Escrito por Xavier Costa (Psicólogo)
La entrada en la adolescencia suele ser una época convulsa y difícil para los adolescentes y sus padres.
«Siempre tiene que tener la última palabra», «no se le puede decir nada», «siempre está enfadado», «me da miedo cómo reaccionará, ya no sé cómo decirle las cosas».
Son frases que sentimos a menudo a la consulta de padres preocupados por la conducta de su hijo adolescente, ¿pero cuando es realmente un problema que necesita tratamiento?
¿Qué es un trastorno de conducta?
Son un conjunto de síntomas que se alejan del comportamiento normal y que consiste en un patrón repetitivo y persistente de conducta antisocial, agresiva o desafiante. Para poder diagnosticarlo es necesario que este comportamiento persista al menos durante seis meses y que alcance niveles importantes de violación de la conducta socialmente esperada para la edad. También tiene que este comportamiento influya negativamente a nivel personal, social, académico y familiar.
Los síntomas más comunes pueden ser: niveles excesivos de peleas y provocación, crueldad hacia otras personas y hacia los animales, destrucción grave de la propiedad, conducta incendiaria, robo, mentira repetitiva, absentismo escolar y fuga del hogar, rabietas, desobediencia extraordinariamente frecuentes y graves. Ante los adolescentes con posible trastorno de la conducta, debemos preguntarnos primero si ha aparecido con la entrada en la adolescencia o si «siempre ha sido así». Si aparecen en la adolescencia puede ser sólo sintomatológico de la crisis adolescente. Pero si estas dificultades aparecen en una edad muy temprana el pronóstico puede ser más grave si no se da una intervención precoz.
La conducta de los adolescentes
La conducta alterada suele ser una manifestación de algún malestar que el chico o la chica se siente abocado a expulsarlo. Este malestar suele ser inconsciente, es decir, no saben qué y por qué les pasa. Lo único que saben es que necesitan urgentemente sacarles este malestar de encima y la vía más rápida que encuentran para hacerlo es ponerlo en el otro. La propia impotencia y malestar que sienten ante sus propias emociones la hacen sentir al otro: es entonces cuando los padres, o los maestros, se sienten impotentes y sin poder entender la conducta de los hijos o de los alumnos. La conducta alterada tiene como finalidad, pues, anular el otro haciéndolo sentir impotente y sin capacidades para pensar ni actuar de manera adecuada. Y al ser inconsciente es incontrolable y repetitiva. Además, estas explosiones conductuales acaban generando una baja autoestima que se manifiesta con una importante alteración de la auto imagen (la imagen que tienen de ellos mismos, como se ven), que pasa de ser infravalorada («no puedo aportar nada bueno a nadie»,»no soy digno de ser amado») a ser sobrevalorada («nadie puede conmigo»,»estoy por encima de todo y de todos»).
El papel de los padres
La conducta alterada tiene como finalidad alterar el otro, anularlo y hacerlo sentir impotente. Es por ello que la conducta, para que pueda ser corregida, antes debe ser entendida. Cuando el adolescente explota de rabia y consigue que el adulto se quede bloqueado, o también se enfade, siendo un alivio ya que ha conseguido sacarles el malestar de encima y ponerlo en el otro. Pero esta sensación es temporal, ya que al irse deteriorando su entorno (padres y maestros se sienten cada vez más impotentes y desesperanzados) y no encontrar maneras más adecuadas de canalizar su frustración, las alteraciones de la conducta no hacen más que agravarse. Lo más importante, pues, es intentar no perder la calma ni el control. Es necesario que el adolescente sienta que el adulto puede soportar sus ataques, que se hace cargo. Aunque el adulto se sienta impotente, o no entienda lo que le está pasando, es fundamental que mantenga la calma. También puede ser útil que, en lugar de engancharse en discusiones estériles (normalmente no son productivas, sino que sólo tienen como objetivo bloquear el otro), pueda ir verbalizandole los sentimientos: «veo que te estás enfadando», «estás muy enfadado». Y luego buscar otro momento más adecuado para hablar las cosas. Si los padres y los adolescentes se sienten muy sobrepasados por estas situaciones y no encuentran la manera de romper este círculo, es necesario que consulten a un especialista.
A la práctica
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Preguntas con respuestaCuando miro los programas de TV sobre adolescentes problemáticos, pienso: ¿mi hijo puede terminar igual? Pensar que la TV nos enseña la realidad puede generar la misma confusión que consultar diagnósticos por Internet. Normalmente, los casos que vemos son muy extremos y donde muchas escenas pueden estar manipuladas o dramatizadas bajo guión. Es necesario que tengamos siempre como referencia lo que opine el terapeuta que atiende el adolescente. ¿No sería una buena idea ingresar mi hijo en un internado donde lo puedan enderezar? Rotundamente no. Forma parte del proceso normal de la adolescencia el rechazar todo lo que venga de los padres, ya que se vive la relación con ellos de manera muy ambivalente. Esto quiere decir que, a pesar de los ataques explícitos que hace el adolescente contra los padres, los necesita mucho, y separarlo de ellos sólo puede agravar sus dificultades. ¿Es bueno castigar a los hijos con lo que más les gusta, como por ejemplo el fútbol? El deporte y las aficiones suelen ser una válvula de escape para los adolescentes. Prohibirles no soluciona nada, al contrario, ya que muchos adolescentes terminan deprimiendose al no encontrar ningún aliciente en su día a día. Además, castigarlos fomenta los aspectos infantiles y lo que nos interesa es potenciar los aspectos maduros y autónomos. Si no puedo castigarle, ¿qué herramientas me quedan? Como decíamos al inicio, para corregir una conducta, primero hay que entenderla. Partiendo de este posicionamiento, es necesario que los padres establezcan consecuencias coherentes a su conducta, no castigos. ¿Cómo puedo saber si mi hijo toma drogas, es necesario que la obligue a pasar un test? La mejor manera de saber si el adolescente hace conductas de riesgo es que haya un clima adecuado en casa donde se sienta con confianza para hablar de las cosas que le preocupan. Si la interacción con los padres es fluida, estos sabrán reconocer si el adolescente necesita ayuda. Obligarle a pasar un test de drogas dará a los padres la información que desean pero no ayudará a fomentar esta fluida, al contrario. |
Caso clínico
Llardén (2007), en el libro de Torres de Beà (incluido en la bibliografía) resume las características de los niños con trastorno de la conducta de manera muy clara, que pueden servir de orientación a la hora de pensar en consultar en un servicio especializado:
- Capacidades cognitivas conservadas.
- Baja tolerancia a la frustración.
- Pensamiento rígido.
- No suelen tener amigos íntimos, sino que crean un ambiente de carencia afectiva y aislamiento.
- Poco motivados por intereses deportivos o lúdicos.
- Mantienen conductas de provocación y agresivas con los compañeros, los adultos y las normas.
- Suelen negar la problemática y rechazar las ayudas.
- Ansiedad, dificultades de autocontrol y de relación, ya observadas durante los primeros años de escolaridad.
Referencias Bibliográficas
Libros:
Bradley, J. i Dubinsky, H. (1998). «Comprendiendo a tu hijo de 15-17 años». Barcelona: Paidós Ibérica.
Torras de Beà (Ed.). (2007). «Normalidad, psicopatología y tratamiento en niños, adolescentes y familia». Valls: Lectioediciones.
Waddell, M. (1998). «Comprendiendo a tu hijo de 12-14 años». Barcelona: Paidós Ibérica.
Películas:
Kaye, T. (director), (1998) «American History X» [Pel·lícula]. Estats Units d’Amèrica: New Line Cinema. Fitxa de la pel·lícula
Van Sant, G. (director), (1997) «El indomable Will Hunting» [Pel·lícula]. Estats Units d’Amèrica: Miramax International. Fitxa de la pel·lícula
Recursos en la red:
Generalitat de Catalunya (2007). Els trastorns de la conducta a l’escola.
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