Clínica vincular actual

Rodolfo Moguillansky

 

RESUMEN

A través de este trabajo se pretende presentar como ve el autor, en tanto psicoanalista, la clínica vincular. Lo hace de una manera esquemática teniendo en cuenta la diversidad de familias que existen en la sociedad actual. Finalmente ilustra sus aportaciones con un ejemplo clínico de una pareja que consultan sobre su relación, su vínculo, que se ha ido deteriorando. PALABRAS CLAVES: clínica vincular, familia, conflicto vincular, indicaciones, intervenciones.

ABSTRACT

CURRENT CLINICAL LINKAGE. This paper intends to show how the author, being a psychoanalyst, views clinical linkage. The author does so in a schematic way taking into account the diversity of families existing in our current society. The autor finally illustrates his contribution with a clinical case of a couple who consult for their relationship, their link and bond, which has gradually deteriorated. KEY WORDS: clinical linkage, family, linking conflict, indications, interventions.

RESUM

CLÍNICA VINCULAR ACTUAL. Amb aquest treball es pretén presentar com veu l’autor, en tant que psicoanalista, la clínica vincular. Ho fa d’una manera esquemàtica tenint en compte la diversitat de famílies que existeixen a la societat actual. Finalment il·lustra les seves aportacions amb un cas clínic d’una parella que consultan sobre la seva relació, el vincle, que s’ha anat deteriorant. PARAULES CLAU: clínica vincular, família, conflicte vincular, indicacions, intervencions.

Doy por sentado la existencia de una clínica vincular en la que los psicoanalistas podemos y debemos intervenir. En este texto intentaré contarles, en una apretada y esquemática síntesis, una cartografía acerca de cómo veo, en tanto psicoanalista, la clínica vincular. Sugiero que, para intervenir en esa clínica y fundamentar la creación de instrumentos para operar en ese campo, tenemos que considerar por lo menos tres ejes.

  • La diversidad de la familia. La descripción que hagamos de la pluralidad que hay, hoy en día, en las configuraciones vinculares tendría que dar cuenta tanto de su complejidad, como de los cambios que han ocurrido en las mismas en los últimos años.
  • La multiplicidad y la sustantividad de la indicación que se nos demanda intervenir en la clínica vincular.
  • La(s) teoría(s) que tenemos sobre los cimientos metapsicológicos del conflicto vincular. Propongo entonces que en el cruce, en la intersección de la complejidad planteada por estos tres ejes, tenemos que pensar la clínica vincular.

La diversidad de las familias en la Sociedad actual

Mi descripción sobre la diversidad que se da en la sociedad actual en las configuraciones familiares no pretende un rigor antropológico. Tomo para hacerla desde mi visión –la de un clínico que trabaja con parejas y familias, con un marco de referencia psicoanalítico, en la consulta privada y en el campo de la salud mental– la que observo, a grandes trazos, teniendo en cuenta la aceptación social que tienen las distintas formas de concebir los vínculos y su inclusión o no dentro del marco normativo/jurídico de la sociedad actual. Sabemos que en la actualidad, en esta parte del mundo, encontramos una enorme diversidad en las configuraciones familiares. Pero también tenemos que estar avisados que si bien las familias han sido diferentes a lo largo de la historia, cada sociedad ha tomado un modelo y lo ha «naturalizado». Cada época ha concebido de un modo particular lo que considera «normal» y a poco andar esta «normalidad» se la naturaliza y no se la considera solidaria con las convenciones del momento, sino eterna. En esa línea, no perdamos de vista, que aunque variable para cada espacio territorial y tiempo, cada época histórica y cada sociedad ha fijado estándares de normalidad y a partir de ellos edifica criterios taxonómicos que supone «naturales». Digamos que aún con los sacudones sociales que se han producido, todavía las formas de relación que se suponen «normales», «naturales», –en el mundo occidental– son las propias de la modernidad: la família nuclear compuesta por papá, mamá e hijos de esta pareja. Con este telón de fondo, podemos diferenciar, esquemáticamente, varias formas.

La familia moderna

Advirtamos que la familia moderna es una construcción cultural reciente, es una producción social del Siglo XX. Lo novedoso de esta nueva institución es que se trata de una pareja y una familia que encuentra su fundamento en la ilusión de un amor recíproco. Me estoy refiriendo con esto –la pareja moderna– a lo que provocativamente llamó Denis de Rougemont (1997, 2002) «un invento de Occidente»: una pareja sustentada y nacida de la apasionada ilusión del amor recíproco. Un elemento más a destacar es que se suponía que en esa «nueva pareja» se articulaba el amor con la sexualidad. La constitución de la pareja que funda la família moderna, a diferencia de las formas previas, se establece mediante la creación de un tejido imaginario que encuentra su «materialidad» en el enamoramiento, que debe dar sustento a una compleja trama emocional. En esto último radica lo novedoso que caracteriza a este «invento de Occidente». Señalemos entonces que no siempre se amó del mismo modo. El apasionado amor recíproco en el seno de una pareja es un sentimiento que recién se empezó a concebir en el medioevo, posteriormente fue glorificado por el romanticismo en el siglo XIX, mientras todavía reinaba el matrimonio concertado, aunque este concitaba ya en esa época una fuerte insatisfacción. Más tarde, el amor recíproco, en el siglo XX, dio las bases emocionales a la pareja occidental forjándose una generalizada realización social de este modo de vincularse después de la primera guerra mundial (Simonet, 2003). También señalemos que la familia moderna ha ido cambiando en las últimas décadas. Debiéramos admitir que en los últimos años este tipo de la familia se ha autonomizado de la familia extendida, conformando un conjunto cada vez más separado, aunque todavía conserva importantes relaciones tanto con los ascendentes como con los familiares de la misma generación. Conviene destacar que la solución alcanzada por la pareja moderna no instituyó una forma definitiva. Con el andar del Siglo XX se exploraron nuevas formas de intercambio sexual y pasional. Si bien podríamos coincidir que la pareja moderna es un modelo aún existente, debiéramos conceder que la pareja heterosexual estable vive más en el imaginario social y cultural que en la realidad. Hoy en día, en los comienzos del Siglo XXI, esa pareja y la familia moderna, conviven con otros conjuntos vinculares: las conformaciones familiares de la posmodernidad.

Las conformaciones familiares postmodernas

Estas conformaciones han logrado reconocimiento social y una juridicidad dentro del aparato legal del estado; han pasado a ser una parte importante de este mundo. Muchas de las familias actuales son «familias ensambladas», recomposiciones de las familias preexistentes en una nueva con mis hijos, tus hijos y nuestros hijos. Junto con ella, otras «nuevas conformaciones» también han logrado un lugar dentro de los enunciados de fundamento de la cultura: además de las familias ensambladas, conviven en nuestra sociedad las uniones de parejas del mismo género, familias homoparentales, familias uniparentales, y también los que «eligen vivir solos». Diferencio dentro de estas «nuevas conformaciones» dos grupos:

  • Las que han logrado un lugar dentro de los enunciados de fundamento de la cultura y que además cuentan con un «sostén narcisístico propio», como el que suelen tener, cuando lo tienen, las familias ensambladas, las uniones de parejas del mismo género, los que «eligen vivir solos», y
  • las que, con formas parecidas o no, no lo han logrado. Me refiero a las «conformaciones que no han conseguido» un reconocimiento social, o que viven sus relaciones familiares como muy deficitarias, muy insatisfactorias, ó no las pueden sostener. Anticipo que cuando describa los caracteres definitorios de las familias marginales, incluiré dentro de ellas a este segundo grupo de estas nuevas configuraciones.

Las conformaciones familiares que responden a otros paradigmas culturales

En este grupo ubico las configuraciones familiares que –generalmente por efecto de migraciones– provienen de otros marcos culturales, y por tanto se sustentan en otros enunciados que las habituales en «nuestro mundo». Estas, por cierto, plantean problemas particulares cuando nos consultan. Sabemos que sólo teniendo conciencia de las propias creencias y certezas, dadas por el entorno cultural en que vivimos, se puede crear un espacio de escucha y reconocimiento de las necesidades específicas y de la subjetividad particular de cada familia. Cuando somos demandados por familias cuyos hábitos y costumbres son diferentes a los usuales del grupo social al que pertenecemos esto, como es obvio, se pone de manifiesto más crudamente. Con las configuraciones que responden a otros paradigmes culturales es aún más importante tener en cuenta el valor siempre central que tienen las creencias. Me refiero en especial a las creencias sobre como es la familia, tanto de las personas que demandan atención, como las del profesional que las asiste. Toda familia tiene creencias propias sobre cómo «debe ser» una familia, cómo «deben ser» las cosas, cuáles son los ejes axiológicos que deben primar. Hay que estar avisados que el malentendido inevitable que tenemos con cualquier familia, está potenciado cuando nos dirigimos a persones o familias que pertenecen a otro paradigma cultural y sobre todo cuando suponemos que con «lo mismo», decimos «lo mismo».

Las formas familiares marginales al sistema y al aparato jurídico socialmente establecido

Cada sociedad además de definir e instituir lo que considera «normal», «natural», por acción o por omisión define e instituye lo que no debiera ser, o lo que es marginal a la misma. Las familias marginales existent entonces, en los bordes de la sociedad organizada, y su sustantividad surge:

  • Especialmente, pero no únicamente, por efecto de la expulsión provocada por los crecientes niveles de anomia social, por la pérdida del estado de bienestar, por la globalización, por la migración. Estas familias marginales, aunque en oportunidades suelen tener formes de relación que tienen la apariencia de las configuraciones familiares de la modernidad o de la posmodernidad, o intentos no logrados de integración, no tienen un lugar en la sociedad, ni cuentan en su seno conocimientos que den un punto de apoyo para desenvolver us conflictos y eventualmente elaborarlos.
  • Por la aparición de configuraciones que por su forma son rechazadas por el consenso social, o por el orden jurídico. Estas otras familias son marginales porque sus caracteres no guardan las formas habituales de las configuraciones familiares conocidas y aceptadas por la sociedad. Estas configuraciones, en especial las primeras, suelen ser las que consultan en las redes de atención primaria, aunque también podemos encontrarlas en todas las clases sociales.

Como ven mi definición de marginalidad parte de dos criterios un tanto heterogéneos. Por un lado la imposibilidad o el déficit de sostén (por razones de la misma familia o sociales) y por otro porque esas configuraciones tienen una modalidad de organización vincular que está fuera de lo previsto por el establishment social. En tanto lo que las define –desde la taxonomía que estoy planteando– es por lo que no son, o por la falta en ser, o por el rechazo que provocan en la sociedad. Para referirnos a ellas las describimos con viñetas para que por su efecto evocativo, constituyan una categoría. Son en sí mismas una no categoría.

La indicación en la que se nos demanda intervenir

Pasemos ahora al segundo eje. De modo esquemático, diría que en el campo vincular nos vemos convocados a intervenir en dos tipos de consultas:

  • En la que se nos solicitan indicaciones, prescripciones, consejos acerca del funcionamiento del conjunto familiar.
  • Las que pretenden cambios por la vía del insight de las determinaciones inconscientes del conjunto vincular. Esta división, sabemos se diluye en nuestra práctica, sin embargo creo necesaria mantenerla desde un punto de vista heurístico. Por lo que se refiere a la primera, buena parte de la consulta vincular está originada en una demanda que no surge desde las familias o de los vínculos de pareja, sino desde una indicación profesional o de una petición institucional que solicita una orientación, o la institucionalización de una orden. En esa dirección, buscando estos objetivos, se suelen indicar consultas vinculares por muy diferentes razones, lo que implica diferentes dispositives y diversos modos de intervención. Un problema a pensar en las indicaciones que describo, es el eventual congelamiento del lugar del «paciente designado» dentro de la familia. Pero esta cuestión tiene muchas aristas a contemplar. En mi opinión, una cosa es problematizar el uso de estas entrevistas de orientación y otro es demonizarlas. Por un lado, no podemos negar el alivio que a través de consejos, sugerencias, indicaciones se puede lograr en las condiciones de vida de las personas en situaciones familiares crónicas difícilment movilizables. Por otro, también es importante evaluar cuando la mera indicación, que sólo intenta administrar mejor, resulta ser cómplice de un statu quo, de un modo de organización, del que surge un «chivo expiatorio». El problema no es fácil y hay que resolver caso por caso. Si diría que cuestionar totalmente las entrevistas en las que se dan indicaciones revela un desconocimiento de la complejidad del problema en el campo de la salud mental y al descartarlas se corre el riesgo de «tirar el agua sucia con el chico». Con las salvedades anteriores, enumeraré algunas de las indicaciones más frecuentes en las que se dan orientaciones. Estas indicaciones presuponen particulares modos de intervención. Se suelen indicar entrevistes familiares:– Por parte de los profesionales destinadas a orientar Nuevos modos de funcionamiento familiar. Las intervenciones que se hacen en el contexto de estas entrevistas familiares tienen por fin el esclarecimiento que alude a alguna pauta de interacción, lo que suele acompañarse con alguna sugerencia acerca de un cambio en el modo de relacionarse o indicaciones acerca de cómo manejarse ante una cuestión específica. Esta es la tarea que habitualmente tienen, cuando hacen entrevistas familiares, los asistentes sociales, los profesionales de la educación, los profesionales de los Servicios de salud en general, o en el específico campo de la salud mental, en las múltiples redes de prevención primaria, pero también es una indicación que debiéramos tener presente en la consulta psicoanalítica. En estas entrevistas de orientación ocupan un lugar relevante las que se hacen en las familias con niños (Pérez, 1987). – Con familias donde alguno de los miembros padece alguna enfermedad crónica o alguna minusvalía. Es habitual que se realicen entrevistas familiares para la mejor administración por parte de la familia de su relación con un integrante de la misma que padece una minusvalía o alguna enfermedad crónica. Las intervencions en estas ocasiones suelen ser directivas o informatives acerca de:
  • La enfermedad que esa persona padece.
  • La anticipación de pródromos para su adecuado gobierno.
  • La eventual administración de las crisis que se pueden plantear.
  • El manejo de la ansiedad que trae tener dentro de la familia un miembro con una enfermedad crónica o incurable, con el que hay que convivir de por vida. Son usuales, a esos efectos, las entrevistas con familias que tienen en su seno pacientes diabéticos, con enfermedad fibroquística, asmáticos, enfermedades neurológicas, etc. Estas entrevistas se suelen realizar en el seno de fundaciones o asociaciones, en las que además los familiares de estos pacientes interactúan con otras persones que tienen familiares con similares dolencias. Las intervenciones tienen por fin contener la ansiedad y las emociones, en particular la culpa, la vergüenza o el rechazo que estas situaciones suscitan, y a la vez dar indicaciones o sugerencias sobre como manejarse. El profesional se coloca en la situación de dador, instituyente y garante de un orden. – Con familias en las que hay un miembro con alguna adicción. Como parte del tratamiento de las adicciones son usuales los abordajes familiares. Han sido relativamente pioneros en este tipo de intervenciones las que han venido realizando Alcohólicos Anónimos. Sobre ese modelo se han armado multiplicidad de instituciones, en las que se realizan abordajes familiares. – En el intento de resocialización de pacientes psicóticos crónicos. La utilización de entrevistas familiares es canóniga en la resocialización de pacientes psicóticos, en particular de esquizofrénicos y maníaco depresivos crónicos. Se ha afianzado, en estos últimos cincuenta años, suponer que el trabajo sobre los modos de interacción familiar estaba indisolublemente asociado a la posible resocialización de los enfermos mentales crónicos. Sin duda la familia juega un papel relevante para todo plan de desmanicomialización, en ella es donde se puede encontrar sostén y un lugar para una eventual reinserción social. Cabe para este tipo de entrevistas los reparos que hice al comienzo, pero no podemos negar ni su uso, ni su utilidad. – Con familias por indicación judicial, ya sea por la comisión de un delito, o por una indicación que parte de las redes de prevención primaria. Estas entrevistas familiares suelen estar centradas en un miembro en particular, en los padecimientos que él tiene, en los padecimientos que ocasiona a su entorno familiar, lo que su existencia condiciona, promueve, inhibe, trastorna, y lo que su entorno, ya sea por ignorància o por otra razón, complica aún más la convivència con él e incluso entorpece el curso mismo de la enfermedad. En estas intervenciones operamos directivamente, indicamos, aconsejamos, organizamos, damos herramientas para que dentro de la modalidad que tienen puedan administrar la vida familiar del mejor modo para todos. Es importante estar atentos a que nuestra intervención es desde un rol de autoridad y que buena parte de su eficacia depende de encarnar ese rol. No es fácil alternar técnicamente, las anteriores intervencions con aquellas destinadas a dar cuenta de la interacción entre el síntoma y la estructura familiar, intervenciones que exploran cómo determina el conjunto la aparición de ese síntoma y además como el paciente sintomático refuerza el modo de funcionamiento familiar.

Algunas reflexiones en torno a la consulta en la que se pretenden cambios por la vía del insight

Aunque en la práctica, con frecuencia paso de un modo a otro, diferencio desde un punta vista teórico, las anteriores intervenciones de las que hago cuando abordo con interpretaciones destinadas a develar las determinaciones inconscientes. Al plantear esta distinción entre estas dos modalidades de intervención no quiero, ni renunciar a la especial prerrogativa que le otorgo a la interpretación, ni esquivar la complejidad del problema ¿A qué me refiero con esto? Si bien desde esta perspectiva la intervención psicoanalítica privilegiada en el campo vincular es la interpretación, no es el único modo en que como psicoterapeuta participo. Para poder «interpretar» necesito que haya un conjunto familiar con un basamento –narcisista– que lo sostenga, que me demande este tipo de intervención y que haya un contexto que lo permita. Con este señalamiento me estoy deslizando al tercer eje que manifesté que hay que contemplar: el que hace a los cimientos metapsicológicos de los conjuntos vinculares. También he sugerido que es importante que la demanda de atención familiar provenga de la preocupación que tienen por su modo de funcionamiento; que busquen en la consulta vincular un saber sobre cómo son ellos como conjunto. He agregado que además de que esto sea lo demandado, se necesita que haya un contexto que permita el despliegue de esa demanda. Esto lleva a matizar el lugar de la interpretación ya que si bien sabemos que nuestro dispositivo es especialmente apto para los casos en que hay una demanda de atención por lo que ocurre en los vínculos, esta no es la consulta habitual.

Algunas ideas acerca de cómo se constituye el vínculo en las instituciones familiares

Pese a las evidentes continuidades familiares, de tradiciones, de apellidos, económicas etc., hay una discontinuidad fundante desde el siglo pasado en las familias de nuestra cultura. Ya se dijo que en nuestro tiempo y en nuestro espacio geográfico, a diferencia de lo que ocorria previamente, las familias se fundan, son Instituciones que nacen. Si bien sabemos que la familia nuclear está pautada por una legalidad transubjetiva –en última instancia por la cultura– y se constituye sobre la base de reediciones de prototipos infantiles, es necesario para constituir un basamento narcisístico común renunciar a las certezas identificatorias dadas por la pertenencia a la familia de origen. El nuevo orden intersubjetivo que se instala supone entonces un nuevo momento de constitución narcisística que los instituye como sujetos del vínculo, cambiando los sistemas de lealtades, dando comienzo de una nueva historia. Para enfatizarlo, decimos con G. Seiguer parafraseando a Freud que a este nuevo momento de constitución narcisista que se instituye al crear un vínculo, lo consideramos como un «nuevo, nuevo acto psíquico», en tanto suponemos que cumple una función similar en ese nuevo conjunto vincular a la que en su momento cumplió el «nuevo acto psíquico», al instituir el Yo en cada uno. – Las familias se fundan y al fundarse instituyen un imaginario común, que tiene como premisa que los integrantes tengan la ilusión de tener la misma ilusión Cuando enuncio la concepción que dice «que las familias se fundan» en ese «nuevo, nuevo acto psíquico», incluyo a este proceso como explicativo del mítico, pero estructurante «origen», tanto de las familias modernes como de las posmodernas. Lo que ocurre en esa «fundación de la familia», por lo que se verá, hace, desde esta perspectiva, al sostén narcisista de las mismas. Lo que llamo la fundación de una familia no alude a ningún marco formal ni se trata de un momento puntual. Este «nuevo, nuevo acto psíquico», es un complejo proceso simbólico y emocional, con un punto de partida en el enamoramiento, en el que, sobre la premisa de tener la ilusión de tener la misma ilusión, da las bases para instituir un imaginario vincular que se lo supone común para los que lo integran.- Ese imaginario común hace al zócalo narcisista de la família Ese imaginario común, instituido sobre la premissa tener la ilusión de tener la misma ilusión, organiza el zócalo narcisista que otorga la condición de posibilidad para la constitución, para la fundación de lo conjunto. En esa argamasa, se instituye el mito de origen de ese conjunto vincular, que adquirirá, si sigue, el carácter de convicción. – De ese imaginario parte la «función dogmática» Esta construcción instituye a los miembros de ese conjunto, quienes comienzan «una historia» a la que se pertenece y con la que se guarda solidaridad. Al crear estos fundamentos de la pertenencia se ponen en marcha distintas funciones. Me interesa, a los efectos de este artículo, destacar una: la formulación de los fundamentos que regirán el nuevo vínculo, a la que llamó «función dogmática». – Narcisismo e ideal del yo. Constitución narcisista del vínculo e ideales familiares La función dogmática instituye los enunciados de fundamento de ese conjunto, del que emergerán los ejes axiológicos del mismo. Estos fundamentos sólo en parte serán explícitos, y su carácter dogmático –destinado luego a ser relativizado– son imprescindibles para el necesario corte que hay que hacer con las familias de origen para que una nueva familia «advenga». Igual que cada sujeto el ideal del yo hereda el narcisismo, y el narcisismo es necesario para constituir un sistema de ideales que instituirá al sujeto como humano, pari passu el naufragio de la idealización inicial de «tener la ilusión de tener la misma ilusión» –como en el enamoramiento– precipita su carga narcisista sobre los ideales familiares que, como orden, reglas, proyectos, etc., pasan a regir como paradigma, como dogma, el presente y el futuro familiar. -La familia funda un nuevo contexto de significación Otro notable efecto de la institucionalización de un naciente conjunto vincular, cuando es conseguido, es una nueva organización simbólica que se plasma en la creación de un nuevo contexto de significación para sus miembros. Se organiza así un nuevo sistema de referencia que da condiciones de posibilidad para que las palabras adquieran en ese vínculo la cualidad de significantes. Cuando eso ocurre, ese nuevo contexto de significación creado, consiente relativizar los significados individuales. Este logro simbólico es el que permite concebir que ese orden familiar es uno sólo de los posibles. Esto no siempre se logra. -Los modelos de intervención tienen lo anterior como referente Mis modelos para comprender lo vincular tienen una fuerte referencia en los míticos modos en que se constituyó lo conjunto, en tanto supongo que da las bases del zócalo narcisista del vínculo, del mito fundador y de la constitución de la organización simbólica en el conjunto vincular.

Una distinción metapsicológica sobre las familias

Para empezar con este tercer eje. Distingo:

  • Familias que en su constitución están signadas por el déficit de un zócalo narcisista. Estas familias sufren por una falla en la constitución y/o mantenimiento de una ilusión que de fundamento de pertenencia a ese conjunto.
  • Las que lo han constituido, y en consecuencia han instituido una ilusión que les da pertenencia a un conjunto

pero no han podido crear. Mediante el logro simbólico que implica la creación de un nuevo contexto de significación –las condiciones para la admisión de un orden exterior a esa familia–, o si lo conciben es un orden que se opone a su existencia. Diré que estas familias sufren por un instituido absoluto, del que resultan enunciados de fundamento no relativizables.

  • Las que lo han constituido, y además pueden en su seno concebir un nuevo contexto de significación. Estas familias sufren por no poder sostener la ilusión fundante, lo que las lleva a peculiares modos de procesar la desilusión. Por cierto, este intento tiene, como toda nosografía, el inevitable defecto de unificar disparidades, y a la vez corre el riesgo de caer en generalizaciones que no dan cuenta de la singularidad de cada familia. Sin embargo, por ahora me sirve para mapear la clínica. Para fundamentar la distinción que propongo entre estos diferentes subgrupos, en lugar de extenderme en referencias metapsicológicas les relataré algunas crónicas de la clínica con la que nos encontramos, en particular la que a mi juicio se da en los tramos iniciales de la consulta vincular para, a partir de ellas, ilustrar la sustantividad en la constitución mítica de cada una de ellas.

Algunas cuestiones en las aperturas de la consulta vincular

En la consulta vincular, en las entrevistas inaugurales –del mismo modo que en cualquier consulta– intento demarcar un campo, instalar un territorio en el que pueda escuchar y operar, un encuadre que me aporte un marco de referencia. Partiré de una generalización que supongo compartimos. Convengamos que en los iniciales y tentativos movimientos que damos para instalar un encuadre, establecemos quienes somos y quien nos demanda atención. A la par recogemos indicios para fijar cuál va a ser el tipo de relación que vamos a proponer. Conviene estar advertidos que ni en el psicoanálisis, ni en otro campo, todo el encuadre es explicitado. En cualquier encuadre hay una suma de implícitos dados por los elementos sociales convencionales, por los usos culturales que también forman parte de él. Todo encuadre tiene el medio social como meta-encuadre. Tenemos que estar advertidos del valor instrumental del encuadre en psicoanálisis. El encuadre, en parte está hecho para que pueda no cumplirse, para que los pacientes lo alteren y de allí partirán buena parte de nuestras presunciones. Son importantes los comienzos; le doy importancia al modo en que empieza una primera entrevista. De estos comienzos partirán algunos de las suposiciones para decidir cómo intervenir, cómo seguir. Comenzada la consulta, así como en una partida de ajedrez la apertura prefigura, al menos en parte, como se va a desarrollar la partida, también la apertura que haga este conjunto vincular prefigura que curso va a tomar la consulta. Es importante el movimiento de apertura con que abrimos el juego; la consigna quedemos, debe ser lo suficientemente amplia y neutra para que de lugar a escuchar de qué nos hablan. Por ejemplo, les pido que me cuenten por que me han venido a ver. Con esa consigna les estoy pidiendo, les estoy metacomunicando a los miembros de ese conjunto vincular que hablen y les informo que son ellos los que tienen que contar. -La clínica de las familias sin sostén narcisista Dos palabras, sobre las familias que no han podido constituir ese zócalo narcisista. Me refiriero a las configuraciones que nos plantean en la consulta problemas urgentes, no se sostienen, no se autosostienen, no tienen un marco social, económico o emocional para processar los conflictos familiares habituales. No se trata de la «inconsistencia» que tiene toda familia, que toda familia debe procesar. En éstas campea una inconsistència tan radical que no pueden contener ni tramitar las emociones que en ellas tienen lugar. Algunas de estas familias reúnen las características para ser llamadas una «familia moderna o ensamblada», sin embargo es importante relativizar esta definición, ya que en estas familias, además de moderna o ensamblada, le pasan algunas otras cosas más. En principio, más allá de su apariencia, no parecen tener demesiada estructura propia. Digo esto por la notable inestabilidad de sus vínculos, la precariedad a la hora sostener a los hijos, no pueden retenerlos, ni responsabilizarse por su destino. Convengamos que ninguna familia deja de tener alguna estructura sobre la que trabajar, lo que enfatizo es la existencia de grupos familiares que tienen tal pobreza en su sostén que no son capaces, al menos de inicio, de tolerar la sobrecarga de sus emociones. Con estas familias es necesario intervenir para que tengan lugar procesos que implican no sólo volver a ponerlos en relación, sino también crear condiciones para que entre ellos puedan encausar un vínculo que está amenazado de colapsar. En estas familias suele campear una inconsistencia tan radical que no pueden contener ni tramitar las emociones que en ellas tienen lugar. Las intervenciones suelen estar destinadas para el logro de algún tipo de «revinculación familiar». No hay que perder de vista que estas familias son «insuficientes» o «incontinentes» a la hora de contener o contenerse (ver al final un material clínico ilustrativo). Además, un problema a dirimir con estas familias es si la cuestión no es de otro orden, ya que «insuficiente» o «incontinente», tienen como trasfondo la ilusión que querían serlo y no pueden, cuando, una posibilidad es que no quieran, no deseen la existencia de la família como tal o la presencia de uno de sus miembros. Sufren por la ausencia, la falla o el déficit de una ilusión que de fundamento de pertenencia a ese conjunto. -La clínica de las familias que cuentan con ese sostén Cuando, en cambio, con los indicios iniciales suponemos que la familia que nos consulta cuenta con ese sostén, se nos plantea a partir de que datos vamos a establecer consideraciones que nos den una dirección para intervenir. Cómo se comentó anteriormente, en cualquier entrevista familiar resultan importantes los intentos iniciales de los miembros por delimitar un tema: quién lo realiza y su éxito en conseguirlo, quién fija la agenda y los modos de desplegarla. ¿Cómo nos incorporan en esa narrativa? A poco andar de cualquier entrevista el terapeuta suele ser invitado a participar en el diálogo. No es un tema menor que no se sienta invitado. En esta invitación a participar, explícita o implícita, es importante advertir si dan cuenta que el terapeuta no ha formado parte de la vida de ellos, si denotan que no está informado de lo que les ha pasado. Los modos de incluirlo prefiguran diferentes caracterizaciones clínicas y, a su vez, hacen aconsejables diferentes modos de intervenir. Las aperturas en la consulta vincular con las familias que han constituido ese campo ilusorio a la hora de instituirlos como conjunto, pero…, tienen dificultades a la hora de pensar un orden ajeno al de ellas. De modo esquemático podemos distinguir algunas de estas modalidades de apertura por parte de algunos conjuntos familiares que, teniendo un sostén narcisístico, tienen dificultades a la hora de pensar un orden ajeno al de ellas:

  • En algunas oportunidades nos vemos englobados dentro del modo de pensar –y de ser– de la familia que observamos, a la que vemos manejarse en la consulta (y debiéramos decir, también, en nuestro espacio mental) como si fuese el suyo. No percibimos indicios de que se planteen alguna pregunta respecto de nuestros hábitos y costumbres, ni sobre los modos de relación más aptos desde el punto de vista del analista. Diríamos que no parecen concebir diferencias ni un mundo distinto del de ellos. En estas familias todo suele estar bajo un orden regido por una mirada –generalmente una madre– que todo lo sabe; con ellas corremos el riesgo de quedar englobados en un discurso y un modo de pensar para el cual no hay un otro sentido ni otros puntos de vista posibles. Todos los miembros, y especialmente la familia en conjunto, son parte de un orden en el que un nuevo sentido es vivido como enloquecedor, corriendo el profesional el riesgo si lo enuncia de ser expulsado. Hemos propuesto, con Guillermo Seiguer, llamar «familias sagradas» a aquellas que nos proponen este tipo de relación.
  • En otras oportunidades, nos encontramos con familias que si bien nos perciben diferentes a ellos, se sienten cuestionadas por nuestras modalidades o por nuestras intervenciones, que nos escuchan como alguien que da opiniones y nos responden entonces prestando acuerdo o desacuerdo. Podríamos decir que somos para ellos una especie de representantes de un cierto dogma frente al que se posicionan como feligreses u opositores. En estas familias las intervenciones son escuchadas como versiones que se oponen a la que traen los miembros de la familia. En tanto la nueva versión es considerada como tratando de aniquilar a la que conciben como «verdadera» entran en una relación de sumisión u oposición que transforma el diálogo que se establece entre el profesional y la familia, a lo sumo, en una discusión… A raíz del tipo de transferencia que nos proponen las hemos llamado «familias dogmáticas». En estas suele sobresalir un padre tiránico.
  • Con otras familias se le impone al analista la vivència contratransferencial de angustia frente a la desprotección por la falta de normas, lo que puede inducir a que el profesional proponga regulaciones. Estas familias se instalan dentro de nuestro encuadre pasivamente a la espera de un orden siempre por llegar, un Mesías que podrá erradicar todos los males. El presente es caos, provisionalidad, inseguridad y confusión, aunque es presentado con frecuencia como promesa de creatividad. Más que una familia son un conjunto, con pobreza de normas, porque el orden llegará después. No se sos- tienen con claridad las diferencias generacionales; los padres no son antecesores de los hijos porque se siente que estos últimos están en el origen. Con frecuencia suelen tener todos estilos adolescentes que los uniforma. Desconocido el pasado, viven en un presente provisorio ya que sólo el futuro será pleno. Suelen consultar por dificultades de aprendizaje o de socialización de los hijos. En la consulta se crea un campo transferencial en el que esperan que el terapeuta confirme la promesa que los sostiene o, lo que también es común, que el psicoanàlisis la encarne. Pueden instalarse entonces en un tratamiento, o en muchos para cada uno de los miembros, porque el psicoanálisis proveerá. Sin embargo, en estas familias, como todo puede ser discutido y cuestionado, pronto percibiremos que ninguna autoridad presente es válida y toda intervención que propongamos será descalificada o no tomada en cuenta. La constitución parece invertida, los hijos convertiran a los padres en esposos, la filiación fundará la alianza. La alianza es, entonces, un lugar vacante, concebido como espacio diferenciado pero no llenado en el presente. Se reniega de las familias de origen mientras se está a la espera de un sentido que será el que los confirmará. Hemos llamado a estas «familias mesiánicas», por el lugar central del hijo. No necesariamente en los hijos presentes, sino incluso en alguno por llegar o en las produccions futuras de los que están. Englobamos a las anteriores familias, como conjuntos familiares con dificultades en su constitución narcisista, son las que padecen lo que llamamos «patología de la ilusión». Este grupo de familias tienen alguna dificultad en la constitución de ese campo ilusorio a la hora de instituir-los como conjunto. Es evidente que lo han constituido, pero este orden es «un absoluto» que no permite concebir uno ajeno al de ellos, como en las familias sagradas o mesiánicas, o son parte de una cruzada donde todo lo exterior es un enemigo como en las dogmáticas. Me resultan evocativos para comprender lo que ocurre en esta clínica algunos trabajos clásicos como los de Lidz, Wynne, Laing, etc. Recordemos por ejemplo que Lidz (1957) planteaba sobre como se transmitía y se instituïa la irracionalidad que «la delimitación que hacen los padres del medio y su percepción de los hechos destinada a satisfacer sus necesidades, traen como resultado una atmósfera familiar enrarecida a la que los niños deben adecuarse para satisfacer esa necesidad dominante, o bien sentirse rechazados. A menudo los niños tienen que renunciar por completo a sus propias necesidades para apoyar las defensas del progenitor que necesitan. Viven en una suerte de lecho de Procusto en el que los hechos se distorsionan para adecuarlos al molde. El mundo que el niño debería llegar a percibir o sentir queda negado. Sus conceptualizaciones del medio no sirven para proporcionar comprensión y dominio de los hechos, los sentimientos o las personas, ni están de acuerdo con lo que experimentan los miembros de otras familias. Los hechos se alteran de continuo para adecuarlos a necesidades que están emocionalment determinadas. La aceptación de experiencias mutuamente contradictorias exige un pensamiento paralógico; el medio los adiestra en la irracionalidad». En esa línea, para explicar estos fenómenos, también valoro lo dicho por Lyman Wynne (1957) cuando afirmava que «en la pseudomutualidad la participación emocional apunta más a mantener el sentido del cumplimiento de las expectativas recíprocas que a percibir acertadamente las expectativas cambiantes… La pseudomutualidad implica un dilema característico: la divergència se percibe como un factor de desquiciamiento de la relación, por lo cual es necesaria evitarla pero, si se la evita, la relación no puede crecer. Dice más adelante en mismo artículo que, «dentro de las familias que más tarde desarrollan episodios esquizofrénicos agudos, las relaciones que se reconocen abiertamente como acceptables exhiben una cualidad de pseudomutualidad intensa y perdurable». También me resulta ilustrativo para comprender esta clínica lo escrito por Laing (1964) con su memorable libro Locura, cordura y familia, en donde investigó la inteligibilidad de la esquizofrenia en el contexto de las relaciones familiares, y la nueva vuelta con su idea sobre la «mistificación» (1965), reelaborando la noción de Karl Marx. Resaltaría que todos estos modelos, aluden a la creación de la imposibilidad de concebir lo ajeno en el seno de la familia. Resulta importante decir que las anteriores caracterizaciones, son sólo modelizaciones extremas y en ningún caso encontramos una total solidificación de estas modalidades vinculares. Siempre hay alguna fisura, y en ese sentido nuestras intervenciones deben apuntar a descubrir esa fisura y poder instituir un lugar diferenciado para nosotros como analistas. Nuestras intervenciones iniciales, deben apuntar a instituirlo. Sólo luego de constituirlo, y esto puede llevar mucho tiempo, se podrà desplegar una demanda de análisis. -Familias que lograda una constitución narcisista tienen dificultades con la desilusión Cuando en los vínculos cuentan con un basamento narcisista, con condiciones sociales y económicas, y el problema está centrado en el sufrimiento por el tratamiento que hacen de la desilusión, es cuando nuestro instrumento es más eficaz. Por lo que ya anticipé, respecto de esta distinción metapsicológica –familias que han logrado una constitución narcisista aceptable, y que tienen dificultades con la desilusión– a la hora de intervenir, no hago diferencias entre las familias modernas y las posmodernas. Más aún, diría que con las configuraciones de la posmodernidad, que cumplen con estos requisitos, no necesito un radical cambio teórico al que he propuesto para las formes familiares de la modernidad, ni para comprenderlas, ni para operar con ellas. Sí creo que es necesario dar cuenta de algunas cuestiones adicionales. Sobre los lugares de la familia y del analista, en éstas últimas –las que han logrado una constitución narcisista aceptable, y que tienen dificultades con la desilusión–, en la apertura en la consulta, no sólo nos ubican como diferentes a ellos, sino que colaboran en instituir una asimetría de posiciones entre ellos y nosotros. Estoy diciendo que es un buen indicio que nos reconozcan como ajenos a la vida familiar, que no sepamos acerca de su vida, que no sepamos de ellos antes de que nos cuenten. Para terminar quisiera mostrar, a través de un material clínico, algunas cuestiones que se nos plantean en la clínica con estas configuraciones respecto del modo en que se despliega el procesamiento de la desilusión. Para ilustrarlo voy a recurrir a una primera entrevista de «una pareja moderna» que, con las singularidades del caso, podría ser considerada una consulta habitual. He elegido este material, por lo evocativo que puede resultar, pero también podría haber sido una configuración de la posmodernidad. Me interesa exponer en este material clínico el tránsito, de un modo quizás excesivamente esquemático, de «el malestar», al «malestar vincular», y la construcción de «hipótesis vinculares», que dan lugar al «conflicto vincular».

Viñeta clínica

Primera entrevista Alejandra y Marcelo luego de concertar telefónicamente una cita acuden a esta primera entrevista. Son muy agradables, tienen una apariencia de profesionales acomodados, cultos. Bordean los cincuenta años. Les pido que me cuenten por que me han venido a ver.

-Alejandra: «Empezá vos. La idea de venir fue tuya».

-Marcelo: «Yo empezaría, no tengo problemas para comenzar, pero tengo temor que empezar me ponga a mí en el lugar del quejoso, del que armó el lío, cuando yo creo que el lío por el que venimos lo armaste vos».

-Alejandra: (con enojo) «A mi me parece que el lío lo armaste vos. ¿Ud. no debe entender nada Dr.?». En estas configuraciones vinculares este inicio es un motivo usual de consulta: un malestar. Un malestar al que llaman «lío». Adviertan que el «malestar/lío» «no» es concebido por Alejandra ni Marcelo como algo que los ha acompañado en su vida, no es supuesto como inherente al vínculo. Es habitual que en el interior de un vínculo los integrantes suelan suponer que, si el vinculo funciona bien, no debieran sufrir o tener conflictos; el malestar suele ser concebido por los integrantes del vinculo como una vicisitud antinatural, como una malformación. El malestar, entonces, además del sufrimiento propio que conlleva estar en malos términos, está potenciado por esta creencia –habitualmente presente en los integrantes del vínculo– que dice que el malestar no debiera ser parte de la relación.

-Analista: «La verdad es que no, pero no hay apuro, en la medida que los escuche iré comprendiendo. Por ahora, con lo que me han ido diciendo, me parece que parte de eso que ustedes llaman lío, es determinar quién armó el lío y se nota que cada uno cree que lo armó el otro». En la intervención señalo, destaco a «lío» como un significante y a la vez no lo saturo de significado; lo ubico en el campo vincular desarraigándolo de la mente de cada uno, lugar en que era puesto por las acusacions mutuas; semantizo entonces al «malestar» por el que me consultan, como «un malestar vincular». En el pasaje de «malestar» a «malestar vincular» se dan pasos en la construcción de «un nuevo contexto de significación».

-Marcelo: «Andamos mal Dr., este último tiempo nos llevamos muy mal, peleamos por todo, me doy cuenta que todo me molesta, y también que Alejandra está molesta por lo que siente como mis malas actitudes, las malas contestaciones que recibe de mi, y a mí me pasa lo mismo».

-Alejandra: «La relación desde hace un tiempo ya no es la misma, Marcelo (afirma con vehemencia), con quien siempre me entendí, no me entiende, me malentiende, no puedo entrar en su mundo. Me doy cuenta que yo también además de no entenderlo lo escucho con «mala leche». Se ha creado un clima pesado, no tenemos la alegría que había en otra época». En las locuciones de Marcelo y Alejandra, luego de la interpretación, hay un cambio respecto del modo de relación que tenían inicialmente. Ahora hay una descripción que incluye cómo creen que participan en el vínculo, y en el «malestar vincular». Describen una interacción entre ellos y a la vez esbozan las oposiciones que va tomando el discurso sobre el «malestar vincular». Subrayo que la violencia, que en este tramo de esta entrevista es verbalizada.

-Marcelo: «Yo coincido en esto con Alejandra, se respira en casa un clima en el que, pareciera que todo lo que se diga o se haga puede tener el efecto de poner la gota que derrame el vaso y se produzca el desastre. Nos malentendemos, yo estoy susceptible y Alejandra está casi siempre irritada. Nada de lo que digo le cae bien, y entonces me callo la boca, no hablo. Conservamos sin embargo cierto cuidado para que esto no sea la guerra de los Roses, pero, también me doy cuenta que nos hemos alejado para no desbordarnos. Parecemos dos desconocidos». Destacaría –al salir de la lógica binaria que caracteriza al reproche vincular– los cambios que se produjeron en el discurso, usan «nosotros» y emplean además el significante «clima» que, mas allá de la significación particular que tenga para ellos, alude a una atmósfera que los envuelve a ambos. Supongo entonces que, en tanto cambian de pronombre, y hablan de clima, proponent «hipótesis vinculares»: esto es como el modo de ser de cada uno es influido por el otro. En esta posibilidad de concebir «hipótesis vinculares» está una de las llaves que saca a la «pareja» del pantano de la violencia inmoderada al estilo de «La guerra de los Roses».

-Analista: «Sin embargo hay una coincidencia. Los dos coinciden en que algo cambió. Me cuentan que no es el mismo clima el que se respira entre ustedes, y además que se han alejado para evitar un intercambio violento». El analista describe un «clima», y las variaciones «climáticas» que se van dando, que es lo que ellos van creando y qué están haciendo con ese clima. Les dice, siguiendo con la metáfora del clima, que para evitar «la tormenta», para que «no se cree un anticiclón», se alejan, que eligen que el vínculo tenga menos complejidad para que sea mas calmo.

– Marcelo: «Le voy a explicar Dr. Hace poco más de un año, comenzó a aparecer en mí, y también en Alejandra un sentimiento de malestar, estábamos muy alejados, siempre tuvimos la necesidad de tener cosas compartidas».

– Alejandra. «Sí, sentíamos que nos habíamos distanciado, quizás influía que los chicos ya habían crecido. Era un momento muy especial, disfrutábamos de cierta holgura económica, la casa no tenía el ruido de antes, los chicos se abrían camino solos». Marcelo y Alejandra, como es habitual en las parejas dan explicaciones y estas remiten a «un origen». Importa que es lo que los miembros del vínculo definen como «origen», no porque el que dicen tener sea «verdadero», sino porque su definición nos habla del modo en que ellos piensan, que refieren el comienzo del malestar. En casi todas las parejas, no se suele admitir que el fuego pasional se aquiete, se anhela conservarlo. Perderlo es vivido dramáticamente. Ninguna pareja puede sostener lo que se cree haber tenido en el enamoramiento, aunque todos anhelan conservarlo. La diferencia está dada por como se procesa eso insostenible, la desilusión por no poder conservar la ilusión de tener la misma ilusión.

-Marcelo: «Recuerdo que lo charlamos, nos preocupó. Siempre habíamos sido muy compañeros, y entonces pensamos qué hacer, cómo seguir».

– Alejandra: «Le estuvimos dando vueltas y se nos ocurrió encarar un proyecto en común. Rápidamente surgió como posibilidad instalar una galería de arte, en tanto abarcaba algo que a los dos nos apasiona. Bueno además, Ud. no tiene por que saberlo, la pintura ha sido algo que nos juntó, que marcó nuestro encuentro inicial, y sigue siendo algo a lo que dedicamos mucha atención».

– Analista: «Entonces, ustedes creen, que esto que llaman «lío», comenzó intentando arreglar algo que se había desarreglado al volver a estar solos como al comienzo de la relación. Si les entiendo bien, en ese intento querían volver a las fuentes». El terapeuta recoge en la interpretación la teoría que ellos han hecho acerca de cómo el lío se causó. Incluye en esa «teoría causal vincular» la idea que «lío» es algo que vino a desarreglar un orden previo y a la par enuncia la solución que proponen ante el «lío»: volver a las fuentes, hacer un proyecto en el que se reencuentren con los orígenes.

– Marcelo: «Bueno, nos conocimos en una galería de arte. Eso fue hace casi treinta años, éramos dos pibes, en ese momento Alejandra estudiaba ingeniería y yo arquitectura».

-Alejandra: «La galería de arte pintaba bárbaro. Empezó como tan lindo, pero se fue endemoniando. Le cuento un poco más para que entienda como es. Tenemos, pese a los vaivenes de la Argentina, una buena situación económica, tenemos una muy linda casa y hemos guardado dinero con la idea de tener una reserva o, de hacer un negocio, alguna inversión, como la galería…»

– Marcelo: (interrumpiendo) «Bueno esa no era la idea. Vivimos tranquilos y yo quiero que ese dinero sirva para que sigamos viviendo tranquilos».

-Alejandra: «¡Marcelo! ¡Vivimos tranquilos! y vamos a seguir viviendo tranquilos ¡Marcelo, no nos podemos manejar como si fuésemos jubilados!. Le cuento Dr., con este asunto de la galería de arte, era, es un proyecto muy importante para los dos. Yo quería, pensé que los dos queríamos montar una importante galería. Siempre yo fui «la organizada» en esta pareja, y él el «divertido», y esto hasta no hace mucho resultó. No se por que Marcelo ahora se emperra y no nos deja seguir adelante con esto».

-Marcelo: «Yo también quiero que sea una galeria importante, y estoy seguro que con lo que sabemos y con los contactos que tenemos podemos hacerlo, pero lo que no quiero es que este proyecto complique o arriesgue el buen pasar nuestro, ni en lo económico ni en el tiempo que nos podría insumir. Quiero que sea un «divertimento». Se que lo podemos hacer, pensé que lo podríamos hacer». Con el proyecto se intenta recurrir a los comienzos, para reinstalar el paraíso. Pero, con el proyecto vino el infierno: «el desacuerdo», «el malestar».

– Analista: «Hasta donde me doy cuenta, en este proyecto común, «una importante galería» contaban con la complementación, la cooperación de «la organizada» y «el divertido». El «lío» surgió por lo que me dicen, porque empezaron a emerger criterios «no complementarios », que los podían arrastrar a «ser dos jubilados», o a «que no sea un divertimento». No se qué quieren decir estas frases para ustedes, pero intuyo que son importantes, que hay en estas frases algo del malentendido del que me hablaban al comienzo de esta entrevista». El analista articula en su interpretación el proyecto, el malestar y el conflicto. El proyecto: «una importante galería», que presupone la ilusoria complementariedad de «organizada» y «divertido». El malestar surge ante la percepción de que la complementariedad que ellos sentían que habían tenido, estaba amenazada de colapsar. El malestar, el lío dado por la desilusión que les trae que la ilusión de complementariedad conseguida por la supuesta conjunción entre «organizada» y «divertido» no parece ahora resultar. Este malestar puede eventualmente organizarse como un «conflicto vincular». El conflicto se despliega en las frases «ser dos jubilados», y «que no sea un divertimento». Estos «significantes» organizan la oposición, el conflicto que ocasiona «el malestar vincular».

Apunte final

Este es el conflicto que hay que contener y analizar. El conflicto desnuda que en esa «ilusión de tener la misma ilusión» hay un equívoco y desde él se construïen dos proyectos heterogéneos. Tomar conciencia del mismo conduciría a lo que hemos llamado «estados vinculares»: el encuentro en el desencuentro. Pero hablarles de esto daría lugar a otro artículo. Quise en esta ocasión hablar acerca de la complejidad que nos plantea hoy a los psicoanalistas la clínica vincular.

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