevado.
  • La autoestima también se basa en la imagen que el niño percibe que genera en sus progenitores u otros adultos ya que son el referente de lo que está bien y lo que está mal. El vínculo afectivo refuerza esta relación de aprendizaje, nos hace dependientes de la estima y aceptación de nuestros referentes y nos empuja a obtenerla mediante la aceptación y la incorporación de estos aprendizajes.
  • El soporte adecuado de los padres puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso en el caso de los niños con poca autoestima.

Caso clínico

Héctor es un niño de 9 años que vive con sus padres y una hermana pequeña que tiene problemas habituales de salud. En la primera visita los padres explican que Héctor lleva unos meses desanimado, inseguro, que lo encuentran irritable y que en casa está nervioso. También dicen que la maestra les ha explicado que ha hecho una bajada del rendimiento en la escuela. En otro momento de la entrevista la madre comenta de pasada que ella lleva meses sufriendo una depresión. A solas con Héctor, nos cuenta que está preocupado por la salud de su madre, todo y que no está nada por él. De la hermana dice que cuando se pone enferma él siempre queda en segundo lugar. Sobre el padre dice que siempre está trabajando y que le dedica poco tiempo.

Una vez hecha la primera evaluación, orientamos el trabajo con Héctor y lo primero es hacerle entender que sus sentimientos son lícitos. Esto hace que pueda descargar su mala conciencia y, por tanto, disminuya su inquietud y mejore su conducta. Asimismo, se explica a los padres que el Héctor sufre por la depresión de la madre (que ella creía haberle ocultado) pero que no se atreve a manifestar su preocupación por miedo de hacerla empeorar. Al mismo tiempo Héctor no puede expresar los celos que le provoca la hermana, ya que no se perdonaría perjudicarla también a ella. Y finalmente al padre se le explica que podría compensar la situación dedicándole más tiempo, y que no lo hace por sus horarios laborales.

Saber todo esto permite a los padres comprender mejor a Héctor y enfadarse menos con él en casa. La madre toma conciencia del alcance de su depresión y decide pedir ayuda profesional. Los efectos beneficiosos de esta ayuda tranquilizan a Héctor y permiten a la madre dedicarle más tiempo. Todo esto ayuda a que en pocas semanas la sintomatología inicial de Héctor prácticamente desaparezca.

Referencias Bibliográficas

Libros:

Montero, l. «La aventura de crecer. Claves para un saludable desarrollo de la personalidad de tu hijo». Ediciones temas de hoy, 1999.

Películas:

«Billy Elliot (Quiero bailar)». Dir: Stephen Daldry. 2000 Fitxa de la pel·lícula

«Pequeña miss Sunshine». Dir: Michael Arndt. 2006 Fitxa de la pel·lícula