Andrea, una bebita canguro y su lucha por sobrevivir. Un continente para un continente-contenido
Hilda Botero Cadavid
RESUMEN
Este trabajo se propone ilustrar cómo la función continente, realizada por la observadora en una experiencia madre-bebé-canguro, pudo transformar, una relación madre-hija, continente-contenido en peligro, en una relación en la cual, un continente fortalecido y un contenido rescatado, iniciaron la función continente-contenido hacia el crecimiento: (♀)(♀♂)!→ ƒ(♀.♂)n((♂♀)(♀♂)) = (♀n) . (♂n)→ ≠(♀♂)! ⇨ (♀♂)n PALABRAS CLAVE: bebé-canguro; función continente-contenido; función alfa; acción alfa.
ABSTRACT
Andrea, a baby babysitter and her struggle to survive. A container for a container-contained. This paper illustrates how the container function, carried out by the observer in a mother-baby-babysitter experience, was able to transform an endangered mother-daughter container-contained relationship into a relationship where a strengthened container and a rescued content initiated the container-contained function towards growth: (♀)(♀♂)!→ ƒ(♀.♂)n((♂♀)(♀♂)) = (♀n) . (♂n)→ ≠(♀♂)! ⇨ (♀♂)n KEY WORDS: baby-babysitter, container-contained function, alfa function, alfa action.
RESUM
Andrea, una bebè cangur i la seva lluita per sobreviure. Un continent per a un continent-contingut. Aquest treball es proposa il·lustrar com la funció continent, desenvolupada per l’observadora en una experiència mare-bebècangur, va poder transformar una relació mare-filla, continent-contingut en perill, en una relació en la qual un continent enfortit i un contingut rescatat van iniciar la funció continent-contingut cap al creixement: (♀)(♀♂)!→ ƒ(♀.♂)n((♂♀)(♀♂)) = (♀n) . (♂n)→ ≠(♀♂)! ⇨ (♀♂)n PARAULES CLAU: bebè – cangur; funció continent-contingut; funció alfa; acció alfa.
Este documento es el resultado del ejercicio de observar a un bebé canguro con el método de Observación de Bebés de Esther Bick. En esencia, la experiencia emocional, en la tarea de observar, permitió ejercer la función de continencia a una díada que, en momentos, se configuró como en riesgo por la supervivencia.
El método, aplicado en esta experiencia, cumple con los requisitos básicos. Sin embargo, dada la especificidad de la observación –-una bebita prematura; una madre prematura; unos primeros momentos de la bebita inscrita en la aplicación de la técnica madre-bebécanguro observada sobre la piel de la madre–, se sostienen argumentos suficientes para adecuar o ajustar la técnica a las vicisitudes del momento. Esto es, en lugar de una observación semanal, se realizaron dos de una hora cada una, durante las seis primeras semanas, período en el cual permaneció la niña piel-a-piel al pecho de la madre.
Se supone una observación sin intervención (como requisito técnico del método), pero, como se anota, ante situaciones que hacían temer por la supervivencia de esta bebita prematura en la relación con su madre, prematura también, y ante esta experiencia completamente nueva como mamá-canguro, a criterio de la observadora, y dada su experiencia en el método, se llevaron a cabo intervenciones puntuales en momentos críticos, en los cuales la vida de la pequeña estaba realmente en peligro. Así, el método y la técnica pudieron sobrepasar este o estos impasses, y la observación fue retornando luego, poco a poco, a su transcurrir normal. Esta experiencia evidencia la claridad de que, en circunstancias especiales, vale decir, prematuridad, abandono, maltrato etc., la observación debe ser llevada cabo por profesionales con experiencia y criterio para tomar decisiones, no solo sobre si se ajusta o no la técnica, sino, y de manera importante, sobre a qué dar prioridad, con sentido ético, en la observación de bebés.
El vértice teórico, desde el cual pienso la experiencia y el material narrado, se ubica, básicamente, en los aportes de conocimiento ofrecidos por Wilfred Bion: la función continente-contenido; función alfa (α) de la personalidad. Tomaré la experiencia de amamantamiento como ‘campo’ para ilustrar las vicisitudes de la función continente-contenido y la función alfa desplegada en la acción alfa de la observadora.
Cómo nace el Programa Madre-Bebé-Canguro
Es el resultado afortunado de la observación de un modelo para cumplir la parte final de la gestación de algunos marsupiales. Estos animales se caracterizan en que, sus hembras, terminan la gestación de sus crías en una bolsa o marsupio. Así, ante la necesidad urgente de atender a niños prematuros en condiciones limitadas de equipo y espacio –por ejemplo, varios bebés en una incubadora, lo cual inducía a infecciones y complicaciones médicas–, en la Clínica Materno Infantil de Bogotá, Colombia, nació en 1978, como iniciativa del Dr. Edgar Rey Sanabria, y el acompañamiento de los Doctores Héctor Martínez Gómez y Luis Navarrete Pérez, la idea de utilizar a las madres como incubadoras vivientes. En lugar de mantener a madre y bebé separados –las madres en las habitaciones, en sus casas, o en los corredores de la Unidad de Recién Nacidos–, en un acto por la economía de tiempo, equipo, espacio y la utilización de recursos suficientes e idóneos, se les propuso llevar a sus bebés a la manera de la mamá canguro, con su cría, para amparar el éxito del final de la gestación. La madre, en el hospital, guardaba a su bebé piel-a-piel, entre sus senos; allí permanecía la mayor parte del tiempo y era alimentado, en la medida de lo posible, del pecho materno. Esta opción comenzó a funcionar y el método Madre-Bebé-Canguro se estableció como un programa para la atención al prematuro. Con el correr del tiempo, esta experiencia extraordinaria evolucionó, y aún hoy día, se promueve intrahospitalariamente para todos los bebés prematuros de las unidades de recién nacidos.
En 1994 el método Madre-Bebé-Canguro salió del hospital y comenzó a implementarse el Programa Madre- Bebé-Canguro Ambulatorio, liderado e impulsado por la Dra. Nathalie Charpak y la Dra. Zita de Calume en Bogotá, y auspiciado, en ese momento, por el Seguro Social y el World Laboratory de Suiza. El programa comenzó a desarrollarse en un espacio físico que se denominó La Casita Canguro y a acreditarse no solo en Colombia, sino en el resto del mundo. Se inició el entrenamiento en el método para muchos profesionales de varios países. Aún hoy se preparan equipos médicos, paramédicos y psicológicos para esta tarea.
El bebé prematuro, en el Programa Madre-Bebé- Canguro Ambulatorio, debe mantenerse pegadito al pecho de la madre, o de algún adulto, precisamente a la manera de la cría del canguro, durante las 24 horas del día, hasta completar su edad gestacional. La madre debe dormir semisentada, conservando la posición adecuada del bebé en su pecho. Es la oportunidad para que ella continúe el período de preñez ofreciendo su metabolismo para permitir a su hijo llegar a término. La madre proporciona, primordialmente, calor, alimentación y protección. Y especialmente, el método evita la separación prolongada de madre y bebé. El prematuro debe permanecer de cúbito ventral en posición vertical sobre el tórax, como una ‘ranita’ pegada al cuerpo de la madre, en contacto directo, piel-a-piel. Se coloca entre los dos senos, con una mejilla, alternadamente, contra el pecho de la madre. La atención a estas díadas se realiza en salas comunitarias, en las cuales comparten sus experiencias emocionales, comparan a sus bebés y observan el crecimiento y el avance de los diferentes momentos de los prematuros.
Para llevar en canguro a un bebé prematuro, este debe haber nacido con menos de 2.000 gramos o menos de 37 semanas de gestación. Para aplicar el Programa Ambulatorio, se exigen ciertos requisitos para el prematuro: haber superado las patologías graves; coordinar satisfactoriamente succión, deglución y respiración. No es obstáculo –en Bogotá, 2.600 m de altura– que aún necesite oxígeno. Otros requerimientos, en cambio, son indispensables para la madre y la familia. Una madre sola no puede asumir el desarrollo del programa, así esté dispuesta y el bebé preparado, pues requiere de, por lo menos, una persona que le ayude en los momentos en los que necesite descansar o realizar tareas íntimas –ducharse, atender sus necesidades personales, extraer la leche de sus senos, si se requiere etc.–. Debe haber aceptación plena, por parte de la madre y de quien se apreste para la ayuda. Antes de ingresar las familias son advertidas acerca de las obligaciones, riesgos y dificultades del método. Una vez dispuestos y con las capacidades básicas para realizar la tarea, madre y bebé pueden ingresar al Programa Madre-Bebé-Canguro Ambulatorio. Se realiza un período de adaptación, durante el cual la madre recibe las instrucciones necesarias para afrontar la experiencia: no solo se imparte entrenamiento, se observa la interacción madre-bebé para percibir alguna anomalía susceptible de ser obstáculo para el normal desenvolvimiento de la técnica, en aras de la protección del vínculo emocional, también en gestación.
La madre lleva su bebé a casa, no lo baña durante el tiempo piel-a-piel; en lugar de ello, masajea su cuerpo todos los días con un poco de aceite (esto ayuda, además, a ganar peso). Durante el “período canguro” (hasta que el bebé complete su edad gestacional y/o alcance el peso ideal), asiste a las instalaciones del Programa, donde se realiza el control de peso, talla, perímetro cefálico, y el examen médico general; examen neurológico (Infanib) y de desarrollo (Griffiths); se sigue paso a paso cada área de crecimiento. Se controla no solo la técnica de alimentación, sino la disposición de la madre para la lactancia, y se cuida que ella, verdaderamente, cuente con ayuda para esta labor.
Amamantar. Es una tarea aún más dispendiosa durante esta experiencia y la que más ansiedades despierta. Es de una exigencia específica, por las características del prematuro y el estado mental de la madre, quien siente que ya ha fallado y… ¿fallará también en amamantar? Con la experiencia de alimentar al bebé canguro se ha ido implementando una técnica de amamantamiento que se imparte a las madres en el entrenamiento y que consiste, básicamente: el cuerpo del bebé no debe sacarse de la “posición canguro” para ser amamantado; un bebé canguro fuera del pecho de la madre sufre una baja drástica de temperatura, con resultados que pueden ser de alto riesgo para su salud y un trastorno para la alimentación. Debe, pues, mantenerse piel-a-piel, incluso, idealmente, sostenido por la faja especial para asegurarlo al pecho; la madre toma, con la mano el cuello completo, sin que el resto del cuerpo quede flotando, es ideal que la postura de la boca y la cabeza del bebé queden frente a la madre y su cuerpito en posición vertical.
La posición de la mano de la madre, al tomar su seno, es en C (posición de bailarina); echa el seno hacia atrás, los dedos al borde de la areola, empuja atrás y adelgaza su seno. Mueve la cabeza del bebé, a lado y lado, para estimular la búsqueda; es inadecuado echarle leche en los labios, pues cuando el bebé siente la leche cierra la boca en una saboreada, no la abre para agarrar. Cuando se estimula la búsqueda, el niño abre bien la boca, en estos momentos la madre lo pega a su pecho, haciendo la fuerza desde el cuello del bebé, lo pega con toda la areola dentro de la boca. De esta forma, es natural la ubicación del dedo índice por debajo del mentón del bebé, para ayudar a sostener el maxilar inferior que, por la prematuridad, aún no tiene la fuerza suficiente para el agarre; esta ayuda hace que los recorridos del maxilar sean más cortos y el bebé se canse menos. Otra posición para estos bebés tan pequeñitos puede ser lo que se denomina “posición de sandía”: el bebé acostado en el brazo de la madre con sus nalgas y sus piernas hacia atrás del brazo –codo- de la madre, se ubican de lado al pezón, descansando muy pegaditos al cuerpo de la madre. La madre debe despertar al bebé para alimentarlo, dado que estos niños prematuros permanecen somnolientos más tiempo. La frecuencia de alimentación es cada hora y media en el día y dos horas en la noche.
La madre entrega su “piel continente”, para amparar a su “bebé contenido”, ofrece, para la realización de una función transformadora, no solo su pecho físico, sino su cuerpo total y una actitud mental de entrega y de objeto presente constante, para configurar un universo ordenado hacia la vida y el crecimiento, “el universo madre-bebé en expansión (♀♂)n” (Bion 1970). Es la oportunidad de reconstruir su piel mental continente, para que pueda ejercer su función.
Pensando la prematuridad
Propongo el acontecimiento de la prematuridad como un fenómeno de nivel protomental (Bion, 1948–1979), una vida mental primitiva que se expone en procesos corporales. Las partes primitivas de la personalidad “piensan con el cuerpo” (Meltzer y Harris, 1990). Así, la experiencia de la prematuridad configura un fenómeno somato psíquico en el cual falla la función continente- contenido. Desde este vértice, la madre preñada y el bebé en útero enfrentan la experiencia de la separación en forma tal que la ensoñación de la madre se aborta y no pueden, uno y otra, compartir el nacimiento, la madre evacua elementos beta, no “alumbra” elementos alfa (1).
Como una “conjetura imaginativa” (2), voy a presumir que los primeros datos de separación entre madre y bebé se plantean en el momento de la “versión interna” (3). Una idea nueva capaz de producir un “cambio catastrófico” (Bion, 1966). En este estado de turbulencia, si no se toleran la incertidumbre y el monto de angustia generado por esta situación, interviene un estado mental –protomental– que rompe la piel continente, la capacidad “continente” de la madre y la capacidad del bebé para permanecer siendo el “contenido”. Falla la función continente-contenido: (-♀-♂). Madre y bebé quedan en medio de una experiencia de ruptura, no de separación, y comienzan un limbo de sentires físicos y emocionales. La tentativa de expulsión de una idea nueva es una reacción defensiva ante el cambio catastrófico. Podría pensarse en este caso particular, que la inminencia de la separación precipita un vínculo parasitario en el cual, “se sabe que la formulación es falsa pero se retiene como una barrera contra la verdad temida porque puede aniquilar el continente o viceversa” (Bion, 1966, p. 13), y la lucha entre la necesidad de verdad y mentira vacía de vida la configuración para el nacimiento.
La función (♀♂) se fragmenta y sus fragmentos comienzan a expandirse, peligrosamente, en un universo de incertidumbre no tolerada y desesperación. Pueden plantearse dos posibilidades: “pulsar hacia la muerte”, la muerte del bebé o la muerte de la madre, o “pulsar hacia la vida”, cuando la experiencia creativa de madre y bebé y madre-bebé permanece “pulsando”, por una piel continente y una operación que los reúna y los configure, una función, la función continente-contenido –éxito de la función α– que parece presentarse como defensora de los derechos de vida.
Ahora, continente y contenido necesitan luchar para evitar la fragmentación; recuperarse, planteando una nueva estructura, con los elementos invariantes como parte de los cimientos y construir, así, un vínculo que ampare la relación funcionando (♀.♂)n (Botero, 1998). Una relación, en la cual un elemento, el bebé, depende del otro, la madre, y ambos integrantes de la díada obtienen beneficio mutuo. El resultado de esta interacción se traduce en crecimiento.
Tendremos que actuar ayudando a plantear una relación que, idealmente, desde el inicio de la preñez, madre y bebé deben intentar: comienzan un diálogo en el cual la madre conversa, acaricia, pregunta, y el bebé a su vez, con su lenguaje característico intrauterino, transmite mensajes de confort o incomodidad, de gustos y disgustos. Así nace esta interrelación y se sientan los principios fundamentales de ese vínculo que crecerá en intimidad y afianzamiento, hasta alcanzar una relación segura y duradera, modelo para el resto de la vida (Botero, 2007).
Viñeta clínica: Andrea
Andrea nace a las 32 semanas de gestación, con un peso de 1.200 gramos; talla 39 cm. Estuvo hospitalizada ocho días. La madre, Consuelo tenía 32 años; dos embarazos, el primero fue un mortinato, por eclampsia. El actual, a término y parto natural, una niña. Hospitalización de la madre en el preparto solo por la eclampsia. Es una madre sola, sin compañero.
En la experiencia de Consuelo y Andrea, una idea nueva –el cambio hacia la separación– propulsora de un cambio catastrófico se precipitó en caos; en esta díada, la falla de la función continente-contenido (-(♀♂)) está evocada en la vivencia íntima de la madre de ser una bebita no contenida, ahora una madre no contenida y, por lo tanto, no continente. ¿Cómo podría esta madre salir adelante en su tarea transformadora de sí misma y de su bebé? Ahora, con la oportunidad de llevar a su bebita piel-a-piel las 24 horas del día, la madre ofrece, para la realización de una función renovadora, no solo su pecho físico, sino su cuerpo total y una actitud mental de entrega y de objeto presente constante, para configurar un universo ordenado hacia la vida y el crecimiento, el universo madre-bebé en expansión (♀♂)n (Bion, 1970). Es la oportunidad de reconstruir su “piel mental” continente.
Mi propuesta es que, cuando ocurre un nacimiento prematuro, en lugar de la operación (♀♂)n, se acomoda una operación “continente-contenido en peligro”, que voy a simbolizar: (♀♂)! Ahora bien, (♀♂)! puede ser rescatado hasta encontrar su función, si una operación (♀♂)n los “contiene” hasta transformar su funcionamiento. El caso de la observadora, realizando una operación (♀♂)n, se presenta como un “continente” fuerte que fortalece a su vez el “continente-contenido en peligro” hasta que esté fuera de él y lo conduce a encontrar, o re-encontrar, su función.
Observando una dis-función
Una relación entre dos objetos, la relación madrebebé, boca-pecho se plantea como ♀.♂. La función alfa de la madre imprime operatividad. El bebé ubica en la madre su estado físico-emocional, y la madre comprende, digiere y devuelve al bebé contenidos fáciles de tolerar. Este estado de cosas plantea el vínculo del conocimiento (K). Ésta es la “función” que debe realizarse en la unión ♀.♂. Así, el bebé hace suya la respuesta de la madre: ♂♀, en su propio ♀♂; y la madre realiza una operación similar; de esta forma, han configurado el modelo del crecimiento: ♀n.♂n. Cuando no se lleva a efecto una relación con estas características, y falla la comprensión, no se configura la esencia de la relación madre-bebé, que es el vínculo en K (conocimiento). En esta díada en observación, la operatividad ♀.♂ y ♂.♀ falla; la función α no opera, se plantea precisamente una “dis-función”. Continente -madre- está invadida por la angustia; Contenido -bebé- está perdido en el infinito, sin guía para la comprensión.
Observación número 1
22 días de nacida; semana 35 de gestación.
Esta primera observación nos muestra la lucha de una madre y su bebé por acoplarse a una experiencia nueva. La utilización de la identificación proyectiva masiva, genera más angustia en ellas, y precipita la experiencia de alimentación hacia una vía que pone en peligro la supervivencia de la niña:
[…] la madre, para iniciar la alimentación, saca a la bebita de la posición canguro, y en su regazo, comienza a hablarle: “bebé despierte… qué pasa…” La nena, enroscada en su propio cuerpo, responde a la madre con movimientos difíciles, lentos y entrecortados, de estiramiento y recogimiento. Ella, entonces, intenta otro lenguaje, con su lengua pegando en la parte delantera del paladar chasquea, y con ritmo, enlaza varios sonidos para ‹hablarle› a su bebé. Sube el brassier (el sujetador), saca el seno y le dice: “Vamos a comer”. La acomoda hacia atrás en su brazo izquierdo, con las nalgas cerca de su codo; la mano izquierda sostiene la cabecita de la nena, que dirige de un lado a otro, la retira un poco para observarla. La nena adivina el pecho, y sin abrir los ojos, succiona en el aire; la madre la acerca, la nena se entiesa, se retuerce; son varios los intentos de la madre para que la niña agarre su pezón: “Coma mamita, mire que se bota, coma, a ver mi amor, coma”; la madre vuelve a intentar, llamándola con los sonidos de su lengua en el paladar, mueve a la nena, la acerca, la retira; madre e hija no logran conectarse. La niña está constantemente encogiéndose y estirándose sobre su cuerpo y, lentamente, emite unos sonidos sordos desde su garganta; la madre vuelve a acomodarla: “a ver mi niña, qué le pasa, no sea perezosa, dormilona…”
[…] Pasado un buen rato en esta insistencia, y sin obtener resultados exitosos, la madre, con gesto de cansancio, comienza a arquear y estirar su cuerpo. En un momento, mientras la madre adecua el pezón, un chorro de leche va a dar con fuerza al ojo de la bebita; ésta se impacta y comienza a sacudirse por el hipo; la madre se preocupa y dice que se ha enojado: “…es que se pone muy brava y por eso le da hipo”.[…] Lleva 45 minutos en esta tarea desalentadora, la madre me mira con una expresión de desaliento y cansancio mezclados con preocupación, toma las manitas de la niña y exclama afanada: “… ¡Ay! está muy fría, tiene mucho frío”; se apura a arroparla con las cobijitas que están allí al lado, le frota las manos tratando de calentárselas, comenta: “Es que se enfrían muy fácil… ¡qué hago! …”; la arropa. […] Cuando la madre lleva al otro día a Andrea al control médico del Programa se hace evidente cómo Andrea baja de peso.
Angustia por el desarrollo de la nena y su peso, y otros motivos satélites que golpean el estado emocional de la madre: el padre de Andrea aún no ha aparecido, no sabe de su nacimiento; aquí en casa, el ocultamiento del embarazo dejó una atmósfera de rabia y rechazo muy sufridos por esta pareja de seres necesitados; la abuela, o madre adoptiva de Consuelo, ha cortado la comunicación, no le habla y no quiere acercarse a la bebita. Esta díada precisa de un punto de anclaje, un objeto presente y dispuesto en el mundo exterior, que jalone su evolución para vencer ese “pulsar” hacia abandonarse, y fortalecer el “pulsar” hacia la vida.
Continente-contenido en peligro (♀♂)!
Más dramática aún es la observación número 2, en lo referente al estado mental de la madre y la fragilidad de la niña. La bebé sigue bajando de peso, la madre “sin darse cuenta aún” sigue sacándola de la posición canguro. Esto potencia el peligro. La función rêverie falla; el miedo a morir se convierte en “terror sin nombre” (Bion, 1962).
Observación número 2
26 días de nacida, semana 35 de gestación.
[…] la madre comienza a pasarle el pezón por la boquita, invitándola a mamar y haciendo esfuerzos por aplacar su angustia: “Coma bebé, está rica, a ver, agarre, mire la leche de mamá, tome pues”; la niña no agarra; el pezón está achatado, la madre lo está adecuando al contrario de como la nena prepara la boca; la madre se angustia, suelta, suspira, mira hacia mí con desconsuelo, muy angustiada y me pregunta: “¿Así es?”. –La acomodo–. Vuelve a intentarlo, la nena voltea a lado y lado su rostro emitiendo sonidos de fuerza, no logra agarrar el pezón.
[…] Pasa un buen rato la madre en esta insistencia, mientras la nena está aún por fuera de la piel de la madre; me comenta: “Se va a enfriar, está haciendo un clima muy frío y no ha salido el sol para asolearla”; toma una cobijita y la arropa. Sigue luchando, porque la nena agarre el pezón, esta se retuerce, lo toma, a medias, la leche se sale, la madre le dice: “La bota mamita… ¡Huummm! qué rica está, a ver, coma mi amor, a ver perezosa”
[…] “A ver, ¿no quiere? ¿Qué le pasa?”; la nena succiona un poco, se detiene, se queda dormida, parece exhausta; la madre la estimula para que agarre otra vez el pezón; succiona un poco, comienza a encogerse y estirarse; con el pezón en la boca aprieta sus mandíbulas como dos pinzas, y agarrándolo se estira, tensa el rostro, el pezón sale con fuerza como expulsado por una barrera que coloca entre su boca y el pecho.
[…] La nena se va ahora hundiendo en un sopor profundo; la madre vuelve a estimularla. Ahora es ella quien arquea el cuerpo, dobla su espalda recogiéndose sobre sí misma, lleva de un lado a otro la cabeza, intenta mantenerle el pezón sobre la boca, le dice: “Coma mamita… ¡Ay! se me quiebra la espalda”; comenta, con tono desesperado y desesperanzado: “¡30 minutos ya en esta tragedia!”. Suspende y, con desánimo en su expresión, se queda mirando a la nena; afanada, toma sus manos y dice: “Se está enfriando, ¡Ay, mi amor, qué es lo que pasa!”. Coloca nuevamente su pezón sobre la boca de la niña con una expresión de: “Por última vez”, la nena succiona unos momentos, suelta el pezón y la madre me mira con desaliento; decide dejar allí la alimentación, la nena, definitivamente, no toma más.
La madre intenta, con dedicación, seguir las instrucciones que le han dado para amamantar a la bebita. Pero está muy angustiada, con mucho miedo de dañarla, por lo cual parece olvidar una de las recomendaciones más drásticas en el programa, la de no sacar de la posición canguro a la niña para la alimentación; se da cuenta de que la bebita se enfría, pero no se percata de que, si está fuera del contacto piel-a-piel, la niña invierte todas sus energías en calentarse y así, el alimento no es prioritario como esfuerzo en estos momentos. La bebita lucha por conservar una temperatura que, por fuera del pecho de la madre, pierde a cada instante; en esta observación estuvo casi todo el tiempo por fuera de su piel, igual que en la anterior; la niña sigue perdiendo peso.
En la mente de la observadora la incertidumbre se hace cada vez más inquietante. Y la inminencia, también en la experiencia de la observación, de un cambio catastrófico se va instaurando. La función rêverie en la observadora necesita ser puesta en operatividad de una forma más directa, para devolver a esta díada la comprensión que pide para sobrevivir, para evitar una hospitalización y un retroceso dramático en el desarrollo de la niña y en la relación madre-bebé (4).
Reforzando un continente, rescatando un contenido ((♀) (♀♂))
Se evidencia un límite peligroso, consecuencia de la falla continuada en la función (♀♂) de la madre. Amenaza otra ruptura. La observadora, rescatando su función, realizará una acción alfa para rescatar también este contenido (♀♂)! que necesita su contención (♀.♂).
Observación número 3
28 días de nacida; semana 36 de gestación.
“[…] yo no sé por qué pierde peso; ¿qué será? Van a hospitalizarla”. Está muy angustiada, a punto de llorar; la nena ya está otra vez afuera del pecho. Decido intervenir.
[…] pregunto a la madre qué cree ella que está sucediendo para que la nena pierda peso; le digo: “Lo que se le ocurra, veamos”; después de unos momentos de silencio, en los que ella mira a la nena insistentemente, me responde: “¿Tal vez no sé ponerla al pecho, tal vez no toma suficiente y se enfría mientras tanto?”
[…] Me mira con una mirada inteligente, como si, por primera vez, accediera a su mente esta reflexión. “¿Cómo se le ocurre entonces que es, si cree que no es como lo hace?” –respondo–. Piensa un poco y comienza a ponerse muy ansiosa. Yo le propongo que pruebe a mantenerla piel-a-piel, sin sacarla de su pecho, en la posición en que siempre la coloca, pero pegadita a su piel. La ropa que lleva puesta la madre dificulta la operación; le pregunto si queda cómoda con ella y cae en la cuenta de que es precisamente la menos indicada; responde: “¡Claro, así me resulta más difícil!” Intenta, entonces, colocar a la niña casi acostada, un poco arriba de su cintura, levantada hacia su pezón –no se ve muy hábil, resultado de la ansiedad–. Comienza a pasarle el pezón a la bebé por su boquita. Dice: “Ahora no quiere comer, sino dormir”. Yo intervengo y, entre las dos, acomodamos a la niña, pegada a su cuerpo y hacia su pecho. La madre achata el pezón para introducirlo en la boquita de la nena, pero ésta ofrece su boca en una forma totalmente diferente y no pueden armonizarse, ni boca ni pezón, para una conexión adecuada. Le digo: “Parece que la forma en la que la niña hace la boca no le queda bien al pezón así como usted se lo está ofreciendo, ¿habrá otra forma de adecuar el pezón que le quede mejor a la forma en la que la nena hace la boca? Probemos”, la invito. Ella suelta su seno, yo guío un poco la manera en la cual debe tomar el pezón y ofrecerlo a la nena, intenta darle de esta forma diferente. Efectivamente, el pezón penetra mejor a la adecuación que propone la nena para la conexión.
Me mira con ansiedad y me dice: “Yo no sé por qué ha bajado de peso, le doy seno y hago todo el día y la noche lo que hay que hacer, ¿qué más será?”. Le digo: “Está usted muy preocupada por ello, ¿no es cierto? Porque la bebé salga adelante, por ser una buena mamá y cuidarla bien”. Me mira, me dice “Sí”; le digo: “Y ha estado muy triste, parece que hay otras cosas que la preocupan mucho y la tienen muy triste, no está el padre de Andrea, su mamá no le habla…”. Se queda mirándome sorprendida y descansada, y me dice “Sí”, se humedecen sus ojos. Yo le comento: “Y esas tristezas se le mezclan con las preocupaciones, es un doble esfuerzo, cargar con sus tristezas y sus preocupaciones, y atender todo esto que requiere tanto de usted; ambas, usted y la nena tienen problemas similares, se desgastan atendiendo tantas cosas al mismo tiempo, el frío, la posición, agarrar el pezón; la preocupación de mamá; ¿no sabrá ella leer su tristeza, no beberá su tristeza? … y así, ¿no será difícil para ella concentrarse en buscar cómo recibir su leche, adecuar su boca al pecho? Ahora, si lucha por no enfriarse ¿cómo podrá también luchar por engordar con la leche que toma?, a lo mejor es un esfuerzo que la agota… Y a usted, tolerar la soledad, los sentimientos de abandono, el rechazo… eso también la agota…”
El significado de la experiencia emocional de la madre en esta observación, una relación en K, marca una dirección distinta, una cualidad diferente en el desarrollo de la relación. Al enviar un contenido (♂) disperso y en fragmentos a un continente (♀) en “función”, o en crecimiento (♀n), y recibir una respuesta adecuada, pudo introyectar una función contenido-continente (♂♀) y devolver este modelo ante las proyecciones de la niña.
La observadora, al vehiculizar una operación PS⇔D con (♀.♂)n, da la oportunidad de rescatar la capacidad continente de la madre y la capacidad de ser contenido de la bebé, para así intentar una función continentecontenido en crecimiento (♀.♂)n entre madre y bebé. En la siguiente observación, ya la niña ha salido de alto riesgo y la observadora, manteniendo su actitud ♀n, va facilitando en la madre la confianza en ella misma.
Madre-Bebé funcionando (♂.♀)n.(♀.♂)n
Observación número 5
34 días de nacida; semana 37 de gestación.
La madre se encuentra en la salita de entrada, hoy está diferente, la noto menos tensa en todo, en su forma de sentarse, en cómo tiene a la bebita piela- piel sin tanto ocultamiento, en la expresión de su rostro, ahora risueño y sus ojos menos ansiosos; comienza a contarme que Andrea ahora sí está subiendo de peso, dice que subió de viernes a lunes 120 gr. Comenta: “Yo le estoy dando lo mismo, eso soy yo, mi actitud es otra y eso es lo que la tiene bien, porque mire, el martes le reduje bastante la alimentación y subió lo que tenía que subir, ¿sí ve?, es como yo esté, eso es lo que la hace engordar y estar bien, yo ahora estoy más distinta, estoy más tranquila”.
[…] la madre mira el reloj, y dice “Ya casi va a ser hora de comer”. No intenta siquiera irse para el cuarto como en las otras oportunidades. Y adopta de inmediato con su bebé una actitud especial, comienza a espulgarla, le quita el gorrito y empieza a sobarle la cabeza, medio peinándola, abriendo caminos en su pelito y rascando suavemente con sus uñas; para un lado y para otro, atenta a su acción, hace lo mismo con sus brazos, el pecho, recorre todo su cuerpo, concentrada, con gran cuidado; está entregada a enviar todo un mensaje de llamado a su bebé, la rescata del sueño y la trae a ella para ofrecerle su alimento. Es un cambio de nivel en la comunicación.
[…] Pasa un tiempo en este ritual, la niña comienza a moverse como despertando, o llegando desde otra dimensión; responde con una mirada lenta hacia la madre quien la saluda cariñosa. Observo cómo los senos de la madre comienzan a gotear y a mojar su ropa. Fue una conexión directa, despertar a la bebé y comenzar a funcionar el pecho: “llamar la leche”. Así le dice la madre cuando ofrece el pezón a la niña, le dice: “a ver mamita, llame leche, llame leche”.
[…] la madre, entonces, dice: “Bueno ahora sí, por fin el pecho”. La leche brotando de sus senos ha empapado su ropa, el llamado de ella hacia su bebé se combinó ahora con el llamado de su bebé por su leche.
Una vez que la madre logra la experiencia de contención, adecua más fácil la alimentación de su bebé, y en la relación comienza a surgir el entendimiento, un alimento para la madre quien, más confiada, se acerca a su bebita en una actitud ♀n, y no ♀! La observaciónobservadora realiza la función ♀n y se organiza una atmósfera de crecimiento (n), en la que los objetos de la experiencia crecen y obtienen beneficios mutuos. Es bien claro que madre y bebé han descubierto un lenguaje más cercano y ajustado; esto ha facilitado no solo la alimentación y el aumento de peso, sino que ha alimentado la confianza mutua; una situación de peligro, atendida y digerida, ha evolucionado en una de crecimiento. Esta transformación se debió al acertado funcionamiento de un continente en crecimiento, que permitió que la madre introyectara un modelo adecuado para la recepción y la digestión de las proyecciones del bebé. Se observa: ♀n((♂.♀)(♀.♂))→♀n.♂n.
A manera de conclusiones
Observamos en niños prematuros quienes tienen que luchar intensamente por la supervivencia física, cómo estas experiencias de lucha (sus representaciones) permanecerán a lo largo de su vida. Exámenes e intervenciones violentan su integridad, hieren su pequeño cuerpecito y el cerebro no tiene aún cómo registrar, sistematizar y encontrar dónde duele, de dónde está viniendo ese peligro (Blomberg, 2005). Niños cuya vivencia es haber soportado algo terrorífico, cuando no hay persona alguna que pueda contener la experiencia en el momento en el cual está ocurriendo, creen estar permanentemente a merced de personas terroríficas. Niños con experiencias físicas de dolor, con experiencias profundas, enterradas en su mundo interno, a pesar de una madre suficientemente buena, tienen la vivencia de que sus padres no son confiables, pues no fueron capaces de defenderlos del interminable dolor y terror (Botero 2006).
Esta madre, Consuelo y un movimiento de rescate que se moviliza en toda su actual identidad, actúan para Andrea como un equipo ultrasensible, absorbedor de shocks. Este es el modelo que la madre introyecta de la experiencia con la observadora quien, con una contención basada en la invitación a observar y pensar, va recibiendo, absorbiendo de la madre su estado de angustia y fragmentación, va nominando sensaciones y emociones y va organizando un estado mental, que al devolvérselo, ya organizado y nominado, facilita en ella la capacidad de recibir y reconocer, en sí misma y en su bebé, un estado mental que va discriminando con un conocimiento incipiente. Une datos y emociones propias y con el ajuste que proporciona el “hecho seleccionado”, acotado por la observadora, es capaz de encontrar digerible la vivencia que se plantea en la relación con su bebé. Puede ver ahora con “el ojo de la mente”.
La niña se agarra a esta experiencia nueva y exitosa; mama ahora diferente, agarra al pezón diferente, pero, es que el pezón también llega diferente; mamá llega diferente: “… Es como yo esté” […] “… Yo ahora estoy distinta, más tranquila“. Unidas estas experiencias dan arranque en ambas, madre y bebé, a una función, que introyectada, fortalece la capacidad de permanecer en la relación contenido-continente funcionando. La nena, hallando un significado en la experiencia con mamá, ubica, dentro de sí, una madre más organizada en su estado mental y, a su vez, con este modelo, puede comprender la tarea de las dos. Madre y bebé comienzan a percibir los elementos que se ponen en juego para el ordenamiento de la experiencia de la relación primordial, que va a evidenciarse, al principio, en mayor facilidad para el amamantamiento. La confianza de la madre en su leche y el bienestar que da a su nena también van creciendo. Andrea, más confiada encuentra en la madre un pecho que la contiene y la nutre. Un pecho que da comprensión más que satisfacción.
Esta es una experiencia que va más allá de recibir el impacto de las emociones de madre y bebé. Es una vivencia que plantea una idea nueva, un cambio catastrófico. Una experiencia en la cual, tanto la observadora como la observación, necesitan de la “función alfa en acción alfa” con toda su sabiduría para ofrecer un (♀.♂)n.
Notas
- Una identificación proyectiva masiva para deshacerse de un estado intolerable que no da lugar a una experiencia de vida; en lugar de una separación se plantea una ruptura.
- Es un término usado por Bion inspirado en la “conjetura racional” de E. Kant.
- Me refiero al momento en el cual el bebé busca ubicarse en el canal del parto, alrededor de los 6 y 7 meses de gestación.
- La urgencia que se detecta en la madre por hacerlo todo muy bien es sobrecogedora, y el peligro de la nena cada vez es mayor; esta realidad causa en la observadora una situación interna complicada; su rol es permanecer observando, pero ahora comienza a considerar, si en este caso especial y particular es eso lo que hay que hacer. Cómo adecuar su propio continente para albergar esta experiencia de madre-bebé en peligro. La madre grita auxilio a la observadora, tal como la bebita lo hace con su madre.
Bibliografía
Bion, Wilfred R (1948, 1979). Experiencias en Grupo: Buenos Aires: Ediciones Hormé, 1966.
Bion, Wilfred R (1962). Aprendiendo de la experiencia. Barcelona: Paidós, 1980.
Bion, Wilfred R (1963) Elementos de psicoanálisis. Barcelona: Paidós, 1980.
Bion, Wilfred R (1966). Cambio catastrófico. Trabajo Inédito.
Bion, Wilfred R (1970). Atención e Interpretación. Buenos Aires: Paidós 1974.
Bion, Wilfred R (1979). Memorias del futuro. Buenos Aires: Julián Yebenes SA, 1991.
Botero, H (1998). Observar un bebé canguro: el útero para gestar una relación madre-bebé. Consideraciones sobre el método en la observación de Bebés Canguro. Congreso de Observación de Bebés Método Esther Bick, Lisboa.
Botero, Hilda (2006) Compromiso emocional, el lenguaje del bebé. Consideraciones acerca de las experiencias tempranas. Trabajo presentado en el Primer Simposio de Psicología Perinatal Bogotá.
Botero, Hilda (2007) Integración de la atención emocional a la atención tradicional del recién nacido, su madre, su familia y el equipo profesional en la Unidad de Recién Nacidos del Hospital Universitario San Ignacio. Proyecto Social San Francisco Javier, Universidad Javeriana, Bogotá, 2006–2007.
Blomberg, Britta (2005). Time, space, and the mind: Psychotherapy with children with Autism, in Invisible Boundaries, Psychosis and Autism in Children and Adolescents, Edited by Didier Houzel and Maria Rhode, Karnac, London.
Meltzer, Donald y Harris, Martha (1990). Familia y Comunidad. Buenos Aires: Spatia.