Salud mental en adolescentes víctimes y/o agresores de ciberbullying

Ainoa Mateu, Ana Pascual-Sánchez, María Martínez-Hervés, Nicole Hickey, Dasha Nicholls y Tami Kramer

RESUMEN

Salud mental en adolescentes víctimas y/o agresores de ciberbullying. Los objetivos de este estudio son evaluar la asociación del ciberbullying en adolescentes con su salud mental y funcionamiento mediante una en­cuesta transversal de 2.218 estudiantes de secundaria de Londres (Reino Unido). Se encontraron síntomas emo­cionales, conductuales, somáticos y deterioro en el funcionamiento escolar y relacional en los involucrados en ciberbullying, más severo en los ciberagresores-cibervíctimas. El ciberbullying se asocia a consecuencias graves para la salud mental y el funcionamiento de los adolescentes. Palabras clave: ciberbullying, adolescentes, salud mental, síntomas somáticos, deterioro relacional.

ABSTRACT

Mental health in adolescent victims and/or aggressors of cyberbullying. This study aims at assessing the asso­ciation of cyberbullying in adolescents with their mental health and functioning through a cross-sectional survey of 2,218 secondary school students in London (UK). Emotional, behavioural, somatic symptoms and impairment in school and relational functioning were found in those involved in cyberbullying, more severe in cyberbullying perpetrators- cyber victims. Cyberbullying is associated with serious consequences for adolescents’ mental health and functioning. Keywords: cyberbullying, adolescents, mental health, somatic symptoms, relational im­pairment.

RESUM

Salut mental en adolescents víctimes i/o agressors de ciberassetjament. Els objectius d’aquest estudi són avaluar l’associació del ciberassetjament en adolescents amb la seva salut mental i funcionament mitjançant una enquesta transversal de 2.218 estudiants de secundària de Londres (Regne Unit). Es van trobar símptomes emocionals, conductuals, somàtics i deteriorament en el funcionament escolar i relacional en els involucrats en ciberassetjament, més sever en els ciberagressors-cibervíctimes. El ciberassetjament s’associa a conseqüències greus per a la salut mental i per al funcionament dels adolescents. Paraules clau: ciberassetjament, adolescents, salut mental, símptomes somàtics, deteriorament relacional.

Introducción

La rápida expansión de las nuevas tecnologías ha facilitado diferentes formas de comunicación a través de internet (Ólafsson, Livingstone y Haddon, 2013). Si bien en la literatura científi­ca se han mencionado los diversos beneficios derivados del uso y posibilidades de estas tec­nologías (Reid, Radesky, Christakis, Moreno, Cross y Council on Communications and Media, 2016), también ha recibido atención su poten­cial para la agresión interpersonal. El ciberbu­llying se ha definido como ‘‘un acto agresivo e intencional llevado a cabo por un individuo o un grupo (el agresor/es), por medios electrónicos, de forma repetida a lo largo del tiempo, contra una víctima que no puede defenderse fácilmen­te” (Smith, Mahdavi, Carvalho, Fisher, Russell y Tippett, 2008). La prevalencia de ciberbullying oscila entre un 10-40 % según los estudios, en función de la definición de este, los instrumen­tos de evaluación, el tipo de muestra y el marco temporal utilizado (Kowalski, Giumetti, Schroe­der y Lattanner, 2014).

Se ha propuesto que el ciberbullying implica riesgos específicos que no se darían en otros ti­pos de agresión, dado que puede ocurrir tanto de día como de noche, en distintos contextos (más allá del colegio, como por ejemplo cuan­do el adolescente se encuentra en su domicilio), puede ser audiovisual, puede implicar el anoni­mato del agresor, y ser muy rápido, alcanzan­do una amplia audiencia en pocos segundos, a la vez que ser menos visible para los adultos (Slonje y Smith, 2008). En relación con posibles diferencias asociadas al género, la literatura previa muestra datos inconsistentes: mientras que algunos estudios no muestran diferencias por género (Sourander et al., 2010; Tokunaga, 2010), otros muestran que es más probable que las mujeres sean victimizadas a través de las redes (Przybylski y Bowes, 2017; Waasdorp y Bradshaw, 2015).

En la literatura científica acumulada a lo largo de los años, la mayoría de los estudios se han centrado en el bullying tradicional (es decir, el que ocurre cara a cara). Se diferencian dos ro­les: el de agresor y el de víctima, entre los que hay un claro desbalance de poder. Esta caracte­rística se ha puesto en duda en el caso del ciber­bullying (Slonje, Smith y Frisén, 2013). Además, los estudios de campo encuentran un tercer perfil, el de agresor-víctima, es decir, aquellos que han sido tanto agresores como víctimas. Con relación a la asociación con la salud mental, los agresores implicados en bullying tradicional muestran niveles elevados de problemas exter­nalizantes como delincuencia y otros compor­tamientos agresivos (Ttofi, Farrington, Losel y Loeber, 2011; Veenstra, Lindenberg, Oldehinkel, De Winter, Verhulst y Ormel, 2005). Las víctimas tradicionales muestran síntomas internalizantes como depresión e ideación suicida (Reijntjes, Kamphuis, Prinzie y Telch, 2010), así como sín­tomas psicóticos (Schreier et al., 2009). Estas dificultades pueden persistir en la vida adulta (Takizawa, Maughan y Arseneault, 2014) y se han asociado con un mayor aumento del uso de recursos en salud mental (Evans-Lacko et al., 2017). El perfil más grave en bullying tradicio­nal se encuentra en aquellos que han sido tanto víctimas como agresores, que presentan altos niveles de síntomas internalizantes y externa­lizantes (Copeland, Wolke, Angold y Costello, 2013; Haynie et al. 2001).

En los últimos años, han aparecido estudios relacionando salud mental y ciberbullying. Del mismo modo que en el bullying tradicional, se hace referencia a tres roles según su implicación en el ciberbullying (Ybarra y Mitchell, 2004): ciber-víctimas (CV), ciber-agresores (CA) y ci­beragresores-cibervíctimas (CAV), que serían aquellos que han sido tanto agresores como víctimas de ciberbullying. Sin embargo, la ma­yoría de los estudios se han centrado principal­mente en los efectos del ciberbullying sobre las ciber-víctimas, mostrando la presencia de sín­tomas emocionales, especialmente ansiedad y depresión (Fahy, Stansfeld, Smuk, Smith, Cum­mins y Clark, 2016; Landoll, La Greca, Lai, Chan y Herge, 2015) en CV. El metaanálisis más recien­te que aborda la ciber-victimización en adoles­centes en Estados Unidos mostró que, además de síntomas internalizantes, las CV presentan autolesiones, abuso de sustancias y problemas sociales (Fisher, Gardella y Teurbe-Tolon, 2016). Escasos estudios han demostrado la asociación de síntomas de estrés postraumático en CV, en servicios de urgencias (Ranney et al., 2016) y en la comunidad (Mateu, Pascual-Sánchez, Martí­nez-Hervés, Hickey, Nicholls y Kramer, 2020). Un estudio reciente encontró que la evitación y la intrusión, ambos síntomas de estrés postrau­mático, estaban presentes en las CV y CAV en mayor medida que en los no involucrados en ci­berbullying (Mateu et al., 2020). Aunque se han encontrado mayor cantidad de síntomas somá­ticos tanto en CA como en CV (Nixon, 2014), la mayoría de estudios se han centrado exclu­sivamente en CV (Glüer y Lohaus, 2015; Vieno, Gini, Lenzi, Pozzoli, Canale y Santinello, 2015). Sin embargo, no se ha estudiado la presencia de síntomas somáticos en aquellos que han sido tanto agresores como víctimas (CAV). Hasta donde llega nuestro conocimiento, ningún estu­dio previo ha analizado cómo se relacionan los síntomas emocionales, conductuales, somáticos y el deterioro en el funcionamiento psicosocial asociados al ciberbullying en adolescentes.

Por lo que respeta al deterioro del funciona­miento asociado al ciberbullying (por ejemplo, a nivel de rendimiento escolar), ha recibido es­casa atención en la literatura, menor aún en el caso de los agresores. Algunos estudios de la literatura de bullying tradicional muestran peor rendimiento académico en las víctimas que en los no involucrados en este, sin realizar com­paraciones con ciberbullying ni con agresores (Nakamoto y Schwartz, 2010; Oliveira, de Me­nezes, Irffi y Oliveira, 2018; Ponzo, 2013). Has­ta donde llega nuestro conocimiento, un único estudio aborda el deterioro del rendimiento en ciberbullying, únicamente comparando aquellos estudiantes que eran víctimas con los que no (Schneider, O’Donnell, Stueve y Coulter, 2012). Por otro lado, la literatura existente en castella­no en el ámbito de la salud mental y el ciberbu­llying es muy escasa (Redondo, Luzardo-Brice­ño, García-Lizarazo e Inglés, 2017; Resett, 2019).

El presente estudio tiene como objetivo eva­luar la asociación del ciberbullying en adolescen­tes, tanto en agresores, víctimas, o aquellos que cumplen ambos criterios (ciberagresores-ciber­víctimas), con problemas de salud mental, sínto­mas somáticos y deterioro en el funcionamien­to. Las hipótesis planteadas son: 1) Los CA, CV y CAV presentaran más síntomas emocionales, conductuales y somáticos, así como mayores di­ficultades en el funcionamiento que los adoles­centes no involucrados en ciberbullying, siendo el perfil combinado (CAV) el de mayor grave­dad; 2) Se encontrarán diferencias por género, esperando mayores problemas emocionales en las mujeres y mayores problemas conductuales en los varones; 3) Se encontrarán correlaciones significativas entre variables emocionales, con­ductuales, síntomas somáticos e indicadores de deterioro en los tres grupos involucrados.

Material y métodos

Participantes

Un total de 2.218 estudiantes de educación se­cundaria pertenecientes a cuatro centros edu­cativos de distinto tipo de Londres (Reino Uni­do) completaron la encuesta. 305 alumnos no se encontraban presentes el día de la encuesta o rechazaron participar en ella.

Diseño y procedimiento

El diseño consistió en una encuesta transver­sal, que los alumnos respondieron en el centro educativo entre noviembre de 2011 y junio de 2012. Se invitó a participar a todos los centros de educación secundaria públicos pertenecien­tes a cuatro distritos de Londres (del centro y las afueras) (n = 49), institutos y una selección de centros privados durante el verano de 2011. De las ocho instituciones que aceptaron, se se­leccionó la mitad basándose en una estrategia de máxima variación. Se pidió el consentimiento de todos los padres/tutores de los estudiantes menores de 16 años, así como el de todos los estudiantes participantes.

Se realizó un primer estudio piloto de la en­cuesta con 28 participantes; después de este, la encuesta fue acortada. Este estudio fue apro­bado por el Comité Ético de Investigación del Imperial College de Londres.

Instrumentos

La encuesta consistía en un librito que conte­nía los siguientes cuestionarios auto informados:

Datos sociodemográficos. Se recogieron da­tos en relación con la edad, género, raza, com­posición familiar y estatus socioeconómico.

Ciberbullying. Se utilizó una versión modifi­cada del cuestionario de agresor/víctima de Olweus (1986) para ciberbullying, cuya versión original ha mostrado buena fiabilidad y validez (Solberg y Olweus, 2003). Se adaptaron las sec­ciones de víctima y agresor para ciberbullying. Además, se eliminó la frase “en los últimos me­ses” para evaluar la prevalencia vital del ciber­bullying y se incluyó la edad de inicio. En línea con las recomendaciones de Solberg y Olweus (2003), se considera a los participantes como víctimas (CV o CAV, en el caso que también reporten haber realizado agresiones online) si habían sido agredidos más de dos o tres veces al mes. El cuestionario puede consultarse en el anexo 1.

Salud mental: sintomatología depresiva. Se utilizó el cuestionario breve de ánimo y senti­mientos (Short Mood and Feelings Questionnai­re, S-MFQ), con buenas propiedades psicomé­tricas (Angold, Costello, Messer, Pickles, Winder y Silver, 1995). A mayor puntuación, mayor in­tensidad de síntomas depresivos.

Ainoa Mateu, Ana Pascual-Sánchez, María Martínez-Hervés, Nicole Hickey, Dasha Nicholls y Tami Kramer Salud mental: sintomatología ansiosa. Se uti­lizó el cuestionario breve de trastornos relacio­nados con la ansiedad en la infancia (Screen for Child Anxiety Related Emotional Disorders, SCARED), que consta de cinco ítems y ha mos­trado buenas propiedades psicométricas (Hale, Raaijmakers, Muris y Meeus, 2005). La suma de las puntuaciones indica riesgo de trastorno de ansiedad; el punto de corte de 3 se ha utilizado para identificar ansiedad clínicamente significa­tiva (Birmaher, Brent, Chiappetta, Bridge, Mon­ga y Baugher, 1999).

Salud mental: síntomas de estrés postraumáti­co. Se utilizó un cuestionario de ocho ítems (Chil­dren Revised Impact of Events Scale [CRIES]; Perrin, Meiser-Stedman y Smith, 2005) para evaluar los síntomas de estrés postraumático en los últimos siete días como consecuencia de ha­ber sufrido ciberbullying. A mayor puntuación, mayor riesgo de trastorno de estrés postraumá­tico (punto de corte: 17). Se obtiene una puntua­ción global y dos subescalas que evalúan dos categorías de síntomas: intrusión y evitación.

Salud mental: conductas disociales. Se utilizó la versión modificada de 15 ítems de la Escala de Delincuencia autoinformada (Self-Reported Delinquency Scale [SRD]; Elliott, Huizinga y Ageton, 1985) para evaluar la presencia de con­ductas disociales. Debido a la edad de los par­ticipantes, seis ítems relacionados con activida­des sexuales y mendigar fueron excluidos, y se combinaron otros ítems para producir pregun­tas compuestas como, por ejemplo, daño inten­cional y destrucción de la propiedad. A mayor puntuación (0-15), mayor presencia de compor­tamientos disociales.

Síntomas somáticos. Se incluyeron tres pre­guntas sobre la frecuencia de dolor abdominal, cefaleas y otras molestias físicas.

Indicadores de deterioro del funcionamiento social y académico: problemas en las relaciones con los iguales. Se utilizó la subescala de cinco ítems de relaciones con iguales del Cuestiona­rio de Capacidades y Dificultades (Strengths and Difficulties Questionnaire [SDQ]; Goodman, Meltzer y Bailey, 1998). Este instrumento ha de­mostrado buenas propiedades psicométricas (Goodman, 2001). Mayores puntuaciones indi­can peores relaciones interpersonales con los iguales.

Indicadores de deterioro del funcionamiento social y académico: absentismo escolar. Se reco­gieron los datos sobre absentismo escolar de los participantes durante el presente curso escolar.

Análisis estadísticos

Se utilizó el paquete estadístico SPSS v22. Se utilizó la imputación de la media cuando única­mente había un ítem perdido en un cuestionario. En los casos de dos o más ítems perdidos en un determinado cuestionario, se excluyeron los datos correspondientes a ese.

Se realizaron comparaciones entre grupos con la prueba Kruskal-Wallis y comparaciones post-hoc utilizando el método Dunn-Bonferroni en los casos significativos. Para analizar las dife­rencias existentes en función del género, se uti­lizó la prueba de Mann-Whitney. Se realizaron correlaciones bivariadas utilizando el coeficien­te de correlación de Spearman.

Resultados

Un total de 2.218 estudiantes (edad media: 14,92 ± 1,91) completaron la encuesta. Los datos sociodemográficos pueden verse en la tabla 1 del anexo.

Edad de inicio de ciberbullying. El grupo de CAV fueron los primeros en sufrir ciberbullying alrededor de los 11 años (RIC = 2), mientras que las CV, a los 12 (RIC = 3) (z = 3,55; p < ,001). Ade­más, el grupo de CAV también fue más precoz a la hora de agredir, a la edad de 12 años (RIC = 3), en comparación con los CA, a los 13 años (RIC = 4) (z = 4.64, p = 0.03).

Salud mental, síntomas somáticos e indicado­res de deterioro del funcionamiento. A nivel des­criptivo, las puntuaciones en síntomas de salud mental, somáticos y deterioro de toda la mues­tra pueden encontrarse en la tabla 2 del anexo. En relación con todas las medidas de síntomas emocionales y conductuales, síntomas somáti­cos y deterioro a nivel académico y relacional, los resultados sugieren que los involucrados en ciberbullying experimentan mayores síntomas y peor funcionamiento a nivel social y acadé­mico que los no involucrados. Los detalles de estas comparaciones pueden encontrarse en la tabla 3 del anexo. Las comparaciones post-hoc realizadas también mostraron la existencia de las siguientes diferencias significativas entre los grupos involucrados en ciberbullying (CV, CA y CAV). El grupo de CV mostró puntuaciones significativamente mayores en ansiedad que el grupo de CA (z = 5,49, p < ,001). Además, tan­to CV como CAV mostraron más síntomas de estrés postraumático que el grupo de CA (z = 3,58; p < ,001; z = -4,94, p < ,001), tanto en la puntuación general como en síntomas específi­cos de intrusión y evitación. Por otro lado, am­bos CA y CAV mostraron más comportamien­tos antisociales que el grupo de CV (z = -4,28, p < ,001; z = -3,84, p < ,001).

Diferencias por género. No se encontraron di­ferencias significativas en la proporción de hom­bres y mujeres que fueron CV, CA ni CAV. En la muestra total, las mujeres obtuvieron puntua­ciones más elevadas en ansiedad y depresión (z = -16,07; p < ,001; y z = -11,45; p < .001); mientras que los hombres presentaron más comporta­mientos disociales (z = -6,42; p < ,001). En los grupos de CV y CA se encontraron las mismas diferencias: las mujeres presentaron mayores puntuaciones en ansiedad (z = -5,29; p < ,001; y z = -5,02, p < ,001) y depresión (z = -3.48, p < 0.001; y z = -3,90, p < ,001), mientras que los hombres mostraron mayores comportamientos disociales (z = -3,59, p < ,001; y z = -2,37, p = 0,02). Cabe destacar que, en el grupo de CAV, la única diferencia de género encontrada fue que los varones mostraron mayores comporta­mientos disociales que las mujeres (z = -3,15; p < ,001); mientras que no hubo diferencias entre hombres y mujeres en las puntuaciones de an­siedad y depresión en este grupo.

Relación entre síntomas emocionales, conduc­tuales, somáticos e impacto en el funcionamien­to. Los análisis correlacionales mostraron corre­laciones significativas bajas o moderadas entre ansiedad y depresión tanto en CV (r = 0,43), CA (r = 0,30) como en CAV (r = 0,45). Los síntomas de estrés postraumático mostraron correlacio­nes significativas, aunque bajas, con síntomas emocionales (ansiedad y depresión) (r = 0,19), problemas con iguales (r = 0,21), cefaleas (r = 0,11) y otros síntomas somáticos (r = 0,9) en CV; únicamente con cefaleas en CA (r = 0,35); y con ansiedad (r = 0,27), problemas con los iguales (r = 0,32) y otros síntomas somáticos en CAV (r = 0,21). Se encontraron correlaciones significativas pero bajas y moderadas entre síntomas somáti­cos, como cefaleas, con el resto de las variables en CV (r = 0,08 – 0,28); con absentismo escolar (r = 0,38) y comportamientos disociales en CA (r = 0,41); y con variables emocionales (r = 0,24 – 0,31) y absentismo (r = 0,26) en CAV.

Discusión

El ciberbullying tiene un impacto significa­tivo en la salud mental, incluyendo síntomas emocionales, conductuales y somáticos, así como en el funcionamiento de los adolescen­tes involucrados, ya sea como ciber-víctimas, ciber-agresores o ciberagresores-cibervíctimas. Estudios recientes plantean que una propor­ción significativa de adolescentes consideran que las nuevas tecnologías pueden contribuir a facilitar el ciberbullying, percibiendo, además, que este supone un riesgo para la salud men­tal y el bienestar de sus iguales (O’Reilly et al., 2018). Concretamente, las víctimas de ciber­bullying (incluyéndose en este grupo tanto CV como CAV) sufren mayor ansiedad y síntomas de estrés postraumático que aquellos que son exclusivamente agresores. Sin embargo, resulta también destacable que no hay diferencias en sintomatología depresiva entre los diferentes grupos de víctimas y agresores en nuestro estu­dio, pero todos ellos presentaron niveles mayo­res que los que no estaban involucrados (NI) en ciberbullying. La literatura previa es inconsisten­te en este sentido: desde estudios que plantean que los CA no muestran mayor sintomatología ansiosa y/o depresiva que los NI, mientras las CV sí presentan puntuaciones mayores (Resett, 2019), a aquellos que concluyen que tanto ser víctima como agresor se asocia a puntuaciones elevadas en ansiedad y depresión en compa­ración a los NI (Redondo et al., 2017). Algunos estudios plantean que la propia psicopatología puede actuar como un círculo vicioso. Por ejem­plo, a mayor sintomatología depresiva en las CV, mayor posibilidad de refugiarse en internet y sufrir este tipo de acoso (Alhajji, Bass y Dai, 2019), o incluso perpetrarlo. De hecho, el uso intensivo de internet, y, a su vez, la depresión, se han identificado como factores de riesgo de sufrir ciberbullying (Marín-Cortés, Hoyos y Sie­rra, 2019). Por su parte, los agresores (tanto

Ainoa Mateu, Ana Pascual-Sánchez, María Martínez-Hervés, Nicole Hickey, Dasha Nicholls y Tami Kramer CA como CAV) muestran más comportamien­tos disociales que las CV. Este patrón de mayor prevalencia de sintomatología internalizante en las víctimas y externalizante en los agresores ha sido replicado en otros estudios (Sourander et al., 2010). De acuerdo con nuestras hipótesis, el perfil combinado (CAV) se asocia a sintomato­logía tanto internalizante como externalizante y parece revestir mayor gravedad psicopatológi­ca, mayor deterioro y mayor precocidad.

A nivel del impacto en el funcionamiento asociado al ciberbullying, nuestros resultados muestran que el deterioro es mayor en las CAV que en los NI, con mayor absentismo y peores relaciones con iguales. Estudios previos plan­tean peor rendimiento en CV (Schneider et al., 2012), aunque no se han encontrado resultados concluyentes en este sentido en CA y menos aún en CAV. En esta línea, una revisión reciente identifica el escaso apoyo social y el absentismo como factores de riesgo tanto de ser víctima como agresor (Marín-Cortés et al., 2019).

La literatura es controvertida en lo relativo a considerar los distintos tipos de bullying como un evento traumático, tal y como es definido en el trastorno de estrés postraumático (Nielsen, Tangen, Idsoe, Matthiesen y Magerøy, 2015), y los estudios previos son escasos al respecto. Para ello, hay que tener en cuenta el impacto percibido de las agresiones, que además en el caso del ciberbullying pueden darse de forma más repetida y sin posibilidad de escape, tal y como definen Smith et al. (2008).

Por otro lado, los síntomas de estrés postrau­mático mostraron correlaciones significativas, aunque bajas, con síntomas somáticos, tan­to en CV, CA y CAV, destacando las cefaleas. Además, las cefaleas se asociaron a absentismo en todos los grupos, con sintomatología inter­nalizante en CV y CAV, y externalizante en CA, por lo que es un síntoma relevante que deberá tenerse en cuenta y ser evaluado, especialmen­te si es persistente. De hecho, las cefaleas re­currentes se han asociado en la literatura con mayor comorbilidad psiquiátrica y adversidad psicosocial (Fearon y Hotopf, 2001). También destaca la asociación entre síntomas de estrés postraumático y problemas con los iguales en CAV, lo que es congruente con el perfil de ma­yor gravedad de este patrón combinado.

Con relación al género, de acuerdo con nues­tras hipótesis, las mujeres obtuvieron puntua­ciones más elevadas en síntomas internalizantes (ansiedad y depresión), mientras que los hom­bres presentaron más comportamientos diso­ciales, tanto en la muestra general como en los grupos de CV y CA. Estos datos son congruen­tes con estudios previos que plantean que en el grupo de CV las mujeres presentan en mayor medida problemas emocionales mientras que los varones, problemas de comportamiento (Kim, Boyle y Georgiades, 2018; Kim, Colwell, Kata, Bo­yle y Georgiades, 2018). Esto fue así para todos los grupos, excepto para el grupo de CAV, en el que se diluyen estas diferencias (manteniéndose solo la superioridad de los comportamientos di­sociales en varones), lo que puede ser otro indi­cador más de la gravedad de este perfil.

El presente trabajo presenta las siguientes li­mitaciones. En primer lugar, se utilizaron única­mente medidas de autoinforme, que deberían ser corroboradas mediante entrevista clínica. Los autoinformes pueden presentar sesgos como la infraestimación de la severidad, es­pecialmente a nivel de problemas de compor­tamiento, que los agresores pueden tender a minimizar. En segundo lugar, el cuestionario de agresor-víctima no tiene en cuenta los factores contextuales que pueden influir en el bullying, ya que este es considerado un fenómeno rela­cional (Olweus, 2013). La naturaleza transversal del estudio no permite establecer relaciones causales entre la exposición/perpetuación de la agresión y la sintomatología encontrada. Por último, la muestra es representativa de un en­torno urbano de Reino Unido, lo que presenta limitaciones a la hora de generalizar a áreas ru­rales o países de renta baja.

Sin embargo, nuestros resultados se ven forta­lecidos por la amplia muestra de estudiantes de secundaria, la evaluación de varias dimensiones a nivel de salud mental con instrumentos valida­dos, a diferencia de estudios previos que tienden a centrarse en dimensiones específicas (Fahy et al., 2016; Wu, Luu y Luh, 2016) o a utilizar instru­mentos no validados de psicopatología (Glüer y Lohaus, 2015; Rose y Tynes, 2015; Vieno et al., 2015). Por su parte, la inclusión de la evaluación de sintomatología somática y de estrés postrau­mático junto a las otras variables permite dar luz a la comprensión de su asociación con la clínica psicopatológica y los indicadores de funciona­miento. Además, la evaluación del impacto en el funcionamiento es fundamental, como de­muestran las clasificaciones diagnósticas, para alcanzar la relevancia clínica necesaria para es­tablecer un diagnóstico (American Psychiatric Association, 2013) y como parte de una evalua­ción comprehensiva de la salud mental (World Health Organization, 2001).

El presente trabajo tiene importantes impli­caciones prácticas. En primer lugar, es impor­tante la detección de sintomatología emocional, conductual o somática (por ejemplo, cefaleas persistentes) de forma precoz, así como de in­dicadores de deterioro del funcionamiento (por ejemplo, absentismo escolar, deterioro de las relaciones). Estos deben suponer una señal de alarma para la detección de ciberbullying, aun­que no se haya detectado violencia física o ver­bal a nivel presencial en los centros escolares. De igual modo, si se detecta, ya sea en casa, en el colegio o en la comunidad, la perpetuación o sufrimiento de agresiones a través de medios online deberá evaluarse de forma comprehen­siva la salud mental de todos los implicados. En estos casos, será importante una derivación a recursos especializados para realizar dicha eva­luación, así como el trabajo multidisciplinar, in­cluyendo a la familia, el centro escolar y otros recursos comunitarios, para erradicar el ciber­bullying. Asimismo, es importante la implemen­tación temprana de políticas anti-bullying en los centros escolares, que han demostrado su eficacia en la prevención del bullying (Ttofi y Farrington, 2011). Estas deben también prestar atención y abordar la prevención del ciberbu­llying (Snakenborg, Van Acker, y Gable, 2011). Además, el papel de los padres en la prevención del ciberbullying es también relevante, dado que puede sufrirse y/o perpetrarse fuera del centro escolar en gran medida.

Agradecimientos

AM, APS y MMH fueron beneficiarias de una beca de formación avanzada en Psiquiatría y Psicología Clínica del Niño y el Adolescente de la Fundación Alicia Koplowitz en el Imperial Co­llege London (UK).

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