Una aproximación a la sintomatología psicosomática en la primera infancia: el efecto de la sensibilidad materna
Carla Pérez, Sandra Simó, Ana D’Ocon y Pascual Palau
RESUMEN
El presente estudio examina la relación entre la sensibilidad materna y la presencia de síntomas psicosomáticos en niños de 18 meses de edad (N = 102), de los cuales el 40,2 % eran prematuros sin signos de riesgo. Los resultados indican que los niños prematuros muestran mayor probabilidad de presentar síntomas psicosomáticos relacionados con la alimentación y el sueño. Se observa que, especialmente en los casos de prematuridad, la sensibilidad materna puede funcionar como un factor protector ante estas alteraciones. Estos hallazgos muestran la importancia de considerar el funcionamiento diádico en la intervención de la sintomatología psicosomática en la primera infancia. PALABRAS CLAVE: síntomas psicosomáticos, sensibilidad materna, prematuros, regulación emocional.
ABSTRACT
An approach to psychosomatic symptoms in early childhood: the effect of maternal sensitivity. The present study examines the relationship between maternal sensitivity and the presence of psychosomatic symptoms in children of 18 months of age (N = 102), including 40,2 % preterm infants with no risk signs. The results indicate that preterm children show a greater probability of psychosomatic symptoms related to feeding and sleep disorders. Especially, in cases of prematurity it is observed that maternal sensitivity can function as a protective factor against these alterations. These findings emphasize the importance of considering the dyadic functioning in the intervention of psychosomatic symptoms in early childhood. KEYWORDS: psychosomatic symptoms, maternal sensitivity, preterm children, emotional regulation.
RESUM
Unaaproximació alasimptomatologiapsicosomàticaen laprimerainfància: l’efecte de lasensibilitat materna. El present estudi examina la relació entre la sensibilitat materna i la presència de símptomes psicosomàtics en nens de 18 mesos d’edat (N = 102), el 40,2 % dels quals eren prematurs sense signes de risc. Els resultats indiquen que els nens prematurs mostren més probabilitat de presentar símptomes psicosomàtics relacionats amb l’alimentació i la son. S’observa que, especialment en els casos de prematuritat, la sensibilitat materna pot funcionar com un factor protector davant d’aquestes alteracions. Aquestes troballes mostren la importància de considerar el funcionament diàdic en la intervenció de la simptomatologia psicosomàtica en la primera infància. PARAULES CLAU: símptomes psicosomàtics, sensibilitat materna, prematurs, regulació emocional.
Introducción
En el presente estudio se analiza la sintomatología psicosomática en la primera infancia desde un punto de vista interactivo. Específicamente, se pretende reconocer el papel que juega la sensibilidad materna en la presencia de dichas alteraciones. El estudio de la interacción a lo largo del desarrollo infantil resulta de gran relevancia ya que, a través de ésta, el menor será capaz de integrar y dar sentido a los estímulos internos y externos que percibe. De esta manera, la calidad de los cuidados maternos cobra importancia en el desarrollo físico y psicológico del niño.
Sensibilidad materna
Tal como ha quedado de manifiesto en numerosas investigaciones, una de las cualidades más importantes de los cuidados maternos es la sensibilidad, que se refiere a cualquier patrón de conducta materna que satisface al niño, que reduce su malestar y que incrementa su nivel de atención y de conexión con la situación (Crittenden, 2000). A través de estas conductas, el cuidador favorece la regulación emocional del niño, definida como toda conducta, habilidad o estrategia dirigida a modular, aumentar o suprimir experiencias y expresiones emocionales en curso (Calkins y Hill, 2007).
Debido a la inmadurez física y psíquica, el bebé aún no dispone de suficientes estrategias para regular sus estados físicos y emocionales. Por tanto, necesita de un cuidador disponible y capaz de apoyarlo en la regulación de sus estados. El desarrollo de las habilidades de autorregulación emocional se ha asociado a una variedad de factores, tanto endógenos como exógenos, entre los que se encuentra el papel de los padres en su labor de ayuda y de guía en este proceso (Ato, González y Carranza, 2004). En consecuencia, para promover un desarrollo armonioso en el niño, es preciso que el menor sea parte de una relación interpersonal sincrónica con un cuidador que le provea de bienestar y seguridad para poder gozar de una adecuada salud mental (Isabella, 1993; Papoušek, Schiechey y Wurmser, 2004; Stern, 1991). Por el contrario, cuando el bebé presenta dificultades para hacer frente a la sobreestimulación y al malestar percibido, y no cuenta con un cuidador que le apoye en la regulación emocional y lo contenga, será más probable que se produzca un desbordamiento y un desequilibrio en el psiquismo del niño que lo hará más vulnerable a la patología psicosomática, debido a la falta de una adecuada regulación somatopsíquica (Palau, 2011).
Síntomas psicosomáticos en la primera infancia
Considerando la importancia de la interacción y que la manifestación somática es la vía de expresión del malestar emocional más utilizada por el bebé y el niño pequeño, Kreisler (2006) propone que los mecanismos de defensa ante las alteraciones psicosomáticas están asegurados por los cuidados maternales, ya que el funcionamiento interactivo es el regulador del equilibrio psicosomático. Asimismo, este autor define la patología psicosomática como aquellos desórdenes orgánicos, lesionales o funcionales cuyo origen y evolución reconocen una participación psicológica prevalente (Kreisler, 1997, p. 1645). Entre los desórdenes psicosomáticos más prevalentes se encuentran los trastornos de la alimentación y del sueño (Pedreira, 1991).
Winters (2003) sugiere que la etiología de los desórdenes de la alimentación es multifactorial, ya que interactúan factores fisiológicos, conductuales y del entorno. Entre estos factores se encuentran: características de regulación y temperamentales, problemas de salud, disfunciones motoras, experiencias traumáticas, comportamientos a la hora de la alimentación, características del cuidador, de la relación cuidador-niño y del medio familiar y social (Benoit, Wang y Zlotkin, 2000; Chatoor et al., 2000; Chatoor et al., 1997; Cooper et al., 2004; Kerwin, 1999). De manera similar, se ha observado una co-morbilidad de los desórdenes de la alimentación, particularmente con alteraciones del sueño y diversas dificultades de regulación, así como diferentes problemas de salud (Benoit, Wang y Zlotkin, 2000; Kerwin, 1999). En relación a los problemas del sueño, éstos ocupan un lugar central en la clínica psicosomática del lactante debido a su frecuencia y a su arraigamiento en una función fisiológica fundamental para el ser humano (Nigolian y Rojas, 2013), así como por las implicaciones que tiene para la dinámica familiar.
Prematuros
Por otra parte, los bebés prematuros constituyen una población de riesgo al presentar mayor probabilidad de desarrollar problemas emocionales y de comportamiento durante la primera infancia, la niñez y la adolescencia (Müller y Ansermet, 2009), a menos que cuenten con un contexto de apoyo adecuado. A los seis meses, se han descrito problemas en la auto-regulación y mayores niveles de estrés en esta población, como por ejemplo, problemas con el control del estado emocional, alteraciones en la estabilidad autonómica, bajos niveles de vigilancia y altos niveles de irritabilidad (Wolf et al., 2002).
Asimismo, la prematuridad conlleva intensas reacciones emocionales en los padres que se reflejan en sus conductas de interacción y cuidados del niño (Müller y Ansermet, 2009) y, por tanto, afecta a la sensibilidad materna. Diversos estudios indican que las madres con hijos pretérmino son más activas, sobreestimulantes e intrusivas, y al mismo tiempo más distantes en la interacción con el bebé en comparación con madres de niños nacidos a término (Barnard, Bee y Hammond, 1984; Field, 1979; Minde, Perrota y Marton, 1985). Estas diferencias persisten a los dos años de edad en algunos estudios (Macey, Harmon y Easterbrooks, 1987).
De acuerdo a las aportaciones científicas mencionadas con anterioridad, la presente investigación se centra en el estudio de los desórdenes psicosomáticos del sueño y la alimentación en niños de 18 meses de edad y su relación con la sensibilidad materna. Los objetivos del estudio son: 1) conocer si el grado de sensibilidad materna se relaciona con la presencia de síntomas psicosomáticos en los niños, y 2) identificar si existen diferencias en la frecuencia de dichas variables entre los niños prematuros y los niños nacidos a término.
Método
Participantes
Los participantes del presente estudio son 102 díadas madre-hijo (1), previamente seleccionadas por sus pediatras, según los criterios de selección: niños de 18 meses de edad que contaban con buen estado de salud. De esta manera, el tipo de muestreo fue no probabilístico intencional. Esta muestra fue seleccionada y constituida dentro del proyecto de investigación GV/2007/076.
Los niños se encontraban en un rango de edad cronológica de 16 a 25 meses, con una media de 18,71 (sd = 1,51). En los niños prematuros se consideró la edad corregida para su evaluación. Cabe mencionar que, aunque un alto porcentaje de niños nacidos pretérmino (40,2 %) formó parte del grupo de niños seleccionados, ninguno de ellos presentaba signos de riesgo (semanas de gestación = 37,5; peso al nacer = 2,81 gr.) ni daños neurológicos. Las características sociodemográficas de los participantes se recogen en la tabla 1.
Instrumentos de evaluación
Escala de Sensibilidad de Ainsworth et al. (1978). Consiste en una escala que puntúa de 1 a 9, donde 1 indica la falta de habilidad para reconocer el estado emocional del niño y la actuación no adecuada ni contingente hacia el menor (p. ej. “las respuestas de la madre suelen ser inapropiadas, fragmentadas e incompletas desde el punto de vista del bebé”). La puntuación de 5 señala una habilidad moderada e inconstante para interactuar con el bebé (p. ej. “la madre puede ser sensible hacia unos aspectos de la experiencia, pero no hacia otros”). Por último, la puntuación de 9 indica una alta capacidad para reconocer el estado emocional del niño y ponerse en su lugar, así como para interactuar según los intereses del menor y facilitar la exploración y la iniciativa del niño (p. ej. “las interacciones son agradables y ambos se sienten satisfechos”). Dicha puntuación se asigna dependiendo de la descripción que se ajuste mejor a la conducta de la madre durante la grabación de una situación de juego libre durante 10 minutos aproximadamente, con juguetes administrados por los investigadores. La fiabilidad inter-observadores se llevó a cabo sobre el 20 % de las grabaciones. El porcentaje de acuerdo fue del 86,36 % (kappa = 0,78). En el presente estudio, esta variable se dicotomizó usando la puntuación de 5 como punto de corte, con base en criterios teóricos y clínicos que describen el nivel de funcionalidad de la conducta materna, para poder realizar los posteriores análisis estadísticos.
Cuestionario de Síntomas Psicosomáticos. Se trata de un breve cuestionario desarrollado específicamente para esta investigación y que es completado por el profesional durante la entrevista con los padres. Consta de tres preguntas que se puntúan de 1 a 5 dependiendo de la presencia del síntoma en el niño. Las respuestas se limitan a las siguientes opciones: 1) problemas del sueño: dificultad para irse a dormir; se despierta varias veces durante la noche; le cuesta volver a la cama; 2) problemas en la alimentación: rechaza la comida, la percibe como una experiencia negativa, vomita, sólo come lo que él quiere; 3) problemas psicosomáticos: mala digestión, asma, alergias, eccema, etc. Para el presente estudio se agruparon en una sola dimensión denominada “síntomas psicosomáticos” los problemas del sueño, de la alimentación y las alteraciones fisiológicas (síntomas psicosomáticos) para tener una visión más completa de ellos a nivel conceptual y psicométrico.
Procedimiento
Tras la autorización del consentimiento informado por parte de los padres, se citó a las madres acompañadas por sus hijos en el laboratorio de observación de la Facultad de Psicología. En primer lugar, se les solicitó que llevaran a cabo una situación de juego libre durante 10 minutos aproximadamente, y se les dio la siguiente consigna: “deberá jugar como habitualmente lo hace con su hijo”. Se proporcionaron diversos juguetes y se les indicó que serían grabados en vídeo, garantizándoles la confidencialidad en el manejo de la información, así como su uso exclusivo con fines de investigación. Posteriormente, las grabaciones fueron codificadas de acuerdo a la observación del comportamiento de las díadas en la situación del juego, para evaluar el nivel de sensibilidad del cuidador con el cuestionario de Sensibilidad Materna de Ainsworth et al. (1978).
En segundo lugar, se realizó una breve entrevista a las madres en la cual se solicitaba información relativa a los síntomas psicosomáticos actuales del bebé. En la entrevista estuvieron presentes la madre con su bebé y el investigador, y tuvo una duración aproximada de 15 minutos. Después de la recogida de información, se procedió a crear las bases de datos para realizar posteriormente el análisis de la información.
Análisis de datos
Para llevar a cabo el análisis de los datos fue preciso dicotomizar la variable sensibilidad materna, creando las categorías alta y baja sensibilidad, y la sintomatología psicosomática se dividió en presencia y ausencia de síntomas. Se consideró como variable de clasificación el nacimiento a término o prematuro.
Se realizó un análisis de frecuencias para la muestra general, así como para cada subgrupo (niños a término y niños prematuros) con el fin de conocer la distribución de las variables. Posteriormente, se llevaron a cabo análisis de Chi Cuadrado (x2) para conocer la relación entre la sensibilidad materna y la sintomatología psicosomática en la muestra general, así como en los subgrupos de niños nacidos a término y prematuros. Estos procedimientos estadísticos se realizaron empleando el paquete estadístico SPSS (Statistical Package for the Social Sciences).
Los datos descriptivos de la muestra general, que incluye tanto a niños prematuros como nacidos a término, revelan que el 66,2 % de las madres presenta una alta sensibilidad y un 33,8 % muestra una baja sensibilidad ante las señales del bebé. Sin embargo, no se encontraron diferencias significativas en sensibilidad materna entre los grupos de niños prematuros y niños nacidos a término [t (72) = -1,16, p >0,05]. Por otra parte, el 58,5 % de los niños de esta muestra presentaba alguno de los síntomas psicosomáticos que se señalaban en el cuestionario y un 41,5 % reportó la ausencia de aquellos síntomas.
Respecto a la distribución de la sensibilidad materna y la sintomatología psicosomática en cada uno de los subgrupos (niños nacidos a término y niños prematuros), en el análisis descriptivo se observó que los niños prematuros muestran mayor porcentaje de síntomas psicosomáticos que los niños nacidos a término, mientras que la distribución de madres con alta y baja sensibilidad es similar en ambos subgrupos (ver tabla 2).
Relación entre sintomatología psicosomática y sensibilidad materna
Con el propósito de analizar la relación entre la sensibilidad materna y la sintomatología psicosomática, se realizó un análisis de Chi Cuadrado (x2). La relación entre la sensibilidad materna y los síntomas psicosomáticos en la muestra general, que incluye tanto a niños prematuros como nacidos a término, fue estadísticamente significativa [χ2 (1, N = 102) = 4,96, p< 0,05]. Como se refleja en la tabla 3, la presencia de síntomas psicosomáticos en los niños y las niñas es visiblemente mayor en los casos en los que las madres presentan una baja sensibilidad, en comparación con aquellas más sensibles.
En lo que se refiere específicamente al subgrupo de niños prematuros, se obtuvo una relación estadísticamente significativa [χ2 (1, N = 41) = 6.22, p < 0,05] entre la sensibilidad materna y la sintomatología psicosomática. Se observa que en las díadas con madres que puntuaron con baja sensibilidad, el total de los niños prematuros presentaba síntomas psicosomáticos, mientras que los niños prematuros con madres altamente sensibles podían o no desarrollar alteraciones psicosomáticas (ver tabla 4).
En cuanto a la población de niños nacidos a término, no se encontró asociación significativa entre la sensibilidad materna y los síntomas psicosomáticos en los menores [χ2 (1, N = 61) = 0,890 p > 0,05]. Sin embargo, los datos indican la tendencia observada en la muestra general: existe una mayor presencia de síntomas psicosomáticos en niños cuyas madres tienden a ser menos sensibles ante sus señales y sus necesidades (ver tabla 5).
Discusión
La presente investigación tuvo como objetivo reconocer el papel del cuidador principal como figura fundamental que apoya al bebé en la regulación de las funciones psicosomáticas, tales como la alimentación y el sueño. Para comprobar este efecto con mayor claridad, el estudio consideró como participantes a niños prematuros y nacidos a término a los 18 meses de edad. Los resultados obtenidos indican que las madres de los niños que presentan algún tipo de alteración psicosomática a los 18 meses cuentan con bajos niveles de sensibilidad en la interacción con sus hijos. Esta observación es especialmente significativa en el caso de los prematuros. Estos hallazgos coinciden con las observaciones hechas por Kreisler (1997), al indicar que las defensas psicosomáticas en la primera infancia están garantizadas por los cuidados maternales. En caso de no existir una implicación conveniente por parte de la madre o el cuidador, los mecanismos de regulación de los estados fisiológicos y psicológicos del bebé corren el riesgo de alterarse, llevando a una mayor probabilidad de presentar síntomas psicosomáticos debido a la incapacidad infantil para el manejo de la propia ansiedad (Gooding, Kruth y Jamart, 2005).
Así, puede decirse que, a través de los cuidados sensibles, la madre ejerce el papel de regulación antes de que el psiquismo del niño haya adquirido un funcionamiento protector autónomo. Por tanto, la sensibilidad materna, a través de la promoción de una relación sincrónica con el menor, la dotación de afecto y el apoyo en la regulación de los estados físicos y emocionales del niño, constituiría un factor protector contra la aparición de síntomas psicosomáticos en la primera infancia. Respecto a la población de niños prematuros, se observó un alto porcentaje de síntomas psicosomáticos (71,4 %), probablemente debido a las dificultades de autorregulación en la primera infancia que se ha observado en los niños pretérmino (Minde, 2000; Wolf et al., 2002), así como al mayor riesgo que presenta esta población para una variedad de problemas de salud y de desarrollo en comparación con niños nacidos a término (Müller y Ansermet, 2009).
Asimismo, en los prematuros se observó que la ausencia de síntomas psicosomáticos está asociada a una alta sensibilidad por parte de la madre o del cuidador. Esto podría señalar que la sensibilidad materna se vuelve todavía más relevante en situaciones de mayor estrés, en este caso, ante un nacimiento prematuro, en el que los niños presentan una estructura psicosomática frágil. Por tanto, la acumulación de factores de riesgo, como una baja sensibilidad materna y un nacimiento prematuro, puede dar lugar con mayor probabilidad a la aparición de síntomas psicosomáticos en el menor, como se observa en los resultados de esta investigación.
De manera similar, se ha observado que la prematuridad no sólo afecta al desarrollo neuroconductual del menor, sino que también influye en los patrones de interacción madre-niño (D’Ocon, Simó, Andrés y Borraz, 2010). Por una parte, se ha encontrado que a los 18 meses, el comportamiento interactivo de los niños prematuros difiere del comportamiento de los niños nacidos a término cuando se correlaciona con experiencias traumáticas de la madre (Müller et al., 2004). Por otra, se ha observado que los nacimientos prematuros son experiencias estresantes y emocionalmente demandantes, con un impacto a largo plazo para ambos progenitores (Müller y Ansermet, 2009).
La evidencia sugiere que algunas fuentes de estrés en estos padres son: la apariencia de fragilidad y de enfermedad del menor (Lindsay et al., 1992; Raeside, 1997), el miedo en relación a la supervivencia del niño (Meck, Fowler, Clafliny Rasmussen, 1995), o la alteración de su rol parental y su separación del bebé debido a la hospitalización (Hughes, McCollum, Seftel y Sánchez, 1994; Shields-Poe y Pinelli, 1997). Dichos hallazgos sugieren un mayor nivel de estrés en estos padres debido a la situación de prematuridad, que los lleva a actuar de manera menos sensible en la interacción con el menor.
Müller et al. (2004) observaron que las madres de prematuros de alto riesgo, así como las madres con alto estrés en el periodo perinatal, eran menos sensibles y más controladoras en el juego diádico, en comparación con las madres de niños nacidos a término. Un análisis más detallado indica que la conducta intrusiva y controladora por parte de las madres se observa sobre todo en los casos de prematuridad de riesgo (D’Ocon, Simó, Andrés y Borraz, 2010). No obstante, en el presente estudio no se encontraron diferencias significativas respecto a la sensibilidad materna entre las díadas compuestas con niños nacidos a término y pretérmino, probablemente debido a que en la muestra no se incluyeron a grandes prematuros ni a niños que presentaban signos de riesgo o daño neurológico.
Los resultados obtenidos en esta investigación enfatizan el rol central que juegan los cuidados sensibles de los padres en el desarrollo del menor, sobre todo en situaciones de riesgo. De la misma manera, se puede comprobar que los desórdenes del sueño y la alimentación son alteraciones que guardan un elevado valor semiológico de la interacción madre-bebé, como también observa Pedreira (Pedreira et al., 2001). Esto significa que dichos síntomas psicosomáticos surgen con mayor frecuencia en situaciones donde la interacción del bebé con la madre o el cuidador se ha visto afectada, modificada o perturbada.
Como conclusión, los trastornos de la alimentación y el sueño en la primera infancia son alteraciones psicosomáticas complejas en las cuales median factores biológicos, psicológicos y del entorno. En este sentido, la sensibilidad materna es sólo uno de los factores que se relacionan con la aparición de la sintomatología psicosomática en la primera infancia, pero puede ser un factor de protección en casos en los que el estrés sea mayor; por ejemplo en los nacimientos pretérmino.
De esta manera, el presente estudio evidencia que, sobre todo en los niños prematuros, es incuestionable la importancia de las conductas de alta sensibilidad materna para la salud física y mental infantil, pues a través de los cuidados sensibles se favorecerá la regulación de los estados de malestar del bebé y se podrá disminuir la probabilidad de aparición y mantenimiento de síntomas psicosomáticos.
Por otro lado, la adecuada evaluación de la sensibilidad materna requiere considerar este constructo desde una perspectiva transaccional y dinámica, pues dicha variable está influida por múltiples factores, entre ellos el estado emocional, la actitud y las respuestas del niño a la interacción. Por tanto, resulta necesaria la detección precoz de cuidadores que se encuentren en situaciones de riesgo y con altos niveles de estrés y malestar, ya que estos elementos pueden dificultar el desarrollo de su sensibilidad materna y llevar al niño a un estado de desequilibrio somatopsíquico.
Finalmente, es preciso destacar el apoyo familiar con el que cuentan las figuras parentales, pues éste resulta ser un factor protector para la sensibilidad materna. En la muestra general del presente estudio, el 92,7 % de las madres contaba con este tipo de ayuda, lo que podría explicar, en cierta parte, el alto porcentaje de alta sensibilidad materna encontrado.
En definitiva, existe la necesidad de apoyar desde el ámbito familiar y profesional a los padres en su rol de cuidadores y en la interacción con el menor, para favorecer las conductas de sensibilidad materna, disminuir los niveles de estrés y facilitar la regulación somatopsíquica del niño, que se traducirá en una mayor salud física y mental infantil.
Notas
(1) Para facilitar la lectura, se utiliza “hijos” y “niños” en masculino haciendo referencia a ambos géneros (nota del redactor).
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