Escrito por Yolanda Ferreras (Psicóloga)

Cada vez más madres y padres se encuentran con un sentimiento de culpa por desear vivir, ser y hacer algo más allá de los hijos y la familia.

Combinar familia, vida de pareja y vida personal es un equilibrio complicado que acaba pesando en la conciencia de padres y madres que no saben cómo reaccionar ante la demanda de atención de sus hijos.

Un sentimiento más habitual en las madres que en los padres

A menudo escuchamos en la consulta madres y padres (sobre todo madres) preguntándose cómo hacer con los hijos para que les dediquen todo el tiempo que tienen, y sienten que no hacen bien su papel. Suelen hablar de horas de trabajo y sentimiento de no tener todo el tiempo que desearían para dedicarle a sus hijos. Sienten que algo no va bien: sus hijos no les hacen caso, les piden muchas cosas… Los padres se sienten culpables por no saber/poder satisfacerlos o hacerles entender la situación y su funcionamiento familiar. Es aquí cuando se ve como los propios padres pueden sentirse confundidos y como se debaten entre la culpa de no estar al 100% por los hijos. Muchas veces esta culpa se transforma en querer dar todo lo que el hijo pide, sin detenerse a pensar ni escuchar lo que de verdad el hijo quiere y necesita: su madre y su padre. Hay que estar un poco atentos porque lo más fácil es tapar esta inquietud y esta culpa consintiendo.

Aprender a decir no

Hay niños que reaccionan bastante bien a los trabajos e intereses diversos de los padres. A otros les cuesta un poco más y muestran comportamientos más reclamantes. Es entonces el momento de plantearse que el límite es importante también para los hijos. Saber decir «No» les es importante. A veces lo piden a gritos, repetidamente, en tantas ocasiones como nuevas satisfacciones les da, tantas veces como cosas reclaman. Están sólo insistiendo en encontrar finalmente el «No» que ponga límite a la demanda de algo que no hay objeto final que la pueda satisfacer.

Un círculo vicioso que debemos detener

Es por eso que cuando aparece este sentimiento de culpa debemos estar alerta y no precipitar una respuesta. Esta posibilidad de espera y de límite puede hacer que tanto el uno como los otros puedan finalmente disfrutar y desear este tiempo, aunque corto, en el que la madre hace de madre y el hijo de hijo; y el padre hace de padre y el hijo de hijo. Tiempo en el que la presencia del padre o la madre no es igual que cuando no está. Tiempo en el que se espera a los padres para que escuche, eduque, ame, o sencillamente esté. Tiempo en el que los afectos, palabras, sonrisas, límites y silencios tienen un efecto especial y orientador porque vienen del padre y la madre. Padre y madre que cada hijo vive, y que los necesita tal como cada uno es: con sus dudas, angustias, deseos, prisas, presencias y también ausencias.

Disfrutar de los momentos juntos

Cuando una madre o un padre se plantea el poco tiempo que tiene con los hijos y le invade un sentimiento de culpa, es importante no dejarse llevar por la culpa y no intentar compensar con objetos o sin poner límites. Ante el malestar de los hijos y de su propia culpa, es posible que estén más desorientados a la hora de educar y escuchar el hijo. Si uno tiene la ilusión de recuperar lo perdido, corre el riesgo de perder también el momento presente. Debemos tratar de disfrutar del momento que estemos juntos, es importante para construir, compartir, vivir y saborear la experiencia de la relación entre padres e hijos. A veces esto significa sencillamente escuchar los hijos y atenderlos, pudiendo sentir y haciéndoles sentir, que ellos están allí y que ese mismo momento ya es importante por lo que es, aún sabiendo que de ninguna manera les podremos dar y satisfacer todo. Este también es un buen aprendizaje para la vida.

A la práctica

  • Adoptar una actitud tranquila y serena ante las demandas de los hijos, sobre todo si se detecta sentimiento de culpa en los padres por el poco tiempo que pueden estar con los hijos.
  • Valorar si se puede, o no, aumentar este tiempo familiar. De qué manera, si realmente uno cree que está poco o no …
  • Intentar no compensar ni recompensar con objetos por el tiempo que no se ha sido con el hijo.
  • Importa la calidad de tiempo con los hijos más que la cantidad.
  • Escuchar y hablar con los hijos sobre sus intereses y sobre actividades que les permitan estar juntos y compartir un tiempo.
  • El padre y la madre siguen siendo padres y madres viéndolos más o menos tiempo. Es importante que el tiempo que se esté con los hijos, uno no dimita de esta función. Tampoco se deja de ser padre o madre el tiempo que no está con los hijos.
  • El juego y el ocio es tan importante como los hábitos y los límites.
  • No pretender recuperar el tiempo perdido. Se corre el riesgo de perder la posibilidad de vivir y disfrutar del tiempo que se dispone, y pasaría a tener un efecto más estresante, inquieto, y que no favorecería la relación y el contacto con los hijos.

Preguntas con respuesta

¿Por qué no para quieto si lo tiene todo?

Por muchas cosas que le demos a los hijos, algunos niños pueden mostrarse siempre demandantes. Esto tiene a menudo que ver con la necesidad de pasar tiempo con los padres, más que con objetos concretos.

Nos vemos poco y cuando estamos juntos siempre hace algo para estar enfadados. ¿Por qué?

Es posible que esta sea la forma de mostrar su malestar. A menudo, cuando los niños nos enojan, es la forma que tienen de hacernos sentir como ellos se sienten.

¿Es malo que pase más tiempo con los abuelos que con nosotros?

Debemos entender que cuando esta situación se da es por necesidad. Siendo así, debemos procurar que el tiempo que pasamos con ellos sea el de más calidad posible, y que la culpabilidad no nos haga responder a las demandas de los hijos sin pensar.

Caso Clínico

Nacho es un niño de 5 años y medio que llega a la consulta acompañado de sus padres porque en casa tiene un comportamiento rebelde, a veces pega a la madre (sobre todo si están los tres juntos en casa). Desde que había empezado a ir a la escuela, la maestra les había comentado que Nacho mostraba una actitud bastante dependiente de los adultos y le costaba hacer relaciones con los compañeros.

Los padres explican que habían esperado este hijo con muchas ganas. Tras la baja por maternidad de la madre el Nacho fue a una guardería durante las mañanas. La madre reanudó su trabajo, pero unos meses más tarde lo tuvo que dejar porque pensaba que su hijo la necesitaba y la reclamaba mucho. Ella sentía que casi no tenía tiempo para estar con el niño y «cuidar la familia». Se ve como a la madre el sentimiento de culpa va cogiendo fuerza desde el momento en que empieza a separarse de su hijo.

Durante las visitas al CSMIJ se veía un niño alegre que buscaba un trato exclusivo y directo hacia él, una madre angustiada y un padre que le costaba entrar en esta relación tan fuerte que el pequeño había establecido con la madre (y que tanto el padre como la madre se encontraban tratando de entender más a su hijo porque no comprendían qué le pasaba). En el proceso de tratamiento, la madre encontró un espacio para hablar de sus miedos y angustias, de sus sentimientos (se sentía muy culpable de cómo estaban yendo las cosas en casa y de lo que la maestra les decía de su hijo), y también de sus deseos. A medida que se iba dando a escuchar a cada uno en su momento diferente, se producía un efecto de separación que permitía ver cómo poco a poco mejoraban sus relaciones dentro de la familia. Eran más abiertas y el niño iba aceptando más estar los tres en casa sin ningún tipo de rabieta o enfado. Poco a poco la madre se planteó volver a buscar trabajo «de lo suyo», y el niño ya les contaba cosas de la escuela.

En el momento del alta Nacho estaba ya en primero, había empezado a leer, y hablaba de sus amigos con los que jugaba en el patio y le invitaban a fiestas de cumpleaños. Y habiendo superado este obstáculo, los padres se planteaban tener otro hijo.

Referencies Bibliográficas

Psicoanàlisi i Escola Bressol. Les lleis de l’univers infantil. Barcelona juny 1995. EOLIA.