Escrito por Ángeles Vicente (Trabajadora Social)
Poner límites no ha sido nunca una tarea fácil.
Actualmente observamos cada día que la falta de límites en nuestros niños y jóvenes es una realidad.
La palabra «límite» tiene que ver con el borde, con el término o final de algo, tiene que ver con la frontera, tiene que ver con «hasta aquí es suficiente».
Así escrito parece muy fácil, pero no es tan sencillo como parece.
Los límites son necesarios
La función de poner límites significa contener, cuidar y proteger. Nunca es tarde para poner límites y es importante para el desarrollo emocional del niño. Un niño que no acepta los límites nos está hablando y está queriendo decir algo.
Desde el inicio de la vida tenemos límites. Cuando un bebé nace, todo es confuso. Nadie recuerda este momento, pero desde el inicio de la vida las personas que cuidan del niño comienzan a poner límites: cuando se da el pecho o el biberón, cuando se ha de ir a dormir, cuando se puede jugar, cuando es el momento del baño,… Esto permite al bebé adquirir unos hábitos, una rutina y poner orden en su pensamiento.
¿Por dónde empezamos?
El respeto es una base importante para un buen entendimiento entre padres/madres e hijos, de una forma recíproca. Los hijos deben respetar los padres/madres, pero los padres/madres deben respetar los hijos. A partir del respeto adaptarán y transformarán las normas, los acuerdos y las rutinas en función de las edades y las necesidades de los niños.
Poner límites no significa gritar, amenazar, hacer reproches. Cuando se pone un límite y como consecuencia el niño tiene una rabieta, es importante mantener la calma y no asustarse. Es importante poder hablar en los momentos que no hay pataleo, encontrar unos momentos de reflexión con el niño, es básico para su buen desarrollo emocional.
Un trabajo de cada día
Es importante que cada día intentemos buscar un rato para escuchar a nuestros hijos. ¿Nos paramos a pensar cómo está nuestro hijo/a: ¿Está contento? ¿Está triste? ¿Se siente abatido? ¿Se siente frustrado? ¿Por qué no me hace caso?
A la práctica
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Preguntas con respuestaCuando estamos en lugares públicos y me pide cosas, ¿tengo que darle para que no haga una pataleta más gorda? Si las demandas de los hijos no nos parecen adecuadas, no las hemos de satisfacer y menos para evitar una pataleta. Si están en un lugar público no lo podemos retener, lo mejor será irse a casa o a un lugar donde podamos ayudarle. Debemos mantener el no que hemos dado pero tolerando la rabia que le puede generar, ayudándole a tolerarla él mismo como un proceso de la frustración. Poco a poco irá disminuyendo. Si el otro progenitor ha puesto un castigo que yo pienso que es excesivo, ¿lo puedo modificar? Los límites deben ser mantenidos y en lo posible, acordados por ambos padres. Si pensamos que el otro progenitor se ha excedido, tendremos que hablar con él sin el niño presente y valorar la modificación del castigo siempre que se esté de acuerdo. El progenitor que ha puesto el castigo será el encargado de modificarlo, explicando al hijo las razones o llegando a un acuerdo, pero nunca debemos desautorizarnos entre los adultos ante los hijos. Trabajo muchas horas y cuando llego cansada, prefiero pasar un buen rato con los hijos y evitar enfrentamientos. Debemos procurar que el tiempo que pasamos con los hijos sea de calidad, pero esto no debe ir en detrimento de educarlos y ponerles límites. Si no queremos enfrentamientos, podemos poner las normas de forma tranquila y firme, pero no dejar de hacer lo que quieran para evitar conflictos. Dar opciones nos puede ayudar a que el niño también tenga sensación de que decide. Con la ropa por ejemplo, dejar escoger entre dos pantalones o dos jerseys que nosotros habremos decidido previamente. |
Caso Clínico
Marta es una niña de 7 años que hace rabietas en muchas situaciones. Por la mañana, no tolera que no pueda decidir la ropa que debe ponerse. Para evitar conflictos los padres dejan que elija ella la ropa, lo que puede llegar a hacer que vaya con ropa de verano en invierno. Cuando está en el parque, nunca llega el momento de irse y, aunque le permiten que se quede más tiempo, siempre acaba haciendo alguna pataleta. Incluso amenaza con hacerse daño o tirarse ante un coche. Los padres están separados y con frecuencia no hay acuerdo entre ambos progenitores.
En la primera consulta se pone de manifiesto el comportamiento tiránico de la niña que pasa el rato dando golpes en la mesa y sin dejar hablar a los padres. Se acuerdan unas mínimas normas que deben cumplir ambos progenitores y las consecuencias que se pondrán y que serán conocidas por la niña. Por la mañana la niña decidirá la ropa entre las opciones preparadas por el progenitor con quien esté. En el momento de irse del parque se avisará con tiempo y si hace alguna pataleta, intentará contener o se irá a casa enseguida, poniendo alguna consecuencia previamente hablada con la niña (p. ej. no ir al parque al día siguiente). Poco a poco y con fuertes dificultades Marta entiende que debe seguir unas normas. La contención de los padres también ayuda a que esté más tranquila, ya que no siente que su propia agresividad invada toda la familia.
Referencias Bibliográficas
PARA LOS PADRES. Libros que nos hablan de cómo poner normas y límites:
Philips, Asha. (2002) «Decir no. Por qué es tan importante poner límites a los hijos». Ed. Debolsillo.
Thió de Pol, Carme. (2013) «Entre pares i fills». Editorial Barcanova.
Cardona, Victoria. (2010) «Qui mana aquí? Els fills necessiten llibertat i autoritat». Editorial Pòrtic.
Biniés Lanceta, Purificación. (2010) «Ser pares, avui: A la recerca del sentit comú». Editorial Graó.
PARA LOS HIJOS. Libros que nos hablan de cómo poner normas y límites:
Col·lecció de contes «Toni i Tina» Editorial Castellnou.
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