Deseando conectarse

Antje von Boetticher

 

RESUMEN

Los psicoterapeutas se enfrentan a las influencias de los nuevos medios. La discusión teórica sobre estos fenómenos es rara. El artículo trata de explorar las implicaciones de los nuevos medios, también en la terapia psicoanalítica. El fenóme­no del uso del Smartphone y de Internet es examinado centrándonos en los conceptos de objetos transicionales y espacio potencial de Winnicott. Desde este punto de vista, los nuevos medios de comunicación implican muchas dificultades, pero también potencialidades de desarrollo. Se incluye una viñeta clínica. PALABRAS CLAVE: realidad virtual, objeto transicio­nal, internet, espacio potencial, terapia psicoanalítica.

ABSTRACT

Longing for connection. Psychotherapists are being forced to confront the influences of New Media. Theoretical discus­sions about these phenomena are rare. The article tries to explore the implications of New Media, specifically for psychoa­nalytic therapy. The phenomena of Smartphones and internet use are examined employing a focus on Winnicott’s concepts of transitional objects and potential space. From this point of view, new media imply many difficulties, but they offer develo­pment potential as well. A case vignette is included. KEY WORDS: virtual reality, transitional object, internet, potential space, psychoanalytic therapy.

RESUM

Desitjant connectar-se. Els psicoterapeutes s’enfronten a les influències dels nous mitjans. La discussió teòrica sobre aquests fenòmens és rara. L’article tracta d’explorar les implicacions dels nous mitjans, també en la psicoteràpia psicoanalíti­ca. El fenomen de l’ús del telèfon intel·ligent i d’Internet és examinat centrant-nos en els conceptes d’objectes transicionals i espai potencial de Winnicott. Des d’aquest punt de vista, els nous mitjans de comunicació impliquen moltes dificultats, però també potencialitats de desenvolupament. S’inclou una vinyeta clínica. PARAULES CLAU: realitat virtual, objecte transicional, Internet, espai potencial, teràpia psicoanalítica.

Lo que conocemos como el New Media (los nuevos medios de comunicación) implica enormes cambios. La vida cotidiana ya no se concibe sin teléfonos móviles ni Internet, tanto en citas como en reuniones privadas y profesionales, y en la comunicación, en la escuela y en la universidad. Hoy en día, Internet juega un papel fundamental. Si quiero saber algo, lo busco en Google; si quiero quedar con alguien, le envío un mensaje de texto. No tengo que depender de estar en casa para recibir una llamada. Mi mensaje llegará a mi amigo mientras está en camino. Información, mensajes, cartas y citas están sólo a un clic de distancia. Hoy en día, solemos es­cuchar que el mundo está a nuestro alcance: con un clic, podemos tener acceso a todo el mundo. La generación que está creciendo con el New Media se llama Generación Y, “nativos digitales” o “generación conectada”, y ésta es la “era digital” o “edad líquida”. Una edad líquida de una generación conectada de digitales nativos…

Philipp Riederle (nacido en 1994), uno de estos na­tivos, señala el teléfono inteligente como el arma in­telectual más importante hoy en día, y dice acerca de su generación: “podemos hablar de nosotros. Y esto significa compartir. Y esto significa: ser parte de este mundo y encontrar nuestro lugar. Esto es lo que quere­mos” (Riederle, 2013).

Diferentes causas han generado inquietud en muchas personas de edad avanzada. Sin duda, lo extraño y lo desconocido juega un papel importante, así como los alarmantes resultados de estudios que muestran que el uso permanente de los teléfonos inteligentes reduce la capacidad para aprender y concentrarse (por ejemplo, Spitzer, 2014). Surge aquí la sospecha de un trastor­no del contacto con el otro por la aparente comunica­ción incorpórea. Buscando lo auténtico cuando la vida entera se lleva a cabo en espacios virtuales, muchas personas admiten que ya no saben por dónde andan. ¿Perdemos un conocimiento sustancial cuando la in­formación está disponible extremadamente rápido? ¿Se está convirtiendo todo en superficial y ligero? ¿Pode­mos todavía tener experiencias profundas? ¿Ofrece el WorldWideWeb espacio para la enorme megalomanía y sentimientos oceánicos o divinos? ¿Lo podemos ver y entender todo, en cualquier momento?

Freud escribió en El malestar en la cultura: “épocas futuras traerán nuevos progresos, acaso de magnitud inimaginable, en este ámbito de la cultura, y no harán sino aumentar la semejanza como un dios. Ahora bien, en interés de nuestra indagación no debemos olvidar que el ser humano de nuestros días no se siente feliz en su semejanza con un dios” (1) (Freud, 1929).

¿Ser como Dios? Entendiéndolo todo: más allá de Babel

Por lo tanto, ¿es el fantasma de lo divino o es pare­cerse a Dios lo que está en juego? ¿Otra delimitación espacio-temporal presuntuosa y blasfema? ¿Dónde conduce la búsqueda virtual para el reconocimien­to? La historia de la Torre de Babel marca el final de una serie de relatos de las transgresiones, en el que la humanidad no sigue la ley de Dios y, por lo tanto, es castigada con la confusión de idiomas y la diáspora geográfica. ¿La constante disponibilidad de Internet, la “permanencia digital” (Ball, 2014), provoca fantasías de poder omnipresente capaz de consolar al estar perma­nentemente conectados? ¿Tal vez podemos entender mejor la fascinación de Internet como medio señalan­do la aparente derrota del espacio y el tiempo? Pero ¿es real? ¿O es una ilusión, un engaño, una simulación de la realidad, que no es conectiva, pero que no nos molesta?

¿Lo virtual frente a lo real?

El término “virtualidad” crea un problema de defini­ción. ¿Es una contradicción? ¿Realidad y virtualidad se excluyen entre sí, o es cuestión de aceptar la red digital como una “expansión del mundo real en lugar de una alternativa al mismo”? (Lemma, 2015). No hay una res­puesta absoluta a esta pregunta. Como sucede a menu­do en el pensamiento psicoanalítico, esto tiene que ser examinado cuidadosamente para cada caso individual. También en qué sentido las llamadas redes sociales sean realmente “sociales” es un tema complicado y de múltiples capas.

Löchel (2002) señala el origen del término “virtua­lidad” y explica las diferentes maneras de usarlo: 1) diferenciar la óptica física de imágenes virtuales, 2) la simulación por ordenador en tres dimensiones llamada “realidad virtual” es un “término colectivo para todos los métodos y técnicas que son necesarias para poner a una persona en el entorno artificial tridimensional ge­nerado por ordenador y que pueda interactuar con el entorno artificial”, y 3) el significado de la palabra en términos de interactividad, que resulta de la estructura de hipertexto. Löchel (2002) nos recuerda que usemos el concepto de una manera específica y precisa: “el mundo “virtual” de un simulador de vuelo tridimensio­nal del aspirante a piloto sin duda es muy diferente de una “relación virtual” de un usuario en un chat. Ambos son psicológicamente significativos”.

Las cuestiones de la semejanza a Dios, lo real y la simulación y también las posibilidades de Internet se verán afectadas en la siguiente viñeta clínica, también. Entre las generaciones siempre ha habido malentendi­dos, alteridad, insinuaciones y falta de comprensión, y con frecuencia era posible crear algo nuevo por demar­cación y superar el rechazo. En mi opinión, hay que te­ner mucho cuidado de no ser escéptico con demasiada precipitación sobre los enormes cambios provocados por el desarrollo tecnológico durante los últimos veinte años. No podemos negar que la interconexión digital y la informatización es un hecho de la vida actual y afec­ta y cambia nuestros tratamientos psicoanalíticos. En lugar de obtener una “perspectiva distópica” (Lemma, 2015) podríamos tratar de abordar este tema de una manera libidinosa y curiosa, como el filósofo francés de 83 años de edad, Michel Serres, hace en su Declaración de Amor a la generación conectada (Serres, 2013).

¿El teléfono móvil como objeto transicional e Internet como un espacio potencial?

Los teléfonos inteligentes son muy atractivos. Las personas los sostienen y los llevan cuidadosamente, los miran de manera afectuosa y les ponen fundas boni­tas. Obviamente están cargados libidinosamente. Esta pequeña herramienta, que encaja perfectamente en las manos de sus propietarios, parece tranquilizadora para muchas personas. Y les da acceso al WordWideWeb y es­tablece una conexión. Me pregunto si existe una asocia­ción entre la carga altamente libidinosa de los teléfonos móviles y la fascinación de Internet y fenómenos tran­sicionales. Tal vez podamos entender mejor el impacto de los cambios tecnológicos con la ayuda de los con­ceptos de Winnicott.

Objetos y espacios transicionales

El teórico de las relaciones de objeto Winnicott des­cribe los objetos transicionales como aquellos elegidos por un niño de corta edad (entre los 4 y 12 meses) que facilitan la separación temporal de la madre. Por lo ge­neral, se trata de algo inanimado suave como una mu­ñeca o un osito de peluche, pero también puede ser otro objeto. Éste representa la cercanía aseguradora de la madre y, al mismo tiempo, simboliza lo que trascien­de al ámbito materno. Esto permite que el niño pueda calmarse a sí mismo cuando la madre esté ausente.

Calma la ansiedad de separación del niño y le ayuda a separarse gradualmente de su madre. Sin embargo, se trata de algo más esencial: la experiencia de que la madre no es parte del niño, sino un ser separado que existe fuera e independiente de él. Esta experiencia es soportable por una transición, un espacio intermedio. El niño conecta de forma creativa el interior y el exte­rior: “el objeto transicional aún no es reconocido como perteneciente a la realidad exterior. Más bien es un es­pacio intermedio de experiencias entre subjetividad y objetividad, entre la ilusión y la realidad, entre la per­sonalidad y el mundo” (Kolbenstvedt-Michel y Eggers, 1992).

Por lo tanto, no es ni un sustituto ni una negación de la madre ausente sino un símbolo que precede o inicia un proceso de maduración. En otras palabras, el obje­to transicional tiene “un efecto catalizador (…) durante el período de separación e individuación” (Schlösser, 1990).

Eso significa que el niño está en un estado transicio­nal respecto la percepción y el reconocimiento del ob­jeto que implica y requiere una división sujeto-objeto. Para que esto sea un éxito, el niño necesita una “ma­dre suficientemente buena” en un “ambiente suficiente bueno” (Winnicott, 1969). Sin haber experimentado un entorno sostenedor suficientemente bueno, el niño desarrollará un “falso self” (Winnicott, 1969). El desa­rrollo de la representación del objeto es la condición previa para volverse al exterior y para la creación de un tercero o un espacio intermedio donde interior y exte­rior, fantasía y realidad, no están claramente separados todavía. La experiencia de separaciones reales que el objeto transicional calma y reconforta promueve y apo­ya la diferenciación. El niño aprende a separarse de su madre y a reconocerla como un ser independiente de él. Por lo tanto, la distinción entre yo y no-yo entra en acción.

Hoy en día, el papel del padre y de la tríada es muy discutido desde el principio y, en mi opinión, es muy importante. En este punto, quiero mencionarlo, pero sin entrar en detalles sobre este tema.

Viñeta clínica

Quisiera hablarles de una paciente joven llamada Nina. Vino a la terapia debido a sentimientos de triste­za, alienación hacia sí misma y a otros, y a la impresión de ser como una máquina sin emociones. “No estoy realmente aquí, todo parece irreal, no estoy en contacto ni con mí misma ni con otras personas”, dice.

En su biografía encontramos una madre extrema­damente dependiente con tendencia a la adicción. El padre tuvo varias relaciones fuera del matrimonio; en realidad, nunca tuvo lugar en la familia. Durante toda la infancia y juventud, la paciente nunca estuvo segura de que los padres permanecerían juntos. Cuando tuvo 15 años, se divorciaron. El padre se casó de nuevo, pero la madre se mantuvo muy enganchada a éste; ni siquiera imagina la posibilidad de encontrar una nueva pareja.

La paciente se fue de casa a los 18. El teléfono móvil funciona como una garantía de la conexión: madre e hija habían instalado una app que permitía a la primera “ver” o localizar siempre (vía GPS) dónde estaba Nina (una especie de vigilancia electrónica, una técnica de­sarrollada para los delincuentes). Si Nina se dormía e iba a trabajar más tarde, la madre se ponía nerviosa y se preocupaba, y la llamaba para preguntar si todo iba bien. En general, hablaban por teléfono varias veces al día. Durante los primeros meses de terapia, la madre la llamaba después de cada sesión, preocupada por el bienestar de su hija.

Aproximadamente a partir de la trigésima sesión, su discurso estaba centrado en una intensa relación trian­gular dominante. La paciente hablaba mucho de Tom, su novio, con el que se relacionaba exclusivamente a través de Internet. Tienen una amiga en común, María. Tom y la paciente chateaban con regularidad y frecuen­cia. Nina “conoció” a Tom a través de un portal de In­ternet cuando tenía doce años. Desde entonces, ha sido parte de su vida. La única vez que se habían visto “en la realidad” era cuando Nina tenía 13 años. María estaba con ellos y era entonces la “mejor amiga” de Tom.

A los 16 años, Nina tuvo su primer novio. Mientras cursaba sus estudios lejos de casa, rompió la relación y cayó en una crisis. Comienza entonces a ligar con hom­bres, llevárselos a la cama y después deshacerse de ellos. Después de cortar con ellos, necesitaba la “confirma­ción” de que era atractiva y seductora. Se sentía bien por un corto período de tiempo, pero poco después se sentía mal consigo misma, pero no podía dejar de ha­cerlo. Al final, después de una relación de chat, Tom y ella se acercaron más y se convirtieron en virtualmente comprometidos. Sueñan con un futuro juntos, charlan sobre temas interesantes, sobre todo acerca de “puntos de vista filosóficos” y cuestiones morales. La época de las aventuras de una noche fue duramente condena­da. Un ideal de un amor puro fue construido. Él era el hombre de su vida, genial y único. María siempre lo sabía todo, tenía “un ojo en ambos”.

El contacto de la pareja se hace exclusivamente a través del chat, de mensajes escritos solamente. No se llaman entre sí, no usan Skype y no se escriben cartas a mano. No quedan en persona, y se justifican con la dudosa excusa de que sería demasiado peligroso. Por otro lado, sí que hubo encuentros reales con María. Es­tuvieron en contacto íntimo. Después de una botella de vino, acabaron en la cama. Ambas estaban completa­mente entregadas a Tom. Él se mostraba entusiasmado y no tenía nada en contra de ello. Era un libre pensador y estaría de acuerdo si era bueno para las dos.

La discrepancia entre el duro juicio de las antiguas aventuras de una noche de la paciente y la apertura con respecto a las trampas de María no era accesibles a Nina al principio. Después de que hubiera expresa­do mi irritación, Nina comenzó a explicar cómo María personifica su conciencia. Después de analizarlo, ella lo llamó una “conciencia externalizada”. Se hizo más claro cómo María y Tom condenaban duramente todo lo relacionado con la vida real del paciente y la poca libertad que se daba a sí misma.

Paréntesis

El psicólogo social Döring (2000) dice que es posi­ble tener relaciones amorosas a través de la comuni­cación exclusivamente por ordenador. En mi opinión, Döring ignora las diferencias importantes entre un en­cuentro entre dos personas y una relación sin cuerpo cuando dice: “la pasión puede ser creada a través de la excitación compartida a partir de la formulación de las fantasías sexuales, la intimidad mediante el apoyo a los problemas personales y la responsabilidad a través de contactos regulares (ibid).

¿Qué significa esto para nuestra viñeta clínica? La paciente experimenta la pasión y la excitación, la inti­midad y la responsabilidad, pero no era capaz de co­nectar todo esto a las experiencias personificadas y sen­soriales. Desde el punto de vista del psicoanálisis hay una tensión entre el Lustprinzip y el Realitätsprinzip. De acuerdo con esto, lo Virtual es a lo Real lo que la copia al original: una reproducción por lo que es posible co­lonizar la realidad por los deseos. Esta definición de lo “Virtual”, por lo general, se opone a la definición de lo “Real”. Al igual que con las fantasías omnipotentes, lo “Real” pierde su realidad física a través de lo “Virtual” (Lemma, 2015).

Volviendo a la viñeta clínica

Después de una larga crisis latente entre la paciente y Tom, se rompe la relación. Poco después, Nina co­mienza una relación sexual con María. Al principio, esta relación parece divertida y buena para ella, hasta que, en seguida, los antiguos patrones de juicio, sumisión y de discusiones frecuentes aparecen de nuevo. Ahora, Tom es el tercero en la sombra. Esto atormentaba a la paciente, que deseaba una relación real pero sentía sus propios límites al mismo tiempo. No tenía el valor para  abandonar el triángulo familiar aunque se hacía más evi­dente cómo esta constelación la estaba restringiendo.

Después de un período doloroso, Nina admitió (a sí misma y a mí) que nunca había conocido personalmen­te a Tom. El encuentro nunca había tenido lugar. Todos los contactos habían sido exclusivamente a través de Internet. En los meses siguientes, se iban observando cada vez más inconsistencias respecto a Tom, o más bien la paciente dejó de hacer la vista gorda. Un día, Nina descubrió que María escribía utilizando la cuenta de Facebook de Tom. Habló con María sobre este tema y obtuvo la siguiente respuesta: “no confías en mí, eres una mala persona. ¡Nunca me lo preguntes de nuevo!”. Poco después, Nina recibe mensajes acerca de un su­puesto accidente de coche. Tom fue gravemente herido. Las fotografías que deberían documentar y “probar” el accidente mostraban diferentes coches. Todo parecía dudoso y, sobretodo, “no real”. Nina, entonces, rompe también con María.

Nina llegó a conocer que otra amiga había tenido una experiencia aterradoramente similar que la de Tom y María. Esta amiga estaba viviendo en un piso compar­tido con María, siendo Tom su novio virtual. Un día, encontró una lista de varias “identidades” y direcciones de mail. Descubrió que las fotos de Tom eran en reali­dad las fotos de otro usuario activo en Facebook. Había la evidencia creciente de que no existía un Tom “real”, sino una segunda identidad “virtual” de María. Nina es­taba muy agitada. Por un lado, se sentía aliviada porque su sensación de que era un fraude era correcta; por otra parte, toda la historia era aterradora y profundamente desconcertante. Numerosas preguntas siguen abiertas.

Poco a poco, pudimos comprender mejor por qué la paciente no se cuestionaba todas las incoherencias. Nina comenzó a enfrentarse consigo misma, a su an­helo de cercanía y de retención, de la que tanto se de­fendía antes. Se hizo más claro que la grandiosidad que había encontrado “virtualmente” (“el único”, el discur­so sofisticado “desde el punto de vista filosófico”) la defendía de encuentros y conflictos reales. Ella pagó el alto precio de quedar atrapada en el aislamiento social y un tipo de relación sadomasoquista. Después de este período doloroso, dijo: “poco a poco estoy aterrizando al mundo real”.

Apunte final

En cierto modo, la paciente se perdió en Internet. Llevó tiempo ver claramente cómo de fuerte había in­fluido en la vida de Nina la lectura y la escritura de mensajes a través del ordenador o del móvil. Ella hizo su trabajo a conciencia, pero sin implicación interior.

Ella se retrajo socialmente. Desde este punto de vis­ta, las posibilidades técnicas estuvieron al servicio de la evitación del contacto “real”. Sin embargo, considero que también hay otro enfoque, no opuesto sino adi­cional: Nina estaba muy decepcionada con su primer amor. El proceso de separarse de su madre era bastante complicado. Se lanzó a los contactos sexuales de forma perjudicial, tanto para ella misma como para los demás. En mi opinión, su explicación que necesitaba como “confirmación” sintiéndose atractiva y seductora oculta su profundo deseo de contacto y conexión. La sacudida de sus agresiones con las aventuras de una noche y la soledad sin ningún tipo de contacto “real” eran difíciles de soportar. Obviamente se necesitaba una transición.

¿Encontró Nina una transición on line? “La espe­cificidad de un objeto transicional no es el objeto en sí mismo, sino la manera en que éste se usa” (Schlös­ser, 1990). Pienso que la paciente utilizó el amor vir­tual como una experiencia transicional en un espacio transicional. Su móvil era un objeto que siempre estaba con ella, en su bolsillo, sostenido cuidadosamente en su mano, que desconectaba justo antes de la sesión y que activaba de nuevo inmediatamente después. Cuando la paciente dice con orgullo: “¡hoy me dejo el móvil en casa!”, suena como un niño diciendo: “hoy me dejo mi osito de peluche en casa”, dando a entender: esto es muy valiente y emocionante, ¡soy una chica mayor!

Si entendemos el móvil como un objeto transicional y la relación de amor virtual como una experiencia tran­sicional, podemos suponer que los cambios iniciados por los confusos desarrollos tecnológicos implican pro­mocionar tanto la evitación como una buena evolución.

La joven paciente se encontraba en una situación es­pecífica de desapego. Después de mudarse de casa y dejando a la dependiente madre, el primer amor acabó de forma frustrante. Posteriormente, la paciente se sin­tió identificada con la conducta agresiva de su padre, que tanto miedo le causaba. Sus experiencias con las relaciones se caracterizaban por el estrechamiento de la cercanía, por un lado, y por el carácter no vinculante, por otro. La ambivalencia entre su deseo por una rela­ción simbiótica y la separación y autonomía, así como el miedo a estar sola y separada han sido más soportables con la forma digital o “virtual” de la relación en el chat.

Esto parecía ser un espacio transicional que no debe ser puesto en duda. La paciente experimentó algo entre la realidad y la ilusión; casi se podría decir la realidad y la ilusión al mismo tiempo. Sentía la ilusión de no ser se­parada y la continua conexión que anhelaba, sin haber estado cerca en un sentido corporal, y la ilusión de que ella es capaz de inducir e iniciar las actividades en la sala de chat. Esto puede ser como un recuerdo de una fan­tasía temprana de omnipotencia, que es esencial para soportar las emociones de la realidad, la dependencia y la impotencia como Winnicott nos ha enseñado. La realidad, por otro lado, viene dada por el “hardware”: experimentó una relación intensa, pero al menos se pa­saba el tiempo con instrumentos técnicos.

Según Winnicott, un espacio transicional se caracte­riza por un espacio intermedio entre lo interno y lo externo, la experiencia entre subjetividad y objetividad, ilusión y realidad. No es posible encontrar asignaciones definitivas. El desprendimiento de cercanía diádica y la individuación pueden ser preparadas en este espacio potencial.

“Internet como espacio transicional puede ser expe­rimentado como una zona intermedia entre uno mismo y los demás, sintiendo las emociones de ser retenido y no abandonado. En esta triangulación no se puede tener éxito, porque un objeto en el mundo virtual es principalmente algo a lo que hacer clic: sólo hay cone­xión aparente debido al principio de desconexión de los objetos en el ciberespacio” (Braun, 2007).

Mi paciente no podía mantener la ilusión del novio perfecto ideal y divino y el poder para llevarlo a vivir una vida “real”, “física”, con ella. La comunicación di­gital no puede sustituir a la comunicación analógica: esta realidad se acercaba. La ilusión o fantasía de om­nipotencia evocadas por la disponibilidad continua del ciberespacio se daba por vencida. El triángulo asumi­do resultó ser una díada. Con este insight, la paciente podía desconectarse. El reconocimiento de la frontera del “No-Yo” (Winnicott permite, además, la individua­ción). El insight del paciente de haber externalizado su consciencia también podría haberse hecho accesible por las experiencias en una relación “real”. Adicionalmente, este caso se caracteriza por la realización del “No-Él”.

Sería superficial simplemente atribuir a los móviles el significado básico de objetos transicionales, así como denominar “Internet” como espacio potencial. Me­diante esta generalización y ampliación, la capacidad explicativa se está perdiendo. Elfriede Löchel señaló la diferencia entre “virtualidad” y “realidad”: “el espacio intermedio es un espacio subjetivo, un espacio poten­cial relacionado con la inquietud, en sujetos ligados a personas y a su psicosexualidad y finitud. Mientras que el espacio virtual depende, sobre todo, de una infraes­tructura técnica” (Löchel, 2002). Para mí, es esencial considerar que los objetos transicionales no se encuen­tran simplemente, sino que son creados, en una cierta situación.

Alessandra Lema dice que el mundo de hoy está im­pregnado con el uso de medios técnicos, y este uso de­fine el mundo que ya no es virtual o real, sino que se ca­racteriza por una diversidad de combinaciones dentro de las redes. Para hacer frente a la actual realidad en el plano teórico y terapéutico que tenemos que ir más allá de pensar en una lógica binaria, con el fin de entender el mundo de hoy” (Lemma, 2015).

El pensamiento psicoanalítico es complicado y es el resultado principalmente de un tiempo diferente. A veces parece ser difícil de aplicar a las cuestiones mo­dernas. A la luz de los rápidos avances tecnológicos con todas sus implicaciones, ni parece útil ni es posi­ble utilizar “virtualidad” y “realidad” como conceptos estrictamente dicotómicos. Partiendo del concepto de integración transicional y diferenciación, podría funcio­nar simultáneamente.

Como psicoanalistas, estamos “familiarizados con la naturaleza virtual de lo real que se filtra por un mundo de relaciones de objeto”, como A. Lemma ha expresa­do muy bien. El progreso tecnológico no se va a dete­ner. Las historias de nuestros pacientes están repletas de ello. Se crean nuevas metáforas, un nuevo lenguaje, que nos parece babilónicamente confuso e incompren­sible. Valdrá la pena el esfuerzo de querer entender lo desconocido.

 

Traducción del inglés de Xavier Costa

Notas

(1) Traducción directa del alemán de José L. Etche­verry, en Obras Completas, Volumen 21. Buenos Aires: Amorrortu Editores (nota del t.).

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